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crónica negra de córdoba

Asesinato de una monja

El 20 de diciembre de 1921 sor Marina Arnáiz murió degollada a manos de un enfermo del antiguo hospital de la Misericordia

Asesinato de una monja rafael carmona

d. d.

Sor Marina Arnáiz era una religiosa de la Congregación de las Hijas de la Caridad entregada al servicio de enfermos, pobres y menesterosos en el desaparecido Hospital Provincial del Santísimo Cristo de la Misericordia, en Córdoba. Y, precisamente, a mano de uno de quienes recibía sus desinteresados cuidados, encontró la muerte sin que la monja tuviera nada que ver con el móvil que determinó el crimen. Es una de las contenidas en la «Crónica negra de la historia de Córdoba. Antología del crimen», escrito por el exmagistrado de la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano y el comadante de artillería en la reserva José Cruz Gutiérrez. En el mismo, sus autores «exhuman» con escrúpulo crímenes que ocuparon la portada de los periódicos y las revistas de su tiempo.

El asesinato de la hermana tuvo lugar el 20 de diciembre de 1921. Días atrás, según aparece en el libro, dos enfermos del complejo habían sostenido una reyerta que no llegó a mayores, pero que originó un cierto rencor entre ellos. «Uno de ellos se llamaba José Romero López, tenía 34 años [...] y antecedentes penales». Su contrincante, asustado, habló con las religiosas y el médico para que le dieran el alta.

Sin embargo, los directivos del hospital prefirieron otorgar esa alta a López, que no quiso marcharse, entre otras razones, porque sufría una mielitis sifilítica que apenas le permitía andar y, además, salir del centro supondría para él estar condenado a la miseria y el hambre.

Así las cosas, sobre las 12.00 horas comenzó a repartirse la comida entre los acogidos. Sor Marina, acompañada de Sor Rosa y del enfermero Domngo Manjón, accedió a la estancia en la que se encontraba José. Cuando la monja le estaba sirviendo, el paciente le levantó la toca, tomó una navaja barbera y le asestó dos golpes. El primero, superficial, pero el segundo «le seccionó la piel penetrando profundamente en la garganta», rememoran Povedano y Gutiérrez en su texto. Sor Marina apenas pudo dar unos pasos. Cayó muerta en la misma sala.

El crimen conmocionó a la sociedad cordobesa de la época. El ceremonial duró más de cuatro horas y fue oficiado por el obispo Adolfo Pérez. Se colocaron crespones negros en los balcones y los comerciantes y oficinas cerraron a media puerta.

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