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ANÁLISIS

Einstein y un tal Cristiano

RAFAEL RUIZ

EINSTEIN descubrió que el tiempo no es un monótono discurrir lineal, que se pliega y se estira como si fuese un chicle de mascar. Ayer, quienes estuvimos allí lo comprobamos personalmente cuando un chaval rumano llamado Florin Andone —que hasta antier jugaba en Segunda B— le tiraba una vaselina a Casillas. Los segundos fueron minutos y los minutos, horas, hasta que el balón tocó el travesaño y pudimos volver a respirar. Se hizo de noche y pasó una semana desde que Varane se hizo un lío consigo mismo y el «28» blanquiverde puso a prueba las leyes de la física.

Ayer, al Arcángel fuimos a ver el hielo, como el coronel Aureliano Buendía, el personaje de «Cien años de soledad». Y como él recordaremos cuando nos llegue la hora que estuvimos allí cuando el Córdoba tuvo a todo un Madrid acongojado, con un segundo tiempo glorioso. Marcelo va a soñar con Bebé, que intentó hacerse un Maradona en un eslalon imposible. Y Carvajal con Ghilas en las penumbras del duelo de un Real de luto. De una tarde en la que fuimos extraordinariamente felices durante media hora y razonablemente felices hasta que Cartabia levantó el codo en exceso. Porque Bale nos recordó que los ricos son ricos y los pobres, pues pobres.

Que nos quiten lo bailado, oiga. El Madrid se llevó tres puntos, sí, y fue una pena y todo eso. Pero el Córdoba hizo buena la frase de Einstein que asegura que la fuerza motriz más poderosa no es la energía nuclear sino la voluntad. Los de aquí corrieron más, apretaron los dientes, que es lo que se le reclama desde la grada que premia el compromiso por encima de cualquier otra consideración. Y vimos transmutarse a jugadores endebles en titanes. Como si otras tardes hubiese jugado el primo chungo de Gunino. Ya por eso mereció la pena pagar el suplemento.

Cristiano hizo el imbécil, primero, arreando sopapos como en una pelea de taberna y luego presumiendo de títulos dándole lustre a los galones de su camiseta. Ayer, fue un alma en pena el de Madeira, empequeñecido por un equipo que no cobra, junto, lo que él solo se levanta en una temporada y ante una afición que ayer estaba orgullosa de los suyos. Más que nunca.

«Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro». Definitivamente, Einstein era un genio.

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