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Crónica musical

El magisterio de Raimundo Amador y su «arte de las 3.000» sientan cátedra en Sevilla

El artista celebró anoche su cuarenta aniversario en la música con un soberbio concierto ante un Lope de Vega abarrotado

Raimundo Amador en pleno concierto MJ LOPEZ OLMEDO

Fernando Rodríguez Murube

Imaginen a uno de los grandes maestros de las seis cuerdas de este país en fantástico estado de gracia, diseñen un cuidadoso repertorio de grandes temas del jazz, del blues, del rock y, cómo no, del flamenco, y añadan el arte a raudales y las toneladas de talento de una serie de artistas invitados de reconocida reputación. Solo así conseguirán obtener una exigua idea del extraordinario espectáculo que pudieron disfrutar las 750 personas que abarrotaron anoche el teatro Lope de Vega .

Ya se barruntaba en los días previos que la cita era de enjundia — no había entradas desde hacía varios días —, y es que Raimundo Amador celebraba cuarenta veces la fiebre de vivir de la música . Conviene recalcar la última preposición de la frase, porque aunque es cierto que el sevillano, hombre de humilde cuna (como diría Maquiavelo), comenzó en la industria a los 18 años con los transgresores Veneno, ha mamado la música desde que naciera hace 58 años en Sevilla (y en especial en los muchos años que pasó en las 3.000 viviendas), dando sus primeros pasos a muy temprana edad en el tablao de «Los gitanillos», lugar donde conoció a Camarón de la Isla y Paco de Lucía, entre otros.

De hecho, el espectáculo que presentaba anoche para conmemorar dicha efemérides lo había bautizado como «El arte de las 3.000», en clara alusión a sus raíces en ese barrio paradigmático de la pobreza y la mala vida, pero también del arte en su estado más salvaje.

De oídos bien abiertos y permeable a influencias del más diverso signo, amante de la respuesta fresca y maestro de la intuición inmediata, Raimundo dejó constancia anoche de ser poseedor de una paleta desbordante de recursos que le hacen brillar en el jazz, en el blues o en el flamenco, parámetros en los que su creatividad luce incontenible.

Así, interpretó con idéntico resultado éxitos de su dilatada carrera como «Ay que gustito pa mis orejas» , «Blues de los niños», «Hoy no estoy pa nadie» o «Gitano de temporá»; clásicos tan variopintos como «Come together» de The Beatles, la bluesera «The thrill is gone» de su queridísimo B.B. King o la inmensa «Superstition» de Stevie Wonder; así como una intensa sesión de flamenco con «Soleares por bulerías» para enmarcar.

Pese a que hacía veinte años que no se subía a las tablas de este templo sevillano de las artes escénicas para presentar un show propio, y confesar con la humildad de los grandes que «este teatro impone», demostraba sentirse «más a gusto que en brazos» gracias a la «gran acogida del público y estar rodeado de tantos y buenos amigos».

¡Y vaya si son buenos! Por el escenario desfilaron artistas como José Soto 'Sorderita', Pepe Bao, Emilio 'Caracafé', Bobote, Torombo, Pepe Torres, Guillermo Manzano y su nieta Toñi Amador.

El primer invitado en aparecer fue Sorderita . Fundador del grupo Ketama, interpretó la emotiva «Pa gente con alma», un desgarrado canto al desaparecido Ray Heredia, y cantó, entre otras, «Lunático» (a dúo con Raimundo). Para entonces ya estaba en el escenario el gran Pepe Bao. Maestro de maestros del bajo, dio buena muestra de su virtuosismo en todos los temas en los que participó.

Posteriormente fue el turno de la joven Toñi Amador . A sus catorce años, y después de triunfar en 2016 en La Voz Kids, dejó pinceladas del arte que corre por su sangre poniendo voz a dos de los momentos estelares del concierto: «Shape of my heart» (Sting) y «Back to black» de Amy Winehouse, dos soberbias versiones para paladares exquisitos.

A modo de traca final, Raimundo organizó en un visto y no visto un tablao flamenco de auténtico disparate . La guitarra de 'Caracafé' , la torrencial voz de Guillermo Manzano , y los eléctricos bailes que rezumaban arte por los cuatro costados de Pepe Torres, Bobote y Torombo pusieron el teatro bocabajo.

«Patapalo» y «Bolleré» pusieron el broche de oro a dos horas y media de vértigo en las que no hubo en el Lope de Vega rincón que no iluminase la llama mágica nacida de las guitarras del genio hispalense —un total de tres tocó anoche— y de las resonancias flamencas de su garganta.

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