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ELECCIONES MUNICIPALES

Rafael Gómez, el bamboleo de la marabunta

El líder de Unión Cordobesa ofrece un mitin en el Guadalquivir y dice que no permitirá que se corte a nadie la luz y el agua

Rafael Gómez, el bamboleo de la marabunta valerio merino

LUIS MIRANDA

Primer gasto superfluo que se podría haber ahorrado: la seguridad. Desde un rato antes de que llegue Rafael Gómez se pasean por el patio del colegio Gloria Fuertes, en el barrio del Guadalquivir, escuadras de jóvenes fornidos de espaldas y aspecto de saber defenderse por sí mismos. Si están para proteger al líder de Unión Cordobesa, que ha anunciado su presencia para esa misma hora, no hacía falta contratar a los de uniforme. Si por el contrario eran de los que podían provocar que la cosa se desmadrara, tampoco los de las camisas claras iban a tener mucho que hacer, ni en número ni en proporción.

Son las nueve de la noche, la hora prevista, y en el patio del colegio el ambiente es de verbena de barrio de toda la vida. Abundan los jóvenes que han cambiado de lugar para echar la tarde, las familias cargadas de hijos y las madres muy jóvenes, que no han olvidado sus mejores galas. Un cuadro de jóvenes flamencos entretiene la espera hasta que a la nueve y veinte llega Rafael Gómez. Se acabaron los malpensados. Segundo gasto evitable: el grupo The Gyspsies, que parecía servir para atraer a la gente, no era el principal reclamo. «El Sandokán, el Sandokán», dicen algunos. Nadie le puede negar que ha atraído a la política a quien antes no se interesaba por ella en absoluto. Unas 150 personas le esperan. Llega entre abrazos y besos. Unas chicas de pelo muy negro, quizá sin edad para votar le auguran sueños altos: «¡Presidente, presidente!».

Ahí tiene marabunta para él solo, porque todos le asaltan a la vez y todos esperan la foto al mismo tiempo. Suena una música que debe de ser el himno de su partido, y que tiene un toque de sintetizador a lo «Carros de fuego» y una frase constante: «Unión Cordobesa. Empleo y progreso». Tercer gasto superfluo: si el que iba a hablar es Rafael Gómez, ¿para qué hacía falta la megafonía? No hay introducción ni teloneros, el líder de Unión Cordobesa habla directamente. Si la música y la cantinela había creado la sensación de lo que se llaman un «ostinatto», sus palabras no cambian el discurso de hace cuatro años. «Entre todos tenemos que conseguir que Córdoba cambie para siempre», dice poco antes de llevarse los primeros aplausos.

«Hay que apoyar a los empresarios, el Ayuntamiento no crea trabajo», admitió

Su única obsesión es que se vote a su partido, «porque eso es votarse a sí mismos», y habla claro: «el Ayuntamiento no crea puestos de trabajo, los crean los empresarios, y hay que apoyarlos para que coloquen a la gente». La construcción es imprescindible, porque casi todos los que se han quedado parados «son albañiles, electricistas, carpinteros» y los que trabajaban en sectores relacionados. Lo que pasa en España es que se ha vuelto a los años 40, «cuando las tiendas fiaban a la gente, pero sólo hasta donde podían pagar». Anuncia que si él es alcalde, no se cortará la luz ni el agua a nadie, «porque son cosas esenciales», y no se puede pedir a quien gane 420 euros que los asuma. «¿Y dicen que las cosas van bien? Van para ellos», clama entre otra racha de aplausos y oles. No habla más de veinte minutos. El grupo The Gypsies comienza a tocar mientras Rafael sigue saludando. El ritmo de «Bamboleo» se mete en las piernas y una mujer de cierta edad se pone a bailar sin perder el compás ni un segundo. La que tuvo, retuvo.

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