Hazte premium Hazte premium

exposición

Carmen Laffón: «En algunas exposiciones he llorado de angustia»

La pintora y escultora sevillana expone su obra más reciente en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo

Carmen Laffón: «En algunas exposiciones he llorado de angustia» raúl doblado

jesús álvarez

Carmen Laffón, la pintora sevillana más importante del último medio siglo, acaba de ver cómo se ha saldado una deuda histórica que había contraída con ella en esta ciudad desde hace mucho tiempo. Así, se acaba de inaugurar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo la muestra «Carmen Laffón. El paisaje y el lugar». Pero lo más atractivo que presenta la propuesta del CAAC es que esta muestra no se trata de una retrospectiva o de una antológica, sino que en ella se podrá ver el trabajo más reciente —desde el año 2000— de una persona que cada vez se encuentra más libre en su lenguaje y que es capaz de sorprender al espectador con una mirada renovada y con planteamientos totalmente originales. La artistaha ofrecido una entrevista en exclusiva a ABC.

El color de las uvas, y más aún las de Sanlúcar de Barrameda, no es siempre el mismo, como puede verse en una de sus impactantes instalaciones, hechas en bronce, con un primor marca de la casa. Enfrente, uno puede ver 19 imponentes paneles que son un completo tratado del uso del color que ha hecho de Carmen Laffón la más brillante representante del realismo lírico español, aunque ella nunca militara en esa ni en ninguna otra corriente artística. Laffón sigue siendo una especie de «verso suelto» que ni se apuntó a la moda de lo abstracto cuando coincidió con Rafael Canogar, Lucio Muñoz, Eusebio Sempere, Fernando Zobel o Pablo Palazuelo en la galería de Juana Mordó, hace ya unas cuantas décadas. «Su obra ha estado en el límite de la abstracción, pero ella siempre ha permanecido fiel a sí misma, a su libertad creativa», comenta Juan Bosco Díaz-Urmeneta, comisario de esa exposición. Y ella añade: «Me encanta lo abstracto y la verdad es que no tengo nada figurativo en mi casa».

La artista sevillana es perfeccionista a más no poder y retoca hasta pocas horas antes de la inauguración algunas de sus obras: pone un poco de color de aquí, o quita una mancha blanca apenas perceptible en un paisaje. Para una de sus instalaciones, la de las uvas de bronce, ha traído tierra de Sanlúcar. La luz es su religión artística y nadie la conoce mejor que ella, tras tantas décadas contemplando las puestas de sol de Sanlúcar.

Preguntada por cuál de las ciudades en las que se ha formado le ha influido más, si París, Madrid o Roma, la sevillana responde que «Roma me encanta, pero Madrid ha sido para mí como mi segunda ciudad. Mi madre era madrileña e iba mucho con mis abuelos. He vivido allí y mi trabajo ha estado muchas veces allí, me la conozco divinamente y me encanta. Con la galería de Juana Mordó abrí mi trabajo al mundo».

Carmen Laffón, que nació en el seno de una familia acomodada y muy culta, no fue al colegio. Estudió en casa hasta los 15 años, cuando se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla: desde allí iría a Madrid y a otras capitales europeas a continuar su formación. «Como no conocí otra cosa, a mí me pareció natural que los profesores vinieran a casa y no ir yo al colegio», comenta. Empezó a pintar antes de los 15 y tenía un profesor de Dibujo que descubrió su talento y la animó.

Muchos años más tarde sería ella la profesora en la Escuela de Bellas Artes, de la mano de Miguel Pérez Aguilera, cuya impronta dejó huella en la propia Carmen y en muchos de los mejores pintores sevillanos actuales. «Quería muchísimo a Miguel y disfruté mucho como profesora, pero tras varios años dando clases me las pusieron a una hora en la que tenía que pintar. Y eso no», confiesa.

Sanlúcar, Sevilla y el Guadalquivir han sido constantes en su obra paisajística. Hizo uno de los primeros dibujos que ha hecho un artista de la orilla de la Cartuja. En los años 60 hubo un proyecto para edificar 75.000 viviendas en la Cartuja, al que se opusieron arquitectos como Pérez Escolano o Vázquez Consuegra, entonces muy jóvenes. Laffón recuerda en esa época que «vinimos a trabajar aquí para pintar esta orilla tan desconocida, pero ya habían entrado unas máquinas que se empezaron a cargar el paisaje».

«La inspiración te tiene que venir trabajando»

A Carmen no le enganchó «La isla mínima», de su paisano Alberto Rodríguez, pero sí su fotografía, basada en un trabajo de Atín Aya. «El paisaje de la marisma es espectacular», reconoce. «Yo es que no sé si dibujo o no», confesaba Carmen a Bosco Díaz-Urmeneta, horas antes de la inauguración. Esta muestra demuestra que sí, que detrás de cada mancha hay un dibujo detrás. Y un dibujo muy currado, porque Laffón es una trabajadora del arte que se toma muy en serio su profesión, aun a sus 80 años. «Me levanto pronto y a eso de las 9 ya estoy pintando. Trabajo casi todo el día. Como un poco, descanso, me doy un baño, doy un paseo y luego vuelvo al estudio. La inspiración te tiene que coger trabajando», comenta. Se ve que ella cree más en lo segundo que en lo primero.

Carmen confiesa que le gustan las exposiciones, salvo las suyas. No recuerda con especial emoción ni la primera que hizo en el Ateneo de Madrid, cuando empezaba su carrera, ni la gran retrospectiva que le dedicó el Reina Sofía, templo del arte contemporáneo en España, en 1992. «Sé que hay que hacerlas —dice—, pero no tengo ninguna predilecta, salvo la que hice en el monasterio de Silos. Fue muy agradable el ambiente y ahí sí que me sentí muy a gusto». En otras, como en Logroño o Madrid, incluso ha llorado de angustia. «Es como desnudar tu intimidad y es algo que me cuesta mucho», dice.

Preguntada por si cree que es lenta pintando, Carmen Laffón reconoce que «depende. Pero yo tardo, sí. A veces los guardo y luego los vuelvo a sacar. Algunos se me atascan, pero tampoco tardo tanto». En cuanto a si comprende al pintor Antonio López, que lleva 20 años con su retrato de la Familia Real, la artista sevillana responde sonriendo: «Antonio tiene otra forma de trabajar: es más preciso y minucioso. Yo no tardé tanto en pintar al Rey, no sé si 4 ó 5 años. Fue un buen modelo, se estaba quieto, aunque mis mejores retratos fueron los de Mariano Rubio y los de Luis Ángel Rojo».

También hizo un retrato de Miguel Blesa, entonces presidente de Caja Madrid, tasado en 159.000 euros. «Tengo que aceptar estos encargos para poder vivir y también para poder hacer lo que me gusta», dice, mirando la serie sobre el Coto de Doñana que ocupa una sala entera del CAAC. El colorido es asombroso, como el primor de su pincel. «Blesa no fue tan buen modelo como el Rey. Era más nervioso y se movía más, pero conmigo fue muy agradable. Cuando terminé el cuadro y lo envié a Caja Madrid, él ya había dimitido. Creo que no llegó a verlo», dice.

Una vocación campera

Preguntada por si no hubiera sido pintora qué le habría gustado ser, la creadora la tiene claro: «Habría sido campera. Me encanta el campo y la huerta. Y la manzanilla de Sanlúcar, que es muy suave. Una copita antes de comer sienta muy bien». De hecho, Laffón tiene en su casa de La Jara, en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, un pequeño viñedo que un agricultor vecino recolecta y, luego, embotella. También posee allí un estudio desde el que pinta el Guadalquvir y el Coto de Doñana.

Por último, Carmen Laffón se sincera y confiesa por qué no le gusta hablar con los periodistas: «Es que lo importante es la obra, no el artista. El artista habla a través de su obra. Lo que yo piense o mi vida personal, aparte de que es cosa mía, es lo de menos. ¿Es o no?».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación