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JUEGO

El otro lado de las timbas ilegales de póquer

Al margen de los campeonatos y los casinos legales, por toda Andalucía se organizan partidas clandestinas

Fichas y dinero requisado a un casino ilegal desmantelado por la Policía Autonómica EFE/RAÚL CARO

P.D.A.

Lejos del glamour de los casinos que nos venden en las películas, y de esos torneos llenan horas de programación en las madrugadas televisivas, el juego del póquer muestra su cara más turbia en las numerosas partidas clandestinas que cada semana se celebran en distintos puntos de la comunidad y en las que se mueven grandes cantidades de dinero. Una realidad que supone una condena para muchas familias y contra la que tratan de luchar las autoridades en una región que siente una especial seducción por el juego ilegal.

Uno de los encargados de descifrar las claves de un mundo oscuro y hermético es el inspector Juan Miguel Jiménez . Investigador de la Policía Nacional adscrito a la Policía Autonómica, desde 2012 está al frente de la Sección de Juego en Málaga, una provincia que ha sido escenario de algunas de las más importantes y recientes operaciones contra esta actividad ilegal.

Tras años de trabajo, la primera conclusión a la que ha llegado es que es prácticamente imposible establecer un perfil definido de los jugadores de timbas de póquer ilegales. Desde trabajadores a desempleados, pasando por pensionistas o empresarios de postín que apuestan grandes cantidades en partidas organizadas en Marbella.

Jiménez defiende la no implicación emotiva de sus agentes, pero en su memoria tiene un buen número de casos que ponen de relieve los microdramas que se esconden detrás de cada mano de cartas. «Recuerdo cómo a nuestro subinspector acudió una mujer para pedirnos ayuda entre lágrimas porque su marido se había gastado 500 euros en una noche o una ocasión en la que un jugador puso sobre la mesa las llaves de su coche para hacer una apuesta», relató.

La historia de un jubilado al que sorprendieron en una timba gastándose el dinero de la pensión a pesar de que la necesitaba para atender a su esposa inválida es otra de las que impresionaron a los agentes de la Sección de Juego de la Policía Autonómica , que en otra intervención contra el póquer ilegal se toparon con un tratante de animales que se iba a sentar a la mesa con 3.000 euros en el bolsillo que acaba de ganar tras cerrar un negocio.

Dentro de este heterogéneo espectro, sólo hay un nexo de unión: la necesidad enfermiza por jugar . Una condena que se lleva por delante vidas y familias y que fomenta esta actividad ilegal para alimentar un negocio millonario.

El citado inspector explicó que las normas de los casinos «expulsan» a los jugadores de timbas ilegales, que persiguen premios más elevados y un ambiente laxo donde fumar, beber, consumir drogas y, lo más importante, carente de cualquier tipo de control.

Los establecimientos autorizados, señaló el investigador, tienen sus reglas y suelen ser muy estrictos con las personas que tienen problemas con el juego y se autodenuncian para que se les impidan la entrada; mientras que en las timbas no hay filtros «mientras tengan dinero».

Casinos ilegales

«La gente que vive del póquer, los profesionales, se mueven en el círculo de los casinos legales» , aclaró, para circunscribir la otra opción, casi en exclusividad, a jugadores con problemas que persiguen la «clandestinidad» . «En estos ambiente no hay control alguno», reiteró el agente, quien recordó que, «en una ocasión, entramos en un local donde se estaba jugando y en la misma habitación había un grupo de niños viendo un partido de fútbol en la tele».

¿Pero cómo son esas partidas? ¿Qué ambiente se percibe? ¿Cuáles son sus reglas? ¿Cómo se organizan? Juan Miguel Jiménez destaca en primer lugar que se trata de un círculo cerrado donde es difícil penetrar porque adoptan medidas de seguridad para no ser detectados. Las partidas y la información sobre los lugares donde se iban a celebrar se comunicaban a través de foros y páginas de internet, que eran debidamente vigilados por los policías, pero ahora se realiza a través de grupos de WhatsApp a los que se agrega a los potenciales jugadores.

Los organizadores de las partidas suelen tener dos modalidades de «cobro»: o un 10% de la cantidad total que se juegue o cobrar a cada persona una tarifa de juego que suele rondar los 25 euros. Esta se vuelve a abonar si alguna se levanta de la mesa y después decide reengancharse. A pesar de lograr buenas cantidades, la mayoría de ellos se declara insolventes para no hacer frente a las severas multas que les imponen cuando son «cazados» promoviendo esta actividad irregular.

En estas partidas se mueven importantes cantidades de dinero que pueden llegar a los 30.000 euros, por lo que «hay personas que viven sólo de esto». «Hay gente a la que le hemos “dado” hasta tres veces y nos han confesado que van a seguir haciéndolo», manifestó el agente, que puso un ejemplo para dimensionar este negocio: «en un registro que hicimos en Campanillas localizamos pagos con tarjeta realizados por los jugadores que oscilaban entre los 300 y 400 euros».

Los impulsores de estas timbas, en ocasiones, tratan de maquillarlas de legalidad constituyéndose como asociaciones o clubes cuya supuesta función es la enseñanza del póquer, según destacó Jiménez, quien añadió que detrás se esconden «auténticos casinos ilegales». Aunque un garito a puerta cerrada suele ser el lugar habitual donde se celebran estas partidas, los agentes tienen informaciones de viviendas desperdigadas por la Costa del Sol que son «auténticos casinos ilegales» donde también se realizan todo tipo de apuestas y que cuentan con crupiers profesionales, mesas de lujo y cámaras y servicio de seguridad.

Pero alejado de este aspecto que algunos podrían considerar como glamuroso , lo cierto es que estas timbas de póquer ilegal no pueden desprenderse de ese aura de submundo y clandestinidad que las rodea. Un ambiente en el que también afloran los más bajos instintos. El inspector Juan Miguel Jiménez afirmó que los ajustes de cuentas están a la orden del día y que en ocasiones son las peleas que se producen a las puertas de los locales las que delatan la ubicación de las partidas. Broncas, de las que suelen informar los vecinos, que en ocasiones están motivadas por jugadores que creen haber sido víctimas de trampas o que tienen algún tipo de manía.

El inspector Jiménez explica que la lucha contra esta actividad ilegal se enmarca dentro del ámbito administrativo y que pocas veces se adentra en el penal. Como recuerda la Junta de Andalucía : «El juego es una actividad regulada por ley y su práctica está sujeta al cumplimiento de una estricta normativa. Los locales y personas que organizan actividades ilegales –en este contexto- perjudican a los establecimientos y entidades que sí cumplen la legislación y suponen un menoscabo al erario público, ya que no abonan las tasas e impuestos correspondientes. Además, este tipo de actividades irregulares constituye una vulneración de las condiciones técnicas y de seguridad que deben tener este tipo de locales».

Para que, por ejemplo, se pudiese imputar un delito fiscal , por ejemplo, la cantidad mínima defraudada debe superar los 120.000 euros, un importe que es casi imposible verlo en este tipo de partidas clandestinas.

A esta limitación a la hora de poder actuar con más contundencia, se suma el hecho de que los organizadores están cambiando su modus operandi y convocando a los jugadores en casas privadas, donde los jueces son más reacios a otorgar órdenes de entrada y registro.

Un nuevo contratiempo al que los agentes de la sección de Juego de la Policía Autonómica saben cómo hacer frente: «trabajo de investigación»

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