No pasarán

HA dicho quien fuera mi compañero de instituto, Antonio Maíllo, coordinador de IU en Andalucía, que «nosotros no vamos a permitir que el PP gobierne en Andalucía». Este tipo de afirmaciones me producen una cierta melancolía porque intuyo en ellas esa amable inocencia adolescente (aparente oxímoron) salpicada con las trazas de rebeldía propias de esa edad. Y es que algunos parecen haberse quedado en el instituto para no salir mentalmente nunca de allí.

Esa montaraz actitud que persigue aniquilar al contrario es la que más daño reporta a la democracia; en Andalucía lo estamos comprobando. Hasta el propio Julio Anguita se lamenta amargamente de la decisión que IU adoptó cuando decidió, hace tres años, pactar con los socialistas para seguir blanqueando el cortijo, cortijo que, por más que lo quieran remozar, amenaza ruina en su interior desde hace casi cuarenta años (los mismos, por cierto, que gobernó Franco). Todo con tal de que no gobernase la derecha.

Del mismo modo ocurrió en Lucena y Hornachuelos; dice Durán que no encuentra razones para disolver el pacto de las izquierdas perdedoras en estos pueblos. «No pasarán» parece ser la consigna que vuelve a desenterrar esta izquierda, como si el espíritu de la Transición hubiese abandonado su cuerpo para dejarla convertida en un trasunto zombi de Walking Dead.

Un nuevo Frente Popular, al que se suma una cosa llamada Podemos, amenaza con inmolarse antes de que gobierne la derecha ¿Y si el problema fuera ése?, quiero decir, ¿y si resulta que esa actitud frentista fuera la responsable de que no se produzca una auténtica regeneración democrática en Andalucía?, ¿y si ese cerril posicionamiento fuese el culpable de que la falta de alternancia haya convertido el sur de España en un lugar irrespirable?, ¿y si fuera precisamente esa perversa interpretación de la política la que ha construido el cortijo andaluz a imagen y semejanza de la cueva de Alí Babá?

No puedo dar por sentado que la derecha pudiera resolver en dos días lo que la izquierda ha enredado durante cuarenta años, pero sí sería oportuno, y hasta necesario, que la alternancia nos ofreciera la oportunidad de soñar con otra cosa. Alguien dijo que la Transición Española no quedaría culminada hasta que en Andalucía se produjera el recambio. Y estoy de acuerdo. El problema se encuentra en la decidida vocación del PSOE andaluz en ser el PRI mexicano que cien años dure; así lo afirmó uno de sus barandas al principio de los tiempos.

El adelanto de las elecciones andaluzas no es más que otra jugada maestra para perpetuarse en el poder, y en esa estrategia los andaluces pintamos lo mismo que un concejal de Cuenca en Barcelona.

Y el entuerto pasará además factura: doce millones de eurazos para ser exactos.