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GENTE

Las Cuchis, el glamour de las playas de Marbella

La muerte de Cuchi Sainz con los tacones puestos cierra la historia de uno de los grandes mitos de la época dorada de la ciudad

Ana y Cuchi Sainz con una clienta en su chiringuito de la playa ABC

J.J. Madueño

Ana y Cuchi Sainz sacaron a las grandes personalidades que llegaban a Marbella, a partir de los años dorados de los 70, de los grandes salones y hoteles para meterlos en la arena de la playa. Fueron el glamour en las zonas de baño, donde en su chiringuito Las Cuchis atendían siempre con una inmaculada presencia, aguantando horas sobre los tacones y luciendo sus joyas, mientras fregaban platos, hacían un buen gazpacho para combatir el calor o servían las mesas a los más ilustres invitados, como Sean Connery, James Fonda, Richard Burton o Liz Tylor. «Llegabas y las veías con su buen pedrusco en la mano sirviendo o fregando» , explica Itziar Chávarri, hija de Cuchi Sainz, la última de las hermanas en fallecer el pasado 30 de mayo en Marbella .

Fueron hijas de un importante empresario español que se marchó a Argentina para hacer patrimonio. Francisco Sainz «Pipo», como le llamaban sus familiares, se hizo rico con la venta de coches en el país sudamericano. Cuando amasó suficiente fortuna fue el promotor de una de las urbanizaciones más exclusivas de la época en Punta del Este (Uruguay). Allá iban las principales fortunas a veranear y fue donde comenzó el mito de Las Cuchis. Las dos hermanas llamaron así a una mansión donde hacían fiestas con los invitados más ilustres del mundo. Entre 1950 y 1975 alternaron Argentina y España, viviendo por todo el mundo y asentándose en la alta sociedad de las dos partes del Atlántico .

Pero la muerte de su padre las dejó en la ruina. «El socio las estafó. Sólo mantuvieron las propiedades en España, que era un terreno en Ibiza, un piso en María de Molina en Madrid y tres casas en Marbella», recuerda Itziar, quien explica que durante un año estuvieron viviendo en una portería de un edificio en Argentina , trabajando para poder comprar el pasaje para llegar a España. Lo hicieron en 1975, estuvieron unos meses en Madrid y luego se mudaron a Marbella, donde vendieron un apartamento para poder montar un pequeño restaurante en Puerto Banús . Sólo ocho mesas en un primer piso que las hizo resurgir.

Aquellas grandes personalidades de Punta del Este y de las recepciones por medio mundo, estaban en Marbella y, al saber que Las Cuchis estaban en la ciudad, llegaron a su restaurante, que en poco tiempo se quedó pequeño. Presidentes de gobiernos, nobleza, príncipes, artistas y estrellas de todo el mundo peleaban por una de las mesas que ofrecían las hermanas. « Fue Cayetana de Alba la que les dijo que montaran un chiringuito en la playa . Eran muy amigas y las convenció para construir Las Cuchis en la playa donde estaba su casa», recuerda la hija y ahora gerente del legado.

Las Cuchis fue la gran explosión. Un ganadero les dio acceso por su finca –ahora toda urbanización– y las colas fueron kilométricas. El que iba a Marbella tenía que comer en Las Cuchis . Estas hermanas que subidas en unos tacones y vestidas con alta costura servían las mesas con el mismo cariño y discreción a un príncipe y un simple turista que hubiera sido deslumbrado por el brillo de la ciudad. Allí se enamoraron Manolo Santana y Mila Ximénez o Isabel Preysler y Miguel Boyer, mientras Ana y Cuchi trataban de que la prensa dejara tranquilo Enrique Iglesias jugando en la playa.

Había mises que alucinaban al ver el rosetón de la primavera ensartado en oro que Ana Sainz lucía mientras cogía las comandas, sabedoras que era un regalo de Elio Berhanyer, que la tuvo como musa . La obsequió con el preciado tesoro que solo poseían otros dos grandes españoles como Manuel Pertegaz y Cristóbal Balenciaga, que también tuvieron a las hermanas como inspiración.

Simultaneaban el chiringuito con el restaurante en jornadas maratonianas, que le costaron cuatro marcapasos a Ana hasta que falleció en 1999 . Antes, en 1985 Las Cuchis fue derribado. Se mudaron a Playa la Fantástica, donde ahora está ubicado. Allí Itziar y Aco Chávarri –hijos de Cuchi– montaron un pequeño kiosco en el que vendían bocadillos, tortilla y gazpacho hechos por Cuchi en casa.

Fueron creciendo y el Ayuntamiento les dio la ubicación definitiva junto al Río Verde , cerca de Puerto Banús, donde siguieron recibiendo a las más ilustres personalidades, que nunca supieron la edad de Cuchi, que hasta el último minuto siguió cogiendo las comandas, yendo a misa en Nueva Andalucía y desayunando todas las mañanas un croissant mientras leía este periódico que les cuenta su historia.

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