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ENTREVISTA

Salvador Moreno Peralta: «La torre Pelli responde a un complejo de inferioridad; ¿no era ya icónica Sevilla?»

El arquitecto y urbanista malagueño arremete contra los agravios y emulación de catetadas» entre las ciudades andaluzas

FERNANDO DEL VALLE-

—Acaba de dimitir por el fraude de los cursos de formación el alcalde de Punta Umbría, que quería levantar torres de pisos cerca de la playa. ¿Le sugiere algo tal concatenación de circunstancias?

—Parece algo que atufa. No creo que la arquitectura de Punta Umbría necesite de torres. Especulación es una palabra demasiado gastada por tanto cabestro, pero huele a eso. Además de a torpeza y a falta de sensibilidad.

—En este caso, felizmente abortado, ni siquiera se ha recurrido al adjetivo «emblemático» para justificarlo...

—Ni falta que hace. Ya se ha abusado bastante de esa palabra para justificar desmanes. Tantos alcaldes de ciudades milenarias que han querido «situar su ciudad en el mapa», mediante la ejecución de un icono. ¡El icono de la Bernarda! Es todo profundamente hortera y sospechoso.

—En Marbella lograron tumbar el proyecto de las torres de 50 alturas. En esa protesta estuvo usted.

—No estoy en contra de la edificación vertical. Pero hay sitios y sitios. En San Diego o San Francisco hay edificios en altura, pero no en Santa Bárbara. En Marbella no se trataba de reivindicar la arquitectura en altura, sino que había un promotor con clientes rusos que querían ver el mar. Si Marbella necesita un icono es el de desarrollarse con decencia. Y la Junta, ahora que el Plan General está bloqueado por el Supremo, tiene mucho que decir.

—Siguiendo en alto, ¿qué le parece la torre Pelli de Sevilla?

—Innecesaria. Responde a un cierto complejo de inferioridad. Y eso tiene que ver con la forma en que actúan las ciudades andaluzas. Como si esto fuera un archipiélago de ciudades y no un conjunto vertebrado. Cada ciudad funciona por agravio comparativo con las demás. ¿No es suficientemente icónica una ciudad prodigiosa como Sevilla? Pues no. Hacía falta primero un marciano en la plaza de la Encarnación. Y luego, peor aún por su gratuidad, la torre Pelli.

—En Málaga ya se proyectan varios rascacielos...

—Efectivamente. En el morro del Puerto de Málaga una serie de catetos malagueños también quiere su icono. Pero es que todo es así. Un alcalde de Sevilla ebrio de azahar decidió que Sevilla tenía que tener un metro. Chaves, que no tenía ya nada que vender, se lo dio. A la media hora Málaga quería su metro sin pararse a pensar en si hacía falta o cómo se pagaba. Y luego vino Granada... Andalucía funciona a base de un efecto contagio de catetadas.

—¿No ha sido decepcionante el papel de la Junta como organismo vertebrador entre las capitales?

—Es el gran fracaso del gobierno regional. Y por eso se ve a la Junta como un estrato de la administración gratuito y retroalimentado. Nunca se ha pensado en que las funciones de cada ciudad sean complementarias, coadyuvantes y no fruto del agravio o la simple emulación. Es importante que haya ahora movimientos desde la sociedad civil.

—Hablaba antes del bloqueo del urbanismo en Marbella como una oportunidad para la Junta...

—Es un ejemplo perfecto para dibujar lo que ocurre. Hay que adaptar el plan del 86 a la LOUA y convocar un concurso para un nuevo plan. Y para todo eso, ¿vamos a tardar diez años? Hay que imponer al equipo que lo haga que lo termine en un año. Y la Junta ha de comprometerse a tener los informes en tres meses. Eso significa deshacer un montón de mitos de los que vive una administración parasitaria. Poner patas arriba todo un «modus operandi» hipertrófico que escudándose en derechos ciudadanos ha paralizado y esterilizado el funcionamiento de la administración.

—¿Eso sólo pasa en Andalucía?

—Ése es el gran problema del país pero especialmente de la Junta de Andalucía. Hay ejemplos de tramitaciones sangrantes, donde la arrogancia y discrecionalidad de algunos departamentos a la hora de emitir informes es inadmisible. Pues no tenemos más que ver nuestros índices socioeconómicos para para ver dónde estamos en el contexto español. Todas las autonomías han tenido su corrupción. Yo no imputo a los ERES o cursos de formación la postración económica de Andalucía, sino al entorpecimiento sistematico y la maraña burocrática en que se envuelven todas sus actuaciones. Por supuesto, yo cargo las tintas en el sector urbanístico. Pero intenta abrir una farmacia. Hay decisiones económicas en el mudo que se toman en cuestión de nanosegundos. Cómo puedes entonces dar una licencia o un permiso en meses o en años. Así no se es mínimamente competitivo.

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