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LA CERA QUE ARDE

EN BUCLE

RAFAEL GONZÁLEZ

La Normal está en un fondo europeo pero es el producto de la maldición que supera siglas y voluntades

LA Cata del Vino Montilla-Moriles entra en bucle desde el momento en que se presenta e inaugura: actos de diferente calado pero que vienen a ser lo mismo dado que la presentación tiene un carácter que se repite al día siguiente en la inauguración oficial que es solo la antesala del corte de cinta posterior, con los reporteros fotográficos y cámaras dando vueltas de un día a otro, organizando al venenciador —meta un poco de tripa, buen hombre— y los redactores o gente que cubre eso mirando el calendario del móvil para ver en qué día realmente están de la semana y en qué acto de la larguísima inauguración de la mayor de la catas vitivinícolas y humanas del planeta Flamenquín.

Es como mi actualización de Windows, que debo hacer varias veces al día reiniciando un ordenador que me vuelve a pedir las mismas actualizaciones para volver a reiniciarlo.

Mi informático dice que todo va bien pero yo hoy casi que no llego a este espacio semanal. El largo preludio del vino montillano augura una fiesta que se sacó acertadamente del mayo cordobés para que adquiriese entidad propia sin dejar de formar parte del conglomerado de geranios, gitanillas, romerías, cruces y arenales del mes en el que recibimos posiblemente más turistas en todo el año y que ha servido para enriquecer los destinos extramuros con cordobeses aterrados ante tanto ejercicio cañí de cordobesismo, tipismo, peñismo, alcoholismo, botellonismo y fuerzas vivas rapsodas cantando las alabanzas del geranio y la inmaterialidad patrimonial.

Y es cuando uno se siente atrapado más allá de las tradiciones, que son el sustento de las identidades comunes y la hoja de ruta de las generaciones para verse preso en el bucle temporal de que todo es lo mismo ya estén los tirios o los troyanos y que la caspa igualmente rueda en carriola rociera que en un fondo Feder.

La Normal de Magisterio está en un fondo europeo pero víctima del bucle: es el producto de la maldición que supera siglas y voluntades para encontrarse con la muy española realidad de la falta de profesionalidad empresarial, la tela de araña administrativa de las españas varias —tanto las chiquititas como las supranacionales— y esa cosa tan cordobesa de marear la perdiz hasta que la perdiz se aburra o se convierta en jaramago. Espero que el bucle se rompa o solo sea el preludio de un éxito como al final la Cata ha sido.

Porque nos equivocamos en el tiempo de las promesas en presentar importantes infraestructuras y creación transversal de empleo sostenible: si nos garantizaran que no nos van a vender varias veces una misma burra que después se muere de inanición bastaría para mantener, al menos, la esperanza.

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