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HISTORIA

Cuando la Virgen de la Merced visitaba la vieja Prisión de Córdoba

La titular de la cofradía irá el sábado por primera vez al centro penitenciario de Alcolea

La Virgen de la Merced, en su visita a la cárcel en 1988 ANTONIO VARO

Antonio Varo

Desde el primer día, el promotor de la hermandad de la Merced , el párroco Manuel Márquez González, quiso que la Virgen llevara esa advocación: la presencia de la Prisión Provincial en la demarcación de su feligresía era un hecho lo suficientemente significativo como para que así fuera. La relación de la cofradía con la institución penitenciaria alcanzó sus momentos más intensos, no obstante, a finales de la década de los 80 . La imagen de la Virgen era nueva, de Antonio Buiza, el párroco Anastasio Andrada Mansilla y el hermano mayor Manuel Rodríguez Pino.

En esos años, durante la Cuaresma, el Señor de la Coronación era llevado en Via Crucis sobre su paso hasta el recinto carcelario, y la Virgen durante el rosario de la aurora de septiembre. En esos rosarios de la aurora, la hermandad formaba el cortejo con sus propios hermanos hasta la puerta de la cárcel . Allí había que esperar a que se abriera el primer portón, después del cual había un segundo. Los asistentes recibían una fuerte impresión en los breves momentos en que los dos estaban cerrados, porque uno de ellos, por seguridad, siempre debía tener el cerrojo echado. Al abrirse el segundo se accedía al patio de la cárcel, y allí la parihuela era recogida por reclusos, hombres y mujeres , para llevarla por el interior.

La Merced, en el patio de la prisión en 1988 ANTONIO VARO

En el patio, tras las rejas, los reclusos adultos asistían -no siempre en silencio respetuoso- a los rezos que lanzaba el párroco a través de la megafonía portátil. Después de rezar un misterio del rosario , y de rodear el perímetro del patio, se formaba la comitiva de regreso: nuevamente se abría el portón interior, y nuevamente el cortejo de la hermandad quedaba emparedado entre los dos muros hasta el cierre completo del primero, antes de que la apertura del portón externo diera paso al regreso a San Antonio.

Visitas de hermanos en Navidad

No sólo iba la hermandad a la Prisión con sus imágenes. En Navidad, varios hermanos de la Merced acudían al recinto penitenciario a acompañar durante unas horas a los reclusos, llevándoles villancicos y dulces de Navidad . Recorrían así las tres secciones: adultos, menores y mujeres, y los cofrades no podían dejar de estremecerse al ver a mujeres reclusas con niños muy pequeños, lactantes incluso: «¿Qué futuro -se preguntaban- pueden tener esos críos nacidos en la cárcel?» . Eso sí, algunas veces los internos de cualquiera de las tres secciones se dejaban llevar por el ambiente y rompían a cantar, no necesariamente villancicos: era la época de Los Chunguitos y Los Chichos , y sus canciones eran las que salían mayoritariamente de aquellos labios recluidos.

La Virgen de la Merced, accediendo a la prisión ANTONIO VARO

Algunos de los asistentes recuerdan la obsesión de esos reclusos por tener contacto con el exterior : a las chicas de la hermandad les pedían que les escribieran, y les daban su nombre y dirección (que era un apartado de correos, siempre el mismo); a los hombres, les rogaban con triste insistencia que les dejaran algo, algún objeto: un bolígrafo, un llavero, una prenda de vestir. También mantuvo la hermandad, durante un tiempo -siendo ya hermano mayor Miguel Ángel de Abajo- un servicio gratuito de asistencia jurídica que llevaba un abogado proporcionado por la cofradía. Algunos años, internos de la Prisión formaron parte del cortejo penitencial bajo el hábito mercedario, y hasta en alguna ocasión fue un recluso el pregonero de las fiestas de la Merced que se celebran en septiembre.

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