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Kennedy no fue «Charlie»… fue «berlinés»

El lema «Yo soy…» de los atentados de París tiene su origen en el histórico discurso del presidente de EE.UU., en Berlín, dos años después de levantarse el muro

Kennedy no fue «Charlie»… fue «berlinés»

ISRAEL VIANA

Cuando Joachim Roncin se levantó la funesta mañana del 7 de enero, no sabía que haría historia al usar, sin saberlo, la fórmula de Kennedy en el discurso que pronunció, en Berlín, el 26 de junio de 1963: « Yo soy berlinés », dijo el presidente de Estados Unidos a los cientos de miles de alemanes reunidos frente al Rathaus Schöneberg, solo dos años después de la construcción del muro.

«Como hombre libre, yo digo con orgullo las palabras: "Ich bin ein Berliner"»

Aquella sencilla frase fue el antecedente del lema que hoy usa todo el mundo para las causas más dispares y que este director artístico internacionalizó tras los atentados contra «Charlie Hebdo», gracias al enorme poder de difusión de las redes sociales. El director artístico se despertó conmocionado con la noticia e improvisó rápidamente, sin reflexionar mucho, un mensaje de solidaridad. A continuación, lo compartió con sus 400 seguidores de Twitter y se fue a comer sin darle más vueltas. Al regresar, su «Je suis Charlie» sobre fondo negro había sido difundido por cientos de miles de personas. Una semana después, ya eran más de siete millones.

El discurso de Kennedy también fue viral, a la manera en que lo eran las noticias en la Europa sin internet de 1963. Fue reproducido por los medios de comunicación de medio mundo. ABC le dedicó un artículo al día siguiente con el titular: «Como hombre libre, proclamo: soy ciudadano de Berlín». Ese mensaje tenía una fuerza poderosa si tenemos en cuenta quién, dónde y cuándo se pronunció: el presidente de Estados Unidos, en plena Guerra Fría, con motivo del decimoquinto aniversario del bloqueo de la ciudad impuesto por la URSS en 1948. Un bloqueo que duró casi un año y que, además de la tensión política que generó entre las potencias mundiales, es recordado por la ingeniosa estrategia de aprovisionamiento de la población berlinesa occidental llevada a cabo por los ejércitos aliados, lanzando las provisiones por medio de aviones.

Kennedy utilizó aquella fórmula hasta en dos ocasiones en aquel discurso que ha pasado a la historia como uno de los mejores y más citados del presidente estadounidense. Dos semillas que vuelven a germinar hoy con fuerza. La primera, nada más comenzar el discurso: «Hace dos mil años, no existía mayor orgullo que decir "civis romanus sum", "yo soy un ciudadano romano". Hoy, en el mundo de la libertad, no hay mayor orgullo que poder decir " ich bin ein Berliner ", “yo soy berlinés”». La segunda, para cerrarlo: «Todos los hombres libres, vivan donde vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo digo con orgullo las palabras: "Ich bin ein Berliner"».

Ahmed, Kouachi, Coulibaly

Cuando se difundió el «Je suis Charlie», la primera imagen que circuló de los atentados de París no tenía ninguna relación, sin embargo, con los dibujantes de la revista satírica, sino con el asesinato a sangre fría de Ahmed Merabat, el policía que recibió un disparo en la cabeza de uno de los hermanos Kouachi. Al día siguiente, no tardó mucho en difundirse también el lema de «Je suis Ahmed». «Yo no soy Charlie, soy Ahmed, el policía muerto. Charlie ridiculizó mi fe y cultura y morí defendiendo su derecho a hacerlo», tuiteó el activista y escritor árabe Dyab Abu Jahya , que hizo referencia a la expresión del filósofo francés Voltaire.

«Yo no soy Charlie, soy Ahmed, el policía muerto. Charlie ridiculizó mi fe »

La fórmula de Kennedy volvía a la actualidad con fuerza. Algunos expertos han llegado incluso a analizar la estructura gramatical de la frase, calificándola de la más sencilla, pero al mismo tiempo la más efectiva. Una construcción corta e impactante que no necesita rima –como la mayoría de los eslóganes de las manifestaciones–, con sonoridad en todos sus elementos, pero que alcanza su pico y su mayor caída en la última palabra, y que refuerza enormemente el sentimiento de grupo.

Tal es así que todos los bandos han querido hacerla, quizá buscando el efecto del hastag #jesuischarlie, que se convirtió en uno de los más tuiteados en la historia de la red social: 6.500 veces por minuto y unos 3,4 millones de tuits en apenas 24 horas. En una escuela de secundaria de París hubo alumnos que exhibieron un cartelito que decía « Yo soy Said », el nombre de uno de los hermanos yihadistas asesinos. Varias páginas web de ayuntamientos navarros sufrieron ataques informáticos y presentaron mensajes a favor de ISIS –la antigua denominación del Estado Islámico–, con frases que decían « Je suis Mohamed , je suis ISIS».

Las respuestas al «Je suis Charlie» no se quedaron ahí. En Twitter hubo llamamientos para difundir el eslogan «Yo soy Kouachi» o «Yo soy Coulibaly», este último, apellido del autor de la toma de rehenes en un supermercado judío de la capital francesa.

De Nisman a Miguel Ángel Blanco

Menos de un mes después de de estos atentados, usuarios de las redes sociales en Argentina convocaron una marcha a la Plaza de Mayo a través de la consigna #YoSoyNisman, convertida rápidamente en «tredding topic» tras la conmoción por el hallazgo del cadáver del fiscal Alberto Nisman, que denunció la semana pasada a la presidenta Cristina Fernández.

Algunos internautas han difundido el mensaje de «Yo soy Miguel Ángel Blanco»

Dos años antes, ya vimos esta fórmula utilizada con Malala Yousafzai, la niña ganadora del Premio Nobel de la Paz. A sus 16 años, esta estudiante pakistaní recibió el prestigioso galardón por su defensa del derecho a la educación de las mujeres de su país, por lo que sufrió un feroz ataque por parte de un grupo talibán que a punto estuvo de costarle la muerte. Tal fue el impacto de su historia, que muchos quisieron solidarizarse con ella a través, una vez más, de esta fórmula: «Yo soy Malala». La autobiografía que escribió con ayuda de la periodista británica Cristina Lamp , convertida en existo de ventas, también llevó ese mismo título.

El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, se apropió del eslogan durante un mitin multitudinario celebrado en el centro de Kiev, hace dos semanas, al término de una marcha por la paz y contra el terrorismo que se convocó bajo el lema de « Yo soy Volnavaja ». «Ucrania está más unida que nunca» y no cederá «ni un solo palmo» de su territorio, aseguro en referencia a conflicto que mantiene con Rusia en el territorio de Crimea. La manifestación fue convocada en las redes sociales, en memoria de los doce civiles muertos en la localidad de Volnovaja, cuando un proyectil impactó junto a un autobús de pasajeros.

Algunos internautas han ido más allá y han difundido el mensaje de «Yo soy Miguel Ángel Blanco», en recuerdo del concejal del PP asesinado de un tiro en la nuca por ETA , en 1997. «Aquellos días, casi todos éramos Miguel Angel», comentaban. La Iglesia española celebró también en enero la Jornada de la Infancia Misionera, una institución que financió, en 2014, casi tres mil proyectos educativos, de salud y de evangelización bajo el mismo lema: «Yo soy uno de ellos». E incluso Dalí hizo suya la fórmula cuando afirmó aquello de « Yo soy el surrealismo », cuando sus compañeros intentaron «expulsarle» del movimiento. Da la sensación de que, en estos días… todos somos Kennedy.

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