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crónica negra

El parricidio del organista de San Andrés

Una casa de vecinos de la calle Hinojo fue, en 1905, escenario del asesinato del anciano Antonio Rodríguez a manos de su hijo

El parricidio del organista de San Andrés valerio merino

d. d.

El delito de parricidio es uno de los que, históricamente, ha revestido mayor gravedad. Así lo consideran el exmagistrado de la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano y el comadante de artillería en la reserva José Cruz Gutiérrez, en su libro «Crónica negra de la historia de Córdoba. Antología del crimen». Por ello, uno de sus capítulos está dedicado a este delito y, en concreto, al que es conocido como la muerte del organista de San Andrés.

El fatal suceso tuvo lugar el 12 de abril de 1905 en el número 6 de la calle Hinojo, en una casa de vecinos en la que residía el anciano Antonio Rodríguez Vílches, organista interino en la parroquia de San Andrés. El hombre vivía con su hijo, José Rodríguez, que había vuelto con su padre tras escaparse de un manicomio de Madrid, puesto que sufría trastornos mentales. Además, en la habitación también residía un amigo de Antonio, José María Fuentes, que era paralítico.

Sobre las doce de la noche de autos y sin que se sepan las causas, «el hijo, en un ataque de locura, esgrimió una navaja y comenzó a pinchar a su padre en todas las partes de su cuerpo», relata el libro. El hombre pidió auxilio y su compañero paralítico trató de salir, arrastrándose, para reclamar socorro. Sin embargo, el enajenado, al percatarse, intentó de asfixiar al minusválido. En ese momento, su progenitor se arrojó -parece- por el balcón, quedando malherido en la acera.

Por su parte, el parricida pudo ser detenido gracias a la valentía de un vecino, Fernando Gómez del Valle, que trepó por la fachada hasta llegar al balcón y logró arrebatarle la navaja a José Rodríguez.

Al llegar a la Casa de Socorro, el pobre anciano, que tenía más de una treintena de heridas, se compadeció de su hijo antes de morir. La pista del asesino se pierde en los calabozos de la cárcel, ya que «no ha sido posible encontrar la sentencia recaída en esta causa», explican Puebla Povedano y Cruz Gutiérrez.

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