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DESDE MI RINCÓN

PIÑATA MUNICIPAL

JOSÉ LUQUE VELASCO

Algunas ideas que se barajan desde el gobierno municipal buscan despertar los demonios y pueden salir muy caras

TODOS conocemos el juego de la piñata. Su origen se remonta a la Edad Media cuando en plazas debidamente cercadas se soltaban cerdos. Posteriormente entraban varias personas con los ojos tapados, armadas de palos provistos de buenas porras o machacas. Aquel que derribara al marrano se lo quedaba como premio. El público disfrutaba del espectáculo llegando al paroxismo cuando los trancazos se los proporcionaban entre sí los participantes. Estos golpes llamados «palos de ciego» se daban jugando pero dolían igual que si los diera el mejor enemigo con toda su mala uva. Me viene esto a la memoria al ver las decisiones del nuevo equipo de gobierno municipal. Pero no es un juego lo que percibo. Ni son cerdos los objetivos a conseguir. Ni los palos de ciego divierten a nadie. ¡Hablemos de ellos!

El primer golpe se lo dan al quitar el crucifijo de una vitrina, afirmando que eso está dentro de la normalidad y que es la Constitución la que exige aconfesionalidad y laicidad en las instituciones. Palo en el intelecto. Nuestra Constitución nada dice que España sea un estado laico. Cosa diferente es que sea aconfesional. Y no por repetir una mentira muchas veces, termina siendo verdad. El segundo leñazo se lo propinan al decidir quitar el cuadro de San Rafael de la galería del Consistorio. Tras varios palos al aire y ante el clamor del respetable, terminaron dando un trallazo en los lomos del espabilado que tuvo tan brillante idea. No contentos con el discurrir del juego, el responsable de la Gerencia de Urbanismo ordena sancionar el vallado de una parcela cedida por el Ayuntamiento al Córdoba CF, cuando la responsable del equipo municipal afirmaba poco antes que vallar el solar era un derecho de la fundación de la entidad. Palo de ciego que da de lleno en la boca de quien tiene la responsabilidad de arbitrar el juego. La faena la remata uno de los participantes, armado con un garrote de «desmemoria», arrebatando de la vitrina del rejoneador Cañero las medallas concedidas al famoso caballista mucho antes de nuestra guerra civil. Este mamporro alcanza de lleno el prestigio de una corporación que lo está perdiendo a pasos agigantados. Alguien debería pedir tiempo muerto antes de que la idea de grabar el IBI de viviendas vacías o los desencuentros con el mundo cofrade sean los golpes definitivos para que alguno de los contendientes caiga inconsciente y sea necesario sacarlo del terreno.

Dice un proverbio alemán que «las ideas están exentas de impuestos». Conociendo el número y coste de los concejales y asesores en el Ayuntamiento de Córdoba, la exención será cosa de otras latitudes. Aquí, unas por inservibles y otras porque sólo buscan despertar demonios, algunas ideas pueden salir muy caras a los contribuyentes de Córdoba.

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