salud
Trasplantes, 35 años de un prodigio en Córdoba
ABC habla con los protagonistas de los injertos en el Hospital Reina Sofía

Todo empezó el 6 de febrero de 1979. El Reina Sofía realizó entonces su primer trasplante: fue un injerto renal que tuvo por beneficiario a Miguel Berni, cuyo nombre ha quedado ya para siempre unido a la historia de un prodigio sanitario que cumple ahora 35 años. El recinto hospitalario llevaba solo tres años abierto. Desde esos primeros tiempos, la incorporación de los programas de trasplantes ha sido progresiva, pero el impulso decisivo se produjo en la década de los 80 del siglo pasado: a los dos años del primer injerto el complejo completó la primera intervención de progenitores hematopoyéticos (de médula ósea) y poco después las primeras renal de donante vivo (1985), de corazón (1986), de páncreas (1988) y de hígado (1989). Ya en los años 90 tomaron cuerpo los programas de trasplante de córnea (1992) y de pulmón (1993).
En el haber del Reina Sofía se cuentan 6.000 trasplantes de órganos y tejidos y cerca de 800 donantes de órganos desde 1979. De ellos, en torno a 1.400 son renales, 1.110 hepáticos, 600 cardiacos, 430 pulmonares, 187 de páncreas, 982 de córnea y casi 1.500 de progenitores hepatopoyéticos. Solo en 2014, los profesionales del Hospital llevaron a cabo 149 injertos de órganos sólidos: 51 fueron de riñón (cuatro de ellos de donante vivo), 54 de hígado, 26 de pulmón, doce de corazón y seis de páncreas. El centro cordobés ha sido el hospital andaluz con mayor volumen de donantes el pasado año, con 48.
La historia de los trasplantes en el Reina Sofía incluye numerosos hitos con trascendencia nacional e incluso internacional. Algunos ellos son los siguientes: el tratamiento por primera vez en España con ciclosporina (un fármaco inmunosupresor) a una paciente trasplantada (1982) y la realización del primer trasplante combinado de hígado-páncreas-riñón de Europa (1998). Pero el mayor logro es la sonrisa de quien revive.
Historias de una nueva vida
ABC ofrece en su edición impresa historias de personas trasplantadas como la de Pedro Córdoba.
Ignacio Muñoz, que es el jefe de Cirugía Cardiovascular del Reina Sofía, lleva un reloj de muñeca grande y preciso cuando estrecha la mano de Pedro Córdoba en un mediodía reciente justo en el acceso trasero del edificio de Consultas Externas del complejo. Ambos charlan mientras pasean entre los paneles que retratan varias historias de personas que volvieron a la vida gracias al prodigio solidario de los trasplantes. «Tengo sesenta y seis años y llevo con el trasplante de corazón desde 2013: aquí sigo. Más feliz no puedo estar», susurra Pedro Córdoba Berlanga, que arrastra desde su infancia una insuficiencia aórtica. «Mi intervención era complicada, porque ya estaba operado del corazón: el doctor Concha me puso una válvula hace ya años y ello complicaba mi caso». El médico asiente. «Además, Pedro llevaba un marcapasos. La operación fue a contrarreloj, coordinando muy bien los tiempos para que cuando llegase el órgano sano el paciente estuviera preparado para recibirlo». Pedro supo esperar. «Me llamaron a las cuatro de madrugada y salí pitando para acá: todo esfuerzo era poco para olvidarme de la vida que llevaba, que es que subía dos escalones y ya me estaba asfixiando», declara. «Y ahora veo al doctor Muñoz y siento que veo a mi padre». En los afectos los tiempos son lo de menos.
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