solidaridad
Sirias sin fronteras
Siete mujeres montan una ONG para recoger alimentos, ropa, medicamentosy también empiezan a prestar asistencia fisioterapéutica en los campos de refugiados sirios de Jordania

Otoño de 2012. Un grupo de siete mujeres sirias establecen contacto gracias a las redes sociales. En todas ellas una preocupación: sus familiares y amigos que están en medio de un conflicto bélico que cada día se cobra la vida de, al menos, 150 personas. Hoy también. A través de las redes sociales se ponen en contacto y deciden actuar. Sólo dos de ellas viven en Jordania. El resto están repartidas por todo el mundo.
Hala Jadid vive en Granada desde hace trece años. Está casada y trabaja en un Instituto dependiente de la Universidad. Comienzan a recoger alimentos, ropa, medicamentos y también empiezan a prestar asistencia fisioterapéutica en los campos de refugiados sirios al norte de Jordania. Fruto de esa experiencia, las siete mujeres deciden organizarse para conseguir una mayor eficacia en su acción y crean Suriyat sin fronteras,sirias sin fronteras.
En Amman logran poner en marcha hace sólo unos meses una residencia o centro de asistencia post hospitalaria para continuar las curas y la rehabilitación de quienes cada día se ven obligados a abandonar su país. «No siempre se trata de combatientes», nos aclara Hala, «a veces se trata de personas a las que les ha explotado una bomba al lado de casa».
Con su voz suave, llena de matices orientales, Hala Jadid nos relata el caso de «un hombre que tuvo que ir dos días con su hija en brazos hasta llegar a la frontera jordana. Imagina lo que tuvo que sufrir…» Reconoce que la asistencia sanitaria que se presta a los heridos en este conflicto es buena pero «en los hospitales no tienen tiempo para rehabilitarlos». Estamos hablando de hombres que se han quedado sin piernas, sin brazos.
Como uno de los que mayor admiración ha despertado en todos los que están involucrados en este proyecto. Se trata de un combatiente. Hala no nos dice en qué bando estaba. Ni su religión. Y es que «no pertenecemos a ninguna organización política, social ni religiosa». Este hombre llega hasta ese centro de asistencia con un pronóstico realmente desolador. Tiene una bala incrustada en la columna vertebral. Sin embargo, gracias a los cuidados del fisioterapeuta y los enfermeros, confían en que pueda recuperar buena parte de la movilidad.
Casos como el de esta persona hacen que Hala y sus compañeras vuelvan a sus países «con una carga de esperanza muy fuerte» Precisamente es el ambiente de alegría de ese centro de rehabilitación y la colaboración de muchos sirios lo que está devolviendo la ilusión, poco a poco, a las víctimas de esta guerra. La semana pasada, sin ir más lejos, algunos voluntarios se ofrecieron para llevar de excursión a los que están en esa residencia de Suriyat sin fronteras.
En algunos casos no se puede hacer nada, pero en otros sí. Y ahí es donde cobran protagonismo los dos enfermeros, el fisioterapeuta, los voluntarios. Y el tesón de estas siete mujeres. Hala no puede ocultar su desconcierto ante la inactividad de las organizaciones internacionales y, con el mismo tono de voz que nos cuenta cómo atienden a los lisiados que llegan hasta su centro asistencial reconoce que «ya no van a intervenir» y añade que «la solución está cada vez más nublada». Ella tiene familiares y amigos en Damasco y otras ciudades sirias. Vive su particular calvario en la distancia. No puede ir a verles, a trasmitirles su apoyo.
Además no es nada fácil comunicarse telefónicamente o a través de skype con ellos «porque las líneas no están abiertas todos los días», de todas formas lo intentan continuamente. El centro cuenta con 25 camas para los hombres. Esta semana ya han inaugurado un segundo piso destinado a mujeres. Con cierto rubor reconoce Hala que «sólo hay diez camas para ellas». No han podido llegar a más. Esta mujer sabe de sufrimiento y de lucha. Su padre fue encarcelado durante el mandato de Hafez Al-Assad. Conoce perfectamente lo que supone el dolor de saber que alguien tan querido como un padre está siendo torturado injustamente. En la actualidad son más de cien mil los muertos en el conflicto bélico de Siria. Entre ellos 5.000 niños y 4.500 mujeres. 1.600 personas han muerto torturadas y hay 300.000 en la cárcel.
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