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Crítica de Danza

... Séneca tenía razón

La compañía Fernando Hurtado estrena en el Teatro Central «El paraíso de los necios»

Fernando Hurtado e Inma Montalvo durante la obra Lucía Muñoz/Maysa Carrillo

Marta Carrasco

«¿Cómo te extrañas de que los sueños y viajes no te beneficien en nada, si siempre tienes que ir contigo? Cargas con aquello de lo que quieres huir…Quizás debas cambiar de alma; no de muebles, ni de clima». Todo esto es lo que Séneca define como «El Paraíso de los necios».

Fernando Hurtado e Inma Montalvo están sólos en el escenario. Muebles, mesas, sillas, libros, un salón de una casa. El lee, ella le prepara su cumpleaños, se somete a sus órdenes, a sus deseos. Los dos tienen sueños, pero se quedan en sus mentes. El ambiente entre ambos es incómodo y casi claustróbico. No hay alegría, hay rutina. Sobre una mesa cuchillos y tablas de madera. Aparece un micrófono en forma de regalo. Lo instalan, pero ninguno de los dos intérpretes consigue hablar por él.

La relación entre dos personas, el aburrimiento sin emoción y lo doméstico convertido en una ceremonia medida que poco a poco comienza a romperse, y que nunca termina de desaparecer.

Fernando Hurtado e Inma Montalvo durante la obra Lucía Muñoz/Maysa Carrillo

Con un precioso espacio sonoro que incluye desde Caruso a Jacqueline du Pre, Fernando Hurtado ha creado una coreografía basada en un importante trabajo corporal, en el que la dramaturgia de y la co-dirección de Miguel Palacios se impone en determinados momentos de la obra creando otros registros.

Fernando Hurtado es un bailarín con mucha experiencia en generar ambientes y crear esos movimientos que tienen un alto componente dramático y expresivo. Inma Montalvo es una gran intérprete y bailarina. Con una potencia actoral extraordinaria, da perfecta réplica a la veteranía de Hurtado en un diálogo dancístico que funciona. Bellos momentos como el paso a dos con la voz de Caruso o con el «Addio al pasato« de la Traviata de Verdi.

«El paraíso de los necios», una propuesta y reflexión para intentar cambiar el alma y que termina, tras la desesperación en la que casi culmina, en el retorno a la tediosa rutina de lo cotidiano. La danza le da la razón a Séneca .

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