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CRISIS SEPARATISTA

Agentes cordobeses en Cataluña: «Somos los malos de la película por defender España»

Varios agentes de Córdoba destacados desde hace semanas en la comunidad autónoma en crisis relatan para ABC sus vivencias en un territorio hostil

Agentes de la Policía Nacional en las calles de Barcelona JAIME GARCÍA

RAFAEL A. AGUILAR

ESTA es la historia de algunos hombres buenos, de funcionarios del Estado que llevan semanas fuera de su casa, a mil kilómetros de sus parejas y de sus hijos, que han cambiado el calor del hogar por el alojamiento impersonal en un hotel o del camarote de un barco anclado en el puerto de Barcelona. Sí, agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil con plaza en Córdoba y con una misión difícil en un territorio con frecuencia hostil: defender la ley y el orden constitucional en la Cataluña convulsa de este otoño. El estado de ánimo que reina entre ellos oscila entre el orgullo del deber cumplido y el férreo espíritu de servicio y, en el otro lado de la balanza, que es el más agrio, la incomprensión de no pocos ciudadanos del territorio al que han sido destinados por sus superiores.

«Nuestros hijos nos llaman y nos preguntan cuándo vamos a volver, y qué les vamos a decir si no sabemos ni que es lo que va a pasar mañana», se lamenta un policía cordobés integrado en la Unidad de Prevención de Acción que tiene su base en la ya famosa embarcación turística reconvertida en cuartel y fondeada en la capital de la comunidad autónoma catalana. Este agente, que presta su testimonio con la condición de que salga a la luz protegido por el anonimato, tiene claro cuál es papel en el proceso de independencia ilegal que ha impulsado el Gobierno catalán.

Los policías cordobeses están alojados en el barco atracado en el puerto de Barcelona ARCHIVO

«Nosotros somos agentes de la autoridad y lo que sentimos es que se están incumpliendo la Constitución y las leyes en general; no entendemos cómo no se actúa con el Código Penal en la mano, porque en otras circunstancias cualquier otro delincuente habría sido puesto ya en busca y captura por la autoridad judicial. La pregunta que nos hacemos es si el Código Penal es diferente de uno para otros», reflexiona.

El relato está marcado por el desgarro de la ausencia, por la herida de la soledad y también por la sensación de cierta impotencia ante lo que está ocurriendo. «Con el paso de los días todos los compañeros nos hacemos la misma pregunta: ¿qué va a pasar y cuándo pasará? Son muchas las incógnitas que circulan por nuestras cabezas sin encontrar una respuesta que nos tranquilice. El tiempo pasa sin parar, despacio... Y aquí seguimos».

Escasez de datos oficiales

Los datos oficiales acerca del traslado de miembros de la Guardia Civil y de la Policía Nacional a la Cataluña abundan por su ausencia, de manera que el cómputo se limita a las estimaciones que manejan las organizaciones que defienden los intereses de estos profesionales y que velan por sus condiciones de trabajo. Así, las fuentes consultadas del Sindicato Unificado de Policía (SUP) señalan que en la región en conflicto hay destinados unos treinta agentes destacados desde el pasado 29 de septiembre. «Viven en el barco, con todo lo que ello significa por mucho que tengan piscina y gimnasio», indicaron estos interlocutores. «Nuestros compañeros se encargan de diferentes misiones, pero sobre todo de la vigilancia de edificios e instalaciones públicas no sólo en Barcelona, sino por todos los lugares de los alrededores a los que los mandan», completaron.

Cuando su cometido les deja tiempo libre pasean por una ciudad en la que se sienten extraños. A cada paso su mirada se ensombrece por la distancia y por el recuerdo. «Nuestros familiares están preocupados por nosotros, claro que sí, sobre todo porque temen que la cosa vaya a mayores si el proceso independentista va a más. Lo peor es que a nosotros nos suena a risa todo lo que está pasando», confiesa el agente que ha aceptado dar su punto de vista para este periódico. «Esto nos está costando mucho a nivel personal, porque además de estar solos, sin nuestros seres queridos, vivimos en un alojamiento de pena y con incomodidades y los días se hacen cada vez más largos. Sólo esperamos que, por favor, el artículo 155 se lleve a cabo de una vez por todas para terminar con algo que debía haber terminado hace semanas».

Un coche de la Guardia Civil destrozado en el centro de Barcelona ARCHIVO

La prudencia es la nota dominante acerca de los detalles que él revela acerca de la misión que le ha llevado tan lejos de casa: «Nuestros servicios son de protección y seguridad, pero si le digo la verdad, tampoco sabemos a quién damos esa seguridad, porque no sabemos quiénes son nuestros enemigos: durante unos días nos hemos vistos odiados por catalanes independentistas y a los pocos otros catalanes nos han regalado flores», comenta.

Solos y «perseguidos»

Las vivencias de los guardias civiles cordobeses comisionados en Cataluña son muy parecidas a las del agente de la Policía Nacional ya citado. También amparado por el anonimato, uno de estos miembros del Instituto armado indica que se siente «solo y a veces perseguido porque algunas personas nos ven aquí como los malos de la película por defender España».

Todas esas ideas le atormentan en ocasiones en la clausura de la habitación del hotel en la que se aloja. «Es verdad que hay catalanes que nos apoyan, que incluso nos ofrecen ayuda y nos dicen hasta que en su casa hay sitio para nosotros, aunque lo dicen en voz baja por temor a represalias de sus vecinos, pero luego hay otros que hacen caceroladas en la puerta de los hoteles. Hemos tenido que aguantar hasta a los bomberos, que se han puesto algunas noches a molestarnos a conciencia con las sirenas para que no podamos descansar». 

«Nos miran mal»

«No tenemos sensación de peligro, ésa es la verdad, pero sí de ser mal mirados. No se explica de otra manera que a veces nos encontremos con barricadas o con otro tipo de obstáculos físicos para que no podamos pasar y hacernos difícil cumplir con nuestro trabajo, que es garantizar la seguridad en los puertos, en el aeropuerto y en los edificios públicos a los que nos manden los jueces», subraya este agente de la Benemérita, que es uno de los veinte que siguen en Cataluña dentro de la Unidad de Seguridad Ciudadana con base en la localidad de la Seu d’Urgell. Hasta el 10 de octubre había once agentes cordobeses más con destino en Salou.

En este punto la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) precisa que ha «estado muy pendiente a lo largo de las últimas semanas de la situación que vivían nuestros compañeros enviados como refuerzo a Cataluña y la conclusión es que hay un abandono por parte de los máximos responsables de Interior». Frente a la adversidad crece el espíritu de servicio de los hombres buenos: «Nuestros paisanos cordobeses han de saber que nos sentimos orgullosos de contribuir a que España siga siendo España en este delicado momento de nuestra Historia», concluye el policía anónimo.

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