TOCO Y ME VOY
Quitar el polvo al escudo
«En sitios así es donde se ganan las Ligas», dijo Iker Casillas, un tipo nada sospechoso de desgranar discursos de farfolla ante los medios. Ya tiene más tiros pegados que la bandera de Nápoles y una hoja de servicios de una magnitud extraordinaria. En su expediente hay más títulos que en toda la historia de todos los jugadores que han vestido a lo largo de sesenta años la camiseta del Córdoba CF, un club humilde que ayer hizo algo que llevaba tiempo queriendo hacer: quitarle el polvo a su escudo. Llevaba 43 años sin cruzar su camino con el Real Madrid en El Arcángel. Si uno no juega durante más de cuatro décadas contra el Real —hablamos de Liga, dejemos amistosos y pachangas al margen— no es nadie en el concierto del fútbol nacional. O casi nadie, no seamos crueles.
La cuestión es que el Córdoba y Córdoba son presencias intrascendentes cuando se habla de fútbol profesional. Esa existencia residual, siempre a la sombra de los vecinos de comunidad, y esa irrelevancia absoluta a la hora de asumir protagonismo deportivo han dejado a Córdoba y al Córdoba confinados a ser «sitios así», como dijo Iker resoplando después de un partido que contribuyó a cambiar esa pusilánime percepción de las cosas. Sería exagerado hablar de un antes y un después, de un encuentro bisagra entre un Córdoba resignado a ser un actor secundario y otro que agarra el guión entre los manos, lo rompe en mil pedazos y se inventa un monólogo que sorprende a todos. Carlos González, el presidente quijotesco del Córdoba, se refiere a estas cosas cuando habla de «normalizar» este tipo de «partidos del siglo». El Real Madrid es el mejor equipo del mundo, pero el Córdoba consiguió que no lo pareciera.
De momento, el conjunto de Miroslav Djukic es el único esta temporada que ha logrado enseñar a los de Ancelotti qué se siente marchando por detrás en el marcador fuera del Bernabéu. Quisieron ganar con la camiseta, pero eso no les vale ni a los más grandes. Ya quedó claro. Había más de veintiún mil personas en el estadio y millones viéndolo por televisión. Al Córdoba. A ese club que juega en ese sitio extraño, El Arcángel, con el césped seco y unas gradas, dicen, amenazadas por la ruina. Un lugar al que nunca había venido el Real Madrid ni ninguno de sus famosos integrantes. Ya saben lo que es este lugar. Seguro que desde algún sitio se estaba riendo El Litri, que murió hace exactamente un año y cuyo recuerdo sobrevoló el estadio en unos prolegómenos conmovedores. El rostro del legendario empleado del club apareció en la pantalla del video marcador y los más viejos del lugar le recordaron colgando con mimo en su museo las fotos amarillentas del Córdoba en Primera, las estampas de aquellos años en los que jugaba contra el Madrid.
El Córdoba quitó el polvo a su escudo con un homenaje a sí mismo y a su gente. También se lo quitó, con un gesto chulesco, el gran Cristiano Ronaldo al emblema de campeón del mundo que luce en su blanquísima camiseta. Lo hizo mirando directamente a la Tribuna, cuando se iba a la caseta con una roja directa tras darle unos cuantos golpes a Edimar. CR7 ha marcado en todos los estadios de Primera División excepto en uno. Quizá el año que viene, cuando el Córdoba-Madrid empiece a ser algo normal.
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