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EDICIÓN FACSÍMIL

En busca de la Sevilla de Alejandro Guichot

El autor retrató la ciudad de los años veinte en «El cicerone de Sevilla» como compendio artístico de la ciudad

Retrato del cronista y político Alejandro Guichot ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

Buscaba sombras mudéjares en San Esteban o San Andrés , fachadas platerescas, estatuas públicas de aires neoclásicos, audacias barrocas con su secreto de trampantojos. Fue Alejandro Guichot uno de esos autores que buscó el alma de la ciudad.

El resultado fue su monumental obra «El cicerone de Sevilla» , un compendio en el que se encierra una ciudad del pasado pero que aún es posible reconocer. La Sevilla que recorrió el escritor es la de la década de los veinte, justo cuando la ciudad se abría a la modernidad, al cambio radical que supuso la Exposición Iberoamericana de 1929 .

«El cicerone de Sevilla» acaba de ser rescatado en edición facsímil por la Universidad de Sevilla y la Asociación de Amigos del Libro Antiguo . Son dos volúmenes de más de mil páginas que se convierten casi en una ‘memorabilia’ sevillana, un museo que conforma un puzle emocional de la ciudad.

Guichot rescató lo más destacado en arqueología, arquitectura, museos y bibliotecas, jardinería, rejería y cerrajería, carpintería y entallado, ebanistería y mobiliario, escultura, eboraria, cerámica modelada, broncería y hasta platería y joyería. Sevilla encerrada en un libro.

Un libro por el que se puede pasear. Con los cientos de fotograbados el lector-paseante descubre lo esencial de Sevilla. Recorre museos, archivos, bibliotecas y jardines, se asombra ante alfarjes mudéjares, artesonados platerescos, retablos barrocos , puertas de talla exquisitas y alma de cajas de órganos.

Analiza las intervenciones arqueológicas en una época que inaugura la protección patrimonial

Alejandro Guichot incluso rastreó en arcones, bargueños y muebles que escondían en sus cajones el secreto de dueños desaparecidos hace siglos, cartas nunca enviadas, diarios sin terminar , llaves que abrían aposentos ocultos y secretas aguas de olor.

Alejandro Guichot y Sierra (1859-1941) fue antropólog o, docente y folclorista . Pertenecía a una saga de ilustres sevillanos que inicia su padreJoaquín Guichot y Parody y continúa el hijo de Alejandro, Joaquín Guichot y Barrera, penalista y secretario de los hermanos Álvarez Quintero .

Familia librepensadora

Los Guichot fueron una familia librepensadora que se instala en 1846 en Sevilla después de pasar por Burdeos y Gibraltar . El historiador y dibujante Joaquín Guichot desveló en sus apuntes ciertos rincones y maravillas ya desaparecidos.

Su hijo Alejandro Guichot fue uno de los fundadores de la Sociedad «El Folk-Lore Andaluz» , creada en 1881, el Ateneo o la Sociedad de Excursiones de Sevilla junto a personajes como Manuel Sales y Ferré, Luis Montoto , Manuel Cano y Cueto, José Gestoso, Antonio Machado y Álvarez «Demófilo» o Francisco Rodríguez Marín.

Alejandro Guichot destacó además por su apoyo a la educación popular y a los obreros con la creación de la Liga Protectora de la Educación Nacional y la Universidad Popular , cooperativa de consumo y obras sociales. Y llegó a ser c oncejal del Ayuntamiento en 1903 con destacadas ideas republicanas y federales.

«Su republicanismo inicial evolucionó, ya en la segunda década del siglo XX, hacia un nacionalismo andaluz moderado cuyo ideal era un sobrio regionalismo andalucista, germen primigenio del movimiento andalucista posterior.

Alejandro Guichot cooperó desde sus orígenes, en la conformación del ideal andaluz, que halló en Blas Infante a su principal valedor y en José María Izquierdo a uno de sus más románticos divulgadores», explica Miguel Polaino-Orts, autor del estudio introductorio de este rescate editorial.

El viaje propuesto por Guichot en la Sevilla de los años veinte muestra una ciudad en transformación arquitecónica y urbanística . Es el momento en el que la judería se convierte en una postal pintoresca como barrio de Santa Cruz destinado a hospederías de turismo, según el diseño del delegado regio, el marqués de la Vega de Inclán .

Crecimiento de ensanches

Y también cuando Sevilla crece en ensanches exteriores con el barrio de la Cruz del Campo o de Nervión que comenzó en 1910, el sector de Oriente iniciado en 1912 con la formación de la Avenida de la Palmera o de la Reina Victoria, que en el tiempo de la redacción de «El cicenore de Sevilla» estaba en construcción, pero presentando ya «encantadoras quintas». Y sin olvidar el barrio de San Sebastián o del Porvenir en 1914 con casas y quintas de gustos regionales y exóticos, además de fábricas y almacenes.

Alejandro Guichot recorre todas las épocas de la ciudad:tartesia, turdetana, fenicia, romana, visigoda. Y al adentrarse en la Edad Media sube a los alminares convertidos en campanarios, en paisajes aéreos de Sevilla. Es curioso cómo el libro se convierte en un detallado cuaderno de apuntes arqueológicos, ya que desde finales del siglo XIX se había iniciado la sensibilidad convervadora en el patrimonio artístico.

Guichot, que fue concejal republicano, destacó por su apoyo a la educación popular y a los obreros

Así defiende la restauración conservadora en Santa Marina :«Parece que la torre no ha sido tocada y conserva la pátina del tiempo. Después de las meritorias restauraciones parciales, que hizo en la Giralda en 1886 el profesor de la Escuela de Arquitectura, don Adolfo Fernández Casanova, sigue este caso de restauración de monumento arqueológico en Sevilla aplicándosele la teoría restauradora en el estilo primitivo del monumento prescindiendo de la invención personal del restaurador».

En Itálica Guichot revisa los dibujos de Demetrio de los Ríos sobre los mosaicos desaparecidos y se detiene ante el hallazgo de los monolitos de la calle Mármo les que dibujó su padre en 1872. «Hallábanse las columnas dentro de una antigua y humilde casa; la primera empotrada en el muro y las otras dos semiocultas por los tabiques y cubiertas de espesas capas de cal; si bien la tercera, que se encontraba junto al fogón de la cocina del piso superior, aparecía casi exenta en el trozo comprendido desde el suelo de la cocina hasta su collarino».

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