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José Luis García Arboleya: «En política hay que saber decir “me he equivocado”, no pasa nada»

El exconsejero lidera el grupo de expertos al que Salud ha encargado la reorganización sanitaria en Málaga

El exconsejero José Luis García Arboleya, en los pasillos del hospital Civil de Málaga FRANCIS SILVA

FERNANDO DEL VALLE

Lleva de ocho años jubilado pero el cuerpo le pide guerra de nuevo. El exconsejero García Arboleya lidera desde hace un mes el grupo de expertos al que Salud ha encomendado la reorganización sanitaria de Málaga. «Ésta es mi ciudad, Carlos Haya mi hospital, tengo tiempo libre y algo entiendo del tema», justifica el meterse en tamaño berenjenal. Desde que dejó la primera línea de la gestión (en el año 2000) la sanidad se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza del Gobierno autonómico con manifestaciones masivas en la calle. Y aunque la clave sea la escasez presupuestaria, este alergólogo de 73 años también hace otros diagnósticos autocríticos.

-¿Pensó alguna vez en su etapa en la Consejería que se encontraría a miles de personas protestando en la calle contra su gestión?

-No se nos hubiera pasado por la cabeza. Había problemas económicos, pero no la actual crisis. Había protestas, tuvimos huelgas muy duras, pero nunca pensamos en algo así.

-¿Y qué cree que lleva a esto, además de la crisis?

-Cuando no salen las cuentas, una de dos: entras en impagos o deuda con los proveedores (que nosotros sí vivimos con intensidad en los años 90) o tienes que frenar inversiones y crecimiento. Y es lo que ha pasado.

-Pero mientras iba ocurriendo esto, nunca cesó el discurso de la administración sobre la «joya de la corona». ¿No ha faltado autocrítica?

-La autocrítica hace falta siempre pero no siempre se da. No hablo sólo de esta época, y menos de la Consejería de Salud. Ha habido conciencia de cosas que no se han hecho bien, como las fusiones, pero nunca se llegó a pensar que los errores podrían tener una repercusión social así. Y eso que lo de Granada era un tema muy evidente.

-¿Siempre lo vio así? No está de acuerdo con las fusiones, entiendo.

-No me gustan nada. Hay algunas, pocas, que son evidentes, pero esas las piden los propios profesionales. Nadie pondría el grito en el cielo porque en una provincia haya un solo servicio de neurocirugía. Pero el resto son ganas de meter el dedo en el ojo sin que haga falta. Tampoco ahorran mucho.

-¿Teme un rebrote de las mareas?

-Hombre, hay que dar un margen de confianza. Pero es que yo no temo a las mareas. Si aparecen o reaparecen es que algo está pasando. Hay que tener más contacto con las personas. A veces basta hablar con los profesionales para estar al día de lo que pasa.

-Ha faltado contacto, entonces.

-Yo no estaba y no lo sé. Es posible que se hayan hecho determinadas cosas sin escuchar. A mí también me pasó. Y lo que hay que hacer en política, no pasa nada, es decir «me he equivocado». La Consejería lo ha hecho. Ha dado marcha atrás y se han producido dos ceses importantes.

-La última encuesta Egopa situaba la sanidad como el tercer problema más importante para los andaluces. ¿Hay más arrechuchos en el sistema o es que la gente se queja de vicio?

-En absoluto, aunque puede haber personajes que manipulen a parte de la sociedad. La gente es libre de cargar contra determinados problemas, como las listas de espera o lejanía con ciertos servicios. Lo que ha ocurrido es simplemente que se ha dedicado menos dinero a remozar la sanidad y se han producido brechas que han sacado a la gente a la calle.

-No le veo muy de acuerdo con personajes como Spiriman

-Me parece falso que aparezcan magos o santos que se den cuenta de todos los males del mundo y sepan resolverlos. No tengo el gusto de conocer a Spiriman ni quiero descalificarlo. Pero la Consejería ha sido capaz de dar marcha atrás; a Spiriman parece que le cuesta más trabajo

-Habla mucho de escuchar a los profesionales pero no a los usuarios

-El sistema ha de hacerse pensando en el usuario. Para ello se puede hablar y preguntar a las asociaciones de pacientes o a las de vecinos, pero ellas no van a ser nunca las que diseñen un servicio de radiodiagnóstico. El paciente no puede decir cómo se saca sangre. A quien más hay que escuchar es al que trabaja aquí, y no hablo solo de los médicos.

-El problema presupuestario continúa. Dice el Consejo Consultivo que la futura Ley de Sostenibilidad del sistema arrancará sin financiación.

-Por lo que he hablado con el consejero y la viceconsejera, son conscientes de que el sistema necesita dinero para su mantenimiento. El derecho a la protección de la salud es constitucional pero hay que pagarlo.

-¿Ha sido la Atención Primaria la gran descuidada?

-Sí. A la Primaria hay que darle mucha más importancia de la que le hemos dado, y me incluyo. Si la Primaria funciona, la hospitalaria va a salir muy mejorada.

-¿Es síntoma del mal funcionamiento de la pública el auge que está teniendo la privada?

-Más bien es síntoma de que se ha despertado un cierto temor en economías medias y altas por lo que se está diciendo de la pública.

-Los problemas con Pascual siguen dando titulares, como en su época.

-Conozco poco el problema actual y no me puedo pronunciar. Personalmente me da mucha pena que el hospital de Pascual esté cerrado en Málaga, pero no sé quién tiene razón. Yo siempre he sido un gran creyente de la colaboración público-privada y de la política de conciertos.

-17 sistemas sanitarios diferentes con carteras de servicios distintos, ¿qué dicen de nosotros como país?

-Eso no tiene ni pies ni cabeza. El Ministerio no puede consentir que se vacune en un sitio y no en otro. Y si para cambiar esto hay que modificar la ley de sanidad, para eso está el Parlamento. Las comunidades se han pasado de rosca, sí, pero nadie las ha frenado. La autonomía en la sanidad es buena para la gestión, pero no para programar qué se asiste y qué no. Y aquí hemos hecho también alguna locura.

-¿Por ejemplo?

-Pues meternos en las operaciones de cambio de sexo para transexuales. Estoy profundamente orgulloso de haber tomado esa medida, pues está claro que se trata de una situación que debe ser atendida por los servicios públicos de salud. Pero Andalucía lo hizo sola, y quizás el Ministerio nos tenía que haber dicho en ese momento: «Arboleya, dónde vas».

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