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Bienal 2014: Farruquito: Oh my God!

«Pinacendá», de Juan Manuel Fernández Montoya «Farruquito», sacudió las entrañas maestrantes

Bienal 2014: Farruquito: Oh my God! j.m. SERRANO

MARTA CARRASCO

Oh my God! decía una y otra vez la mujer de rasgos asiáticos que estaba sentada a mi lado cada vez que Juan Manuel Fernández Montoya remataba un baile. Y lo hacía con una devoción que emocionaba al inicio de «Pinacendá». El delirio iba a empezar.

El baile que Farruquito hizo anoche merece poesía, pero el relato de esta obra requiere más detalles que letra, y una rotunda afirmación: Farruquito bailó por derecho y por verdad.

Su abuelo Farruco le decía, «se baila como se es» y Farruquito ya es. Eso es lo más importante de esta magnífica obra, quizás la mejor que hasta la fecha ha presentado el bailaor -en concepto, luces, movimiento escénico- que por fin es él, Juan Manuel Fernández Montoya.

Claro que tiene la estirpe de su abuelo, de su madre, de su tía, de su casa, pero ha forjado su propio lenguaje e introducido pasos, músicas, instrumentos y una dirección escénica que ha abierto aún más su universo. Eso es lo más importante de este montaje que Farruquito tiene ya lenguaje propio. Ole. Y por eso «Pinacendá» es un homenaje a su tierra de Andalucía, a sus raíces, a su Sevilla, a la que le dedica el botón de oro del espectáculo.

Oración y rezo para iniciarse por Córdoba: «...la tierra de la alegría. Dios soñó con fantasía.... y creó Andalucía» sobre una mesa y presidido por rosetones góticos. Letras y música del propio Juan Manuel Fernández, que estrecha su baile para danzar sobre una gran mesa redonda por fandangos (recordando a Carmen Amaya). Tangos de Granada, con la aparición de su tía Pilar, la Faraona. Emocionante este encuentro lleno de cariño y de arte a raudales. El cante embarca la taranta de Jaén, verdiales de Málaga y taranto de Almería. Vuelve el baile con las alegrías de Cádiz pasando por el compás de Jerez, y cierra por romance, que se convierte en bulerías, en soleá en..., para su Sevilla. El atrás es un alante. Parrilla, ole esa flauta flamenca.

¿Y el baile? Juan Manuel Fernández Montoya hace de su zapateado un paseo; cruza el pie, lo mete hacia atrás y gira al lado contrario clavándose al centro y remantando casi agachado una y otra vez. Alza los brazos y para el baile, ahí, ahí,está señor, y luego zapatea con una velocidad endiablada. No alarga los palos ni repite recursos, se acuerda de su abuelo y pone rodilla en tierra, echa el cuerpo hacia atrás y abre y cierra sus manos en el remate por seguiriyas. Se siente feliz, sonríe y abraza al público. Y lo sabe, sabe que ha nacido artista, ahora con «Pinacendá» ha surgido el creador.

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