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LA CERA QUE ARDE

LA ZAPATILLA

RAFAEL GONZÁLEZ

Una madre como la de Baltimore hace falta para que los niños no acaben haciendo sus necesidades en la calle por Cruces

Y de pronto aparece esa señora negra y se lanza para el tipo vestido a medio camino entre ninja y militante de las Panteras Negras y le arrea una manta de sopapos y se lo lleva a la casa de la oreja. Le ha dicho varios tacos en inglés americano que no logramos a entender pero que por la cara de la señora deben ser palabras algo malsonantes incluso en inglés americano, que es un inglés que se come las eses como si fuera un inglés andaluz. Ella, por continuar con las similitudes, procede de unas Tres Mil Viviendas de Baltimore, por lo que sabemos más tarde, lo cual debe imprimir carácter baltimorense si además se es negro.

El follón en Baltimore se ha formado, como saben, porque como dijo el maestro Luis del Val «Estados Unidos es uno de esos países en los que la policía, en ver de tirar al blanco, tiran al negro». Y así que la comunidad negra o afroamericana se ha lanzado a los disturbios y al movidón tras unos compatriotas muertos de mala manera y se ha liado parda y aquí que ha salido nuestro manifestante ninja hasta que su madre lo ha visto por la tele, se ha ido al medio del mogollón, ha buscado a su panterilla negra, le ha arreado varias castañas y lo ha mandado a casa con sus cinco hermanas.

La madre de Baltimore no es sino una madre universal cuidando de sus cachorros y evitando que hagan el imbécil y acaben con una bola de goma en la cabeza o con un despacho en alguna consejería de Igualdad y Transversalidad. El mundo no se ha ido ya definitivamente al carajo porque existen las madres como las madres de Baltimore. La madre española ha sido un tanto así. Hablo en pasado porque veo el resultado de las cruces de la Córdoba Mejorada y creo que hacen falta más madres de Baltimore que cuando vean a su nene sacarse la churra en el portal de la céntrica calle del patrimonio histórico para depositar ahí su meadita primaveral se vaya para él y le de tres sopapos de pedagogía tradicional que es la que finalmente mantiene el orden mundial.

Sadeco se ahorraría una pasta en campañas de educación higiénico sanitaria y las Cruces no mostrarían el aspecto asqueroso que muestran cada año, incluso en la Córdoba Sin Parangón. Las madres españolas, a diferencia de las de Baltimore, no salen a la calle a repartir sopapos a sus díscolos vástagos, sino que les lanzan La Zapatilla, con una efectividad del 99’9% tanto en acierto al blanco —en este caso— como en resultado pedagógico.

Todos los de mi generación conocemos La Zapatilla y aquí estamos, aunque en mi caso el daño cerebral ha dado para escribir tal que así, qué le vamos a hacer. Pero con rectitud y sin hacer el cabra en Santa Marina. Ahora en España quedan pocas madres como la madre de Baltimore: están todas muy ocupadas en los grupos de whasapps discutiendo sobre lo mal que lo hacen en la clase de primaria B donde los niños llevan orlas azules en vez de fucsias en la fiesta de graduación. A dónde vamos a parar con esas orlas, por favor.

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