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SEGURIDAD

Temor en San Agustín por los okupas

Los vecinos tienen «miedo» de que entren en sus casas tras los intentos producidos

El estado que presentan numerosas viviendas y solares es proclive a la ocupación ilegal ÁLVARO CARMONA

ROCÍO LINARES

En cada una de las calles del castizo barrio de San Agustín de Córdoba se aprecia de un vistazo el vacío, que los vecinos justifican en el deterioro y la inseguridad de la zona. En el corazón geográfico de la Axerquía norte conviven los de toda la vida y «otros» que llegan, algunos incluso de forma ilegal, dispuestos a instalarse en una de sus muchas viviendas abandonadas.

«Tenemos miedo de que entren en nuestras casas», relata una vecina que presenció la última okupación que se produjo en el barrio, después de que intentaran abrir su casa pensando que estaba vacía. Prefiere guardar su identidad para evitar amenazas. «Aquí todos nos conocemos», se justifica.

«Eran las 4.30 horas de la madrugada y vi cómo arrancaban la reja y se metían por la ventana con unas linternas. No les fue ni difícil», comenta esta vecina, que se despertó al escuchar un ruido en su puerta. Ahora tiene nuevos «vecinos» y cuenta que no son muy ruidosos. No puede decir lo mismo de los ocupantes de dos pisos de un bloque en Simancas. «Se pelean entre ellos y la plaza parece un campo de batalla . Lo mismo se bañan en la fuente, que se ponen a cantar», relata. Este grupo lleva dos años en el barrio y son la causa de las recientes quejas vecinales y muchas llamadas a la policía.

Algunas casas están en ruinas, frente a otras de nueva construcción ÁLVARO CARMONA

Muy cerca de este bloque, una vecina cuenta casi en susurros que «por la calle hay que ir callado porque si vuelves la cara te preguntan que qué miras». Pero no cruzan conversación. De hecho, el grupo acusado de estos «jaleos» rechaza estos comportamientos y afirma que tampoco les gusta esta forma de vivir, aunque no tienen «otra cosa». «No nos metemos con nadie», insisten . Las dos versiones de una convivencia complicada.

La casa familiar de Rosario Jiménez, en la calle Hornillos, ha permanecido deshabitada once años hasta la madrugada de junio en que una de su ventanas sirvió como puerta para la entrada ilegal. La vivienda, que era de su abuelo, es ahora «propiedad de nadie» pues forma parte del plan de Rehabilitación de la Axerquía Norte y no puede ser comprada, vendida ni demolida hasta que la Junta de Andalucía actúe. A Rosario le preocupa que se hayan metido en la casa: «Nos da igual que la tiren, que se venda, pero que no dejen que se caiga» -comenta Jiménez- porque esa es la situación del inmueble, que se cae.

«Okupas buenos»

En San Agustín «no hay problema para okupar un solar o una casa» dice Rafael Soto , presidente de la asociación de vecinos, que no tiene queja de la seguridad porque dice que la Policía Local acude con frecuencia. Sí ha reprochado al Ayuntamiento que no tome medidas. Una protesta a la que se ha sumado el PP, que en palabras de su portavoz, José María Bellido, ha pedido al gobierno local que sea «beligerante» con los okupas.

Desde el Consistorio, el delegado de Presidencia, Emilio Aumente, le ha recordado que «la competencia en seguridad ciudadana es de la policía nacional y por tanto de la Subdelegación del Gobierno» por lo que el Ayuntamiento no es responsable de la situación del barrio.

La realidad es que hay una veintena de espacios -viviendas y terrenos- abandonados y, la mayoría, en estado de ruina. Sólo en la plaza hay cinco casas deshabitadas frente a cuatro en las que viven sus vecinos . También están las casas de la calle Humosa, dos números contiguos en los que «cuando quieran se meten con tiendas de campaña», según Soto. En el mismo estado se encuentra el edificio del colegio Luciana Centeno en la calle Costanillas o unos pasos más allá la casa del barbero.

En total hay cinco viviendas okupadas, y de éstas sólo tres dan problemas. «Es que hay okupas malos y okupas buenos» comenta Rafael. Estos últimos son los que, aún instalándose en un inmueble ruinoso, «cuidan y hacen arreglos para mantenerlo y poder quedarse ahí. Son además personas que hacen algún trabajo en el barrio y se integran». La otra versión de una problemática histórica.

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