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Semana Santa de Sevilla

arte

Santiago Martínez, el discípulo predilecto de Sorolla que el tiempo olvidó

El artista diseñó en Sevilla fuentes y glorietas para la Exposición del 29 y el paso de la Soledad de San Lorenzo

Santiago Martínez, el discípulo predilecto de Sorolla que el tiempo olvidó abc

andrés gonzález-barba

Santiago Martínez Martín (Villaverde del Río, 1890-Sevilla, 1979) ha sido uno de los grandes artistas que ha dado nuestra tierra pero que peor reconocimiento han tenido conforme han ido pasado las décadas después de su muerte. No sólo fue unos de los discípulos predilectos de Joaquín Sorolla , sino que además destacó en otras muchas facetas además de la pintura, ya que realizó numerosos trabajos como diseñador vinculados a la Exposición Iberoamericana de 1929. Aparte de esto, fue director de la Escuela de Artes y Oficios , académico, ateneísta o autor del paso de la Soledad de San Lorenzo, que es el que actualmente desfila en la Semana Santa sevillana.

Éstas son sólo algunas de las muchas facetas que presenta este artista tan destacado en la Sevilla del siglo XX y que tan inmerecidamente ha sido olvidado. Tanto su hijo, Adolfo Martínez Caro —el más pequeño de los cuatro que tuvo—, como la esposa de éste último, la canadiense Margo Davison , resaltan que el pintor sevillano fue un trabajador incansable, ya que estuvo creando hasta el día de su muerte, faltándole únicamente tres meses para haber cumplido los noventa años. En ese sentido, hay que aclarar que actualmente hay catalogadas unas 2.200 obras pictóricas de este creador entre cuadros y dibujos, aunque aseguran que puede haber muchas más sin localizar.

Pero si hay algo que caracteriza la trayectoria artística de Martínez Martín fue la relación tan grande que mantuvo con Sevilla desde el principio, ya que a partir de 1903 estudió en la Escuela de Artes y Oficios, de la que más tarde sería profesor y director. En 1925 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y en 1964, en la de San Fernando de Madrid. Asimismo, fue redactor jefe de la revista «Bética» y destacado ateneísta.

Como reconocen su hijo Adolfo y su nuera Margo, Santiago Martínez fue un discípulo predilecto de Joaquín Sorolla. Además, García Ramos le dio clases de dibujo y Gonzalo Bilbao le impartió las asignaturas de colorido y composición. De hecho, con 13 años de edad, Martínez dejó su pueblo natal, Villaverde del Río, para residir desde entonces en Sevilla. «García Ramos le pagó los primeros estudios en la Escuela de Artes y Oficios, pero luego fue becado en los años posteriores por sus buenas calificaciones», destaca Margo Davison, quien matiza que este artista «nunca tuvo que pagar los estudios de su carrera».

Gran amistad con Sorolla

En cuanto a la vinculación con el maestro valenciano, el artista sevillano conoció a Sorolla en 1914, probablemente a través del Ateneo, del que era redactor artístico de su revista. En aquella época este prestigioso pintor estaba realizando sus «Visión de España» , un encargo de catorce paneles al óleo de gran formato que le había realizado el director de la Hispanic Society de Nueva York, Archer Milton Huntington , para lo cual el artista se inspiró en distintos ambientes y personajes que luego llevaría a sus obras pictóricas. Cuando vino a Sevilla, le gustó la forma de pintar de Martínez e invitó al joven artista a Plasencia en 1917, en donde estuvieron realizando varios paneles de la colección: «Todo esto está documentado en cartas que Sorolla envió a su mujer, Clotilde García del Castillo . Se conservan actualmente trece cartas que Sorolla le envió a Martínez y de las que el Museo Sorolla tiene copias», aclara Margo Davison.

En 1918, Sorolla invitó al artista sevillano a Ayamonte y allí creó «La pesca del atún», uno de los murales que realizó para la Hispanic Society. Martínez pintó la parte alta de los cuadros que se realizaron en Extremadura y Ayamonte porque «en aquella época Sorolla tenía ya mareos y dificultades» , comenta la nuera de Martínez. La amistad entre ambos artistas fue tan grande que la familia de Sorolla lo invitó en el verano de 1919 a Ibiza y Mallorca, en donde el sevillano pintó cuadros como «El jardín del rey», también conocido como «Las coles». «La relación entre mi padre y Sorolla fue totalmente paterno-filial», aclara su hijo Adolfo.

Otro hito en la vida de Santiago Martínez Martín fue cuando se convirtió en uno de los directores artísticos de la Exposición Iberoamericana de 1929 , diseñando el emblema de este evento, al igual que programas de mano, sellos, diplomas, etc. El Ayuntamiento de Sevilla le encargó un retrato de la inauguración de esta exposición, con figuras a tamaño natural, del que sólo hoy día se conserva un boceto que mide aproximadamente unos 2,20 metros de ancho por 65 centímetros de alto. El cuadro —mucho más completo en su composición que el que se conserva de Alfonso Grosso en el Alcázar— no lo pudo rematar el artista por el advenimiento de la II República, a partir del año 1931. En esta pintura aparecen los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia , Miguel Primo de Rivera y destacadas personalidades.

También Martínez diseñó para la Expo de 1929 la Fuente Híspalis (Puerta de Jerez) que realizó el escultor Manuel Delgado Brackenbury . El artista pintó en principio la figura de una mujer con traje de flamenca y peineta, pero al tratarse de una exposición iberoamericana, al final fue cambiada por la escultura de una nereida. Asimismo, junto a la Plaza de España diseñó un monumento con unos versos de Rubén Darío de «Cantos de vida y esperanza» que fue inaugurado el día de la Hispanidad de 1929. De su autoría es además la glorieta de los hermanos Álvarez Quintero en el Parque de María Luisa; la de García Ramos, en los Jardines de Murillo, o los cuadros que realizó de la Virgen del Rocío, a la que retrató en innumerables ocasiones, al igual que pinturas del antiguo santuario almonteño.

Confiesa Adolfo Martínez que su padre «no ha sido reconocido quizás por su carácter, porque era una persona muy sencilla y humilde» . Este nulo reconocimiento se demuestra en un hecho fundamental: al artista le han dedicado una calle en todos los lugares vinculados a su vida, como Villaverde del Río, Olivares y La Palma del Condado. Sin embargo, la ciudad de Sevilla aún no lo tiene entre su callejero, por lo que tiene una importante deuda pendiente con él.

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