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Tribunales

La nueva vida de la juez Alaya

Ha cambiado su horario, lleva asuntos diferentes, trabaja en equipo, sale a tomar café, ha visto reducida su escolta y hasta, a veces, habla públicamente

La juez Mercedes Alaya J. M. SERRANO

MERCEDES BENÍTEZ

Más de año y medio ha pasado desde que sustituyera su despacho en el juzgado de instrucción número seis de Sevilla por una sala en la Audiencia Provincial, un tiempo en el que la vida profesional de Mercedes Alaya ha cambiado considerablemente . Ya no lleva el voluminoso sumario de los ERE que, desde que ella se marchó está en manos de María Núñez Bolaños, pero Alaya s igue teniendo quehacer , aunque se trate de una tarea bastante distinta a la que desempeñaba anteriormente. Tanto en las formas como en el fondo.

En lo formal ha cambiado la segunda planta de los juzgados por una sala de la tercera planta de la Audiencia de Sevilla y ha pasado de trabajar ella sola a hacerlo en unas dependencias que comparte con tres de los otros cuatro jueces que componen la sección VII de la Audiencia Provincial de Sevilla ya que en estos órganos sólo el presidente dispone de despacho propio. Ella trabaja codo a codo con los otros tres magistrados .

El cambio también se ha materializado en los horarios ya que en esa sala las deliberaciones son a las nueve de la mañana , lo que la obliga a llegar muy temprano al juzgado y a cambiar su hábitos. Si antes aterrizaba en el Prado de San Sebastián a media mañana, ahora debe estar muy temprano . Cada día lo hace acompañada de su escolta que la deja en las puertas de la Audiencia de Sevilla. Y también suele marcharse a la misma hora que el resto de sus compañeros, sobre las tres de la tarde . Para la memoria quedan aquellas famosas madrugadas de interrogatorios de los ERE. Ahora la juez, salvo en contadas excepciones, sale del trabajo a la hora de comer.

En cuanto al acompañamiento también ha habido modificaciones. Alaya, que lleva escolta desde que en 2013 fuera increpada por un escrache a las puertas de los juzgados, sigue con servicio de seguridad, aunque sea algo más reducido ya que el pasado verano se acordó la reducción de ese servicio. Casualmente uno de sus antiguos escoltas acompaña ahora a la esposa de otro alto cargo.

La juez Alaya también ha adoptado nuevos hábitos. Si en otros tiempos apenas salía del edificio como no fuera al terminar su jornada, ahora no es raro verla a media mañana en las cafeterías cercanas al Prado de San Sebastián como la mayoría de magistrados. Normalmente comparte ese rato con algunas compañeras de su sección como Esperanza Jiménez o Ángeles Sáez. No hay testigos que la hayan visto con Juan Romeo o Javier González, los otros dos jueces de la sala.

Ahora también habla públicamente aunque, de momento, casi siempre en foros jurídicos. Además de la conferencia que ofreció recientemente en Granada, dio otras en Madrid y Sevilla y ha hecho algunas declaraciones a periodistas en las que ha mostrado su preocupación por la independencia judicial.

En cuanto a la organización de la tarea, la juez también ha debido cambiar el chip . Ya no tiene macro sumarios de miles de folios como los ERE, los cursos de formación o Mercasevilla. Ni largos interrogatorios, ni trabaja ella sola. Debe hacerlo en equipo . Y los cometidos son algo distintos. Le tocan recursos o juicios en los que debe ponerse de acuerdo con sus compañeros ya que, a excepción de cuando tiene que presidir algún jurado, las deliberaciones se hacen normalmente entre varios jueces.

Cuentan que en esa tarea ha tenido alguna diferencia de criterio, siempre estrictamente procesal, con sus nuevos compañeros. Sobre todo porque en los juicios, «quería ser más activa» preguntando en la vista oral como hacía habitualmente en sus tiempos de instruir diligencias previas. Algo en lo que no suelen prodigarse los magistrados cuando presiden un juicio. «Normalmente no suelen preguntar, ella sí quiere hacerlo» , aseguran.

Pero en los nuevos tiempos también se ha encontrado asuntos de trascendencia como el juicio del bolso de Loewe o el recurso sobre el caso de la mina de Aznalcóllar. Y ha vuelto a ver como instancias superiores le revocaban alguna decisión judicial como le ocurrió con la sentencia de la exalcaldesa de Bormujos, algo «dentro de lo normal» en el ejercicio de su profesión.

Han cesado es los ataques de los que era objeto habitualmente pero hace sólo unos días, en el juicio de la trama de la venta del suelo de Mercasevilla, los abogados de las defensas volvieron a la carga cuestionando su forma de instruir y la acusaron de falta de imparcialidad aunque finalmente la magistrada que preside la vista oral los rechazara. Lo que no ha cambiado es su club de fans en Facebook, que sigue teniendo más de 51.000 «Me gusta» . Ni su inseparable trolley. Cada día la juez Alaya sigue tirando del carro.

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