INOCENTADA
El día en que se «derrumbó» la Mezquita
Un periódico madrileño publicó en 1932 una broma sobre el monumento, entonces en plena excavación arqueológica
«Esta mañana, y sin que aún se sepan las causas, se ha derrumbado la Mezquita de Córdoba». No es el título de una película de catástrofes ni de una novela de intriga histórica, aunque se puso negro sobre blanco hace más de ochenta años. Era el 28 de diciembre de 1932, una época en la que los periódicos españoles tenían la «tradición», que perduró hasta hace poco tiempo, de gastar una broma a sus lectores, coincidiendo con el día de los Santos Inocentes.
El periódico madrileño «La Voz» publicó aquella tarde la noticia, con el antetítulo en un estilo muy propio de la época: «Pavoroso suceso», según relata el periodista Francisco Solano Márquez en su obra «Córdoba insólita». No destacaba por su rigor, ya que afirmaba que «de las 1.200 columnas no quedan en pie más que doce». No era una información contrastada, y no tenía que serlo por ser falsa y lúdica, pero la hoy Catedral de Córdoba tiene, y tenía entonces, 746. Ni una más ni una menos. No faltaba incluso una ilustración con el desastre.
No era únicamente un daño patrimonial, ya que la noticia hablaba de nada menos que siete víctimas mortales, entre ellas, y ésto sí podía comprenderse como una broma, el primogénito del zar. Nicolás II, sus cinco hijos y su esposa habían muerto fusilados por los bolcheviques en 1918, catorce años antes. Como indica Francisco Solano Márquez, la noticia tenía otro trasfondo, y eran los trabajos arqueológicos que se hacían en el templo.
La prensa madrileña criticaba las excavaciones que se hacían en ese tiempo
En 1932, el arquitecto Félix Hernández, uno de los grandes restautadores de la Mezquita-Catedral, dirigía unos trabajos en el interior del templo, en su zona más antigua, la construida por el emir Abderramán I. Las excavaciones, que también llegaron al Patio de los Naranjos, tenían como objeto indagar en las raíces del edificio y en la antigua basílica cristiana de San Vicente. La prensa madrileña había juzgado con dureza estos trabajos y fantaseó con la posibilidad de que hubieran causado una gran tragedia.
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