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RUIDOS

Málaga estudia una moratoria de bares en el centro por el ruido

Negará para los locales que se traspasen nuevas licencias para restauración

Jóvenes se agolpan a la entrada de un bar de copas en la noche malagueña del jueves Francis Silva

JJ. MADUEÑO

Llega el fin de semana. Cae la noche y la céntrica plaza Mitjana se llena de gente para tomar una copa. Es uno de los principales puntos negros del ruido en Málaga, lugares que están en el mapa de exceso de ruido, en jaque por la contaminación acústica. El Consistorio tiene instalado incluso un audímetro, pero el problema persiste. «Se salen de los locales y los edificios son antiguos y no están insonorizados . En el silencio de la noche, la voz de los que están en la calle molesta», asegura José Manuel Carraso, que trabaja en un restaurante anexo a esta plaza y añade que cada fin de semana la Policía Local aparece con la libreta de multas. En áreas de este tipo, el Ayuntamiento se está replanteando la hostelería. Estudia si dejar de conceder licencias para esta actividad y si ponen en marcha una moratoria que impida que los locales que se traspasen puedan abrirse de nuevo como pub, bares o restaurantes en las calles catalogadas como «Zonas Acústicamente Saturadas».

Entre las áreas afectadas están en el centro y en Teatinos –donde sólo hay tres calles afectadas–, donde la actividad de los universitarios por la noche también molesta a los vecinos. En cualquier caso, es un problema de convivencia entre negocios, clientes y vecinos. «Hay que tener respeto y debe haber una llamada de atención. Sin embargo, los establecimientos no son sólo el problema. Hay que regular más cosas, como el que está con la flauta, las tunas o el de la guitarra. Ahora los jóvenes que tocan en la calle hacen conciertos con altavoces y amplificadores. Y ellos no son locales», señala Mehdi Cherroud, que apunta a que «hay que hacer algo para mejorar la convivencia», pero sin perder la esencia . «Los que vienen al centro buscan alegría. Eso no hay que perderlo. Málaga no puede perder una de las principales atracciones para los turistas, que es la alegría de su gente en las calles», señala Cherroud, que trabaja en uno de los restaurantes de calle Granada.

Hay quien ve la regulación innecesaria e invita al Ayuntamiento a mirar otros problemas de la ciudad más graves que los ruidos. «Somos la principal actividad del centro de Málaga y un foco de concentración de turismo. Llevo siete años regentando un local y ahora estamos duplicando ganancias por la llegada de turistas. Llegan al puerto y se reparten por los bares. Pensamos abrir más sitios, porque funcionan», explica Juan de Dios González, que regenta un local en la plaza de la Merced, otro de los puntos conflictivos, y que asegura que hay que fomentar la llegada de visitantes y para eso hay otros problemas que arreglar antes que los ruidos. «Antes de regular o prohibir nuestra actividad, en este punto, habría que solucionar el problema del Astoria , que es un foco de basura y ratas en la Merced», remarca González junto al emblemático edificio de los cines Victoria-Astoria.

Pero también hay quien ve en la restricción una oportunidad. « No es mala idea . La masificación puede ser un problema y hay que respetar a los vecinos. Hay demasiados establecimientos en el centro y demasiada demanda para los locales, que hacen que los alquileres sean prohibitivos», afirma Manolo Molero, que tiene cuatro restaurantes en el centro de Málaga, repartidos entre calle Alcazabilla, Granada y Méndez Núñez. «Hacen falta otro tipo de ofertas de ocio y rebajar las molestias a los vecinos . La gente hablando, música, el camión de la basura en la madrugada o el que baldea las calles molestan e impiden el descanso», concluye Molero.

El ruido no deja de ser un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento de Málaga. La polémica salta después de la crisis vivida en los colegios por los entrenamientos de los equipos, sobre todo, de baloncesto base en las pistas de los colegios. En aquella ocasión las denuncias de cuatro vecinos pusieron en jaque la actividad deportiva de más de un millar de niños, porque molestaban los sonidos generados en la cancha después de las ocho de la tarde.

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