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PUNTO DE MIRA

Vivos, bobos y (mala) baba

Quien ursurpa trofeos, denuncia a amigos o pone en riesgo a los demás, debería ser desterrado del campo

FRANCISCO BELTRÁN

Recientemente hemos vivido tres hechos que son prueba de la degradación en la que está sumida nuestra actividad preferida. En el primer caso, en una junta de carnes, una pareja de veteranos ¿monteros? discutían a voz en grito, con amenazas incluso, con un acojonado joven por un muy respetable trofeo de cochino. Los dos caballeretes (los veteranos) que anhelaban la posesión de lo que no habían cazado, fueron jaleados por un coro de fariseos que provocaron poco a poco que el joven, legítimo propietario del trofeo (pues le había provocado la primera sangre), abandonara abatido el escenario y, por ello, los preciados colmillos. En este caso hablamos de «vivos» (los listos que usurparon la posesión del trofeo).

En el segundo caso, observamos, desde nuestro puesto, cómo tres insensatos, armados cada uno, patrullaban por las inmediaciones de su puesto y la de los limítrofes en un ejercicio absurdo de imprudencia y voracidad culpable, poniendo en riesgo sus vidas y la de los puestos vecinos. Hablamos de bobos, en este caso tres.

En el tercer caso, en Villaviciosa de Córdoba fuimos testigos, por desgracia, de cómo la miseria humana puede llegar a extremos insospechados. Ese día presenciamos a un titular de coto, antiguo rehalero, ¿montero y cazador?, que fue capaz de traicionar míseramente a sus linderos, amigos algunos de ellos, y denunciarlos (falsamente) a la Guardia Civil. Aquel día conocimos realmente al personaje, dando fe de cómo ni la edad ni el pelo blanco ni, mucho menos, la asistencia a misa diaria son síntomas de hombría de bien. Claro ejemplo de mala baba, por no decir, mala leche.

En una web digital hemos encontrado un artículo de Guillermo Nuñez titulado «Mala Baba» y que dice textualmente: «La mala baba suele estar ligada a estados de honda amargura (ser un pelota es un síntoma precoz), complejos personales, miseria intelectual, mezquindad, envidia y, en general, combinaciones malsanas de las que sólo nos damos cuenta que existen cuando comprobamos la actuación de estos auténticos hijos de... Satanás».

Viene a cuento que ni pintado. En todo caso los tres ejemplos muestran casos de actitudes que deben ser desterrados de nuestros campos.

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