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historias del la corona

La Constitución también discrimina a los hombres

La esposa del Rey es la Reina, pero el marido de la Reina solo es el consorte y recibe el título de Príncipe

La Constitución también discrimina a los hombres ABC

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

Ni una sola voz ha salido en defensa de los hombres. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que cuando se reforme la Constitución habrá que modificar el artículo que da preferencia a los varones sobre las mujeres en la Sucesión a la Corona. Sin embargo, nadie ha expresado hasta ahora su discrepancia con la discriminación que afecta a los consortes de las Reinas.

Dice el artículo 58 que «la Reina consorte o el consorte de la Reina... ». Es decir, que no existe el Rey consorte. Por si cupiera alguna duda, el Real Decreto 1368/1987 de 6 de noviembre es rotundo: «La consorte del Rey de España, mientras lo sea o permanezca viuda, recibirá la denominación de Reina y el tratamiento de Majestad». Y añade: «Al consorte de la Reina de España, mientras lo sea o permanezca viudo, corresponderá la Dignidad de Príncipe».

En definitiva, mientras que a la Reina consorte le corresponden honores de Rey y el tratamiento de Majestad, el marido de la Reina tendrá que conformarse con ser Príncipe, con recibir el tratamiento de Alteza Real y los honores correspondientes a su Dignidad.

Si la Constitución no se modifica antes, cuando la Princesa Leonor sea proclamada Reina, su marido será Príncipe, aunque si ella lo desea podrá corregir esta desigualdad con una modificación del citado Real Decreto y conceder a su cónyuge la denominación de Rey consorte y el tratamiento de Majestad. De hecho, la última Reina titular de España, Isabel II, otorgó el título de Rey consorte a su marido, Francisco de Asís.

En este caso, España no es una excepción. También las otras Monarquías incluyen esta discriminación a los cónyuges de la Reina. Por ejemplo, el marido de la Reina Isabel II de Inglaterra no es el Rey consorte sino el Duque de Edimburgo. Probablemente el origen de esta práctica esté en tiempos no tan lejanos en los que los maridos aspiraban a influir en las decisiones de sus mujeres. Al marcar la diferencia en los títulos, quedaba claro quién era el que mandaba en los asuntos de Estado.

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