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Entrevista

Vetusta Morla: «Entendemos la música como un cambio constante y honesto»

La banda madrileña acaba de estrenar «Mismo sitio, distinto lugar», su disco más introspectivo y atrevido

La banda estrena disco ISABEL PERMUY

Fernando Rodríguez Murube

Pulsar el botón del piloto automático no es una opción para Vetusta Morla. La banda madrileña considera que ese sendero no lleva a ninguna meta interesante para su salud musical y artística. Necesitan vértigo y adrenalina para crear y disfrutar sobre el escenario, redefinir su propia identidad, no ponerle puertas al campo de su inmensa creatividad. «Soy lo que ves, soy un indicio/no reconozco mi propio carnet/ soy lo que ves, solo el principio/ busco las riendas de un nuevo corcel», toda una declaración de intenciones en «Deséame suerte», primer corte de su nuevo disco, «Mismo sitio, distinto lugar».

Tras cerrar la multitudinaria gira del disco «La deriva», plegar velas y alejarse de los focos, los de Tres Cantos ambicionaban algo mucho más especial que el éxito masivo del que han gozado en los diez años de vida de la formación: ser honestos con ellos mismos. Una honestidad brutal que les lleva a transgredir el precepto capital del inmovilismo, ese que dice que no hay que tocar lo que marcha bien. Antes que nada y después de todo, necesitaban experimentar nuevos campos musicales, flirtear con las ideas, enamorarse de ellas y no casarse con ninguna, no encastillarse en ningún sonido o estilo.

Ahora, inmersos en la promoción de su flamante trabajo, confiesan a ABC de Sevilla la intrahistoria de este proceso de transformación, de esta agitada metamorfosis. Durante la entrevista queda más que patente que el universo Vetusta se toma muy en serio la música, la actitud poética y vital, la cuestión ética de ser.

«Este cambio se debe al germen y la manera de ser de la banda, durante todos estos años hemos ido renovándonos poco a poco e intentando que el cambio fuera el propio camino. Siempre hemos querido que ese fuese el hilo del que tirar para que nos provocara el vértigo y la adrenalina necesaria para crear. Entendemos la música como un cambio constante para ser honestos. Quizá en este disco dicho aspecto se ha llevado a cabo de un modo más intenso». Quien habla es Guille Galván, letrista y guitarrista de Vetusta Morla.

La estrategia ha funcionado. «Mismo sitio, distinto lugar», la criatura nacida fruto de estas inquietudes que afloraban en cada uno de los componentes, rezuma frescura por todos sus poros. Un disco con novedosos y sinuosos sonidos en el que lo lírico y lo musical casan a la perfección y que gracias a temas tan soberbios como «Consejo de sabios» y «23 de junio» está a la altura de sus tres celebrados predecesores —considerados obras de culto del indie patrio—; consiguiendo así el doble objetivo de mantener el nivel que exige el prestigio de los autores de «Maldita dulzura» y reverdecer la motivación y ambición artística que les ha llevado hasta la mismísima cima.

Pucho, la voz inconfundible del sexteto madrileño, se manifiesta en la misma línea que su colega: «Era una necesidad como colectivo. La idea ha partido de la ilusión de todos por hacer las cosas desde otro lugar, manteniendo nuestra esencia pero mirando al futuro con una perspectiva diferente. Queríamos abrir las ventanas y las puertas de la casa para que entrase aire nuevo, e incluso dentro de la propia casa había que redecorar las habitaciones».

Experiencia en Berlín

Durante el trayecto, las canciones han sufrido numerosas modificaciones, arrastradas por la curiosidad de sus autores, por la libertad creativa y por la ausencia de límites. Su evolución se ha esparcido en un triángulo geográfico que comienza en Madrid, donde el disco se concibió y se remató la grabación. Luego pasan por los míticos Hansa Studios en Berlín, a rebufo de otras transformaciones redentoras que allí vivieron artistas como David Bowie, Iggy Pop o U2. Y terminan su trazado en Nueva York, en la sede de Tarbox Road Studios, donde la mezcla se convirtió en un motor artístico que ha terminado de definir el carácter del álbum.

Guille está encantado con la experiencia en tierras teutonas, una vez más aparece la palabra cambio: «Llegamos a Berlín con la idea de que lo que nos encontrásemos allí formaría parte del proceso. Anteriormente llegábamos al estudio con las canciones muy cerradas, prácticamente era registrar lo que ya habíamos trabajado, pero ahora, en cambio, queríamos que toda la tecnología, los instrumentos y las técnicas que se nos brindaban pudieran formar parte del disco de una manera decidida y casi intuitiva».

«Venimos de cerrar una etapa con los tres discos anteriores en la que el proceso de elaboración y producción había sido prácticamente el mismo y teníamos cierta necesidad de hacer cosas distintas tanto en el producto final como en la forma de hacerlo». Explica Pucho.

La transformación ha sido de peso, algo, según Guille, que su numerosa parroquia de seguidores ha aceptado de buen grado. «La acogida ha sido increíble, nuestros fans han entrado al juego y van de la mano de todo este cambio que estamos proponiendo. No solo lo entienden, también lo valoran. Pienso que también es un reto interesante para ellos».

La puesta en directo de algunas de las nuevas propuestas musicales se antojan difíciles de plasmar sobre un escenario, algo que ocupa pero no preocupa a Pucho. «Una de las premisas era que el disco no sonara a seis tíos tocando en una habitación o un escenario. En los discos anteriores siempre se grababa pensando cómo se iba a desarrollar en directo. Ahora, en cambio, nos hemos centrado en hacer un disco como tal, cómo sonará en los conciertos ya lo veremos, tenemos un curro importante por delante en ese sentido».

Esta experiencia casi vital también ha servido para exorcizar al grupo de ciertos estereotipos. «Era importante que en los diez cortes hubiese variedad y diversidad y que además sonara a Vetusta. En el disco conviven universos que en un pasado más reciente o más lejano habíamos explorado y formaban parte de nosotros en mayor o menor medida. Ahora los abrazamos completamente sin temores a prejuicios ni etiquetas». Afirma el cantante de Vetusta Morla, que también analiza los entresijos de las canciones. «El disco es aparentemente corto, solo tiene diez canciones, pero una vez que te sumerges en él te das cuenta de que es muy laberíntico y que en cada tema conviven dos o incluso tres canciones muy diferenciadas. Por eso nos gustaba la idea de que convivieran muchos géneros, desde un vals hasta una canción más electro-industrial o como queramos definirla. Y todo con lógica, una cosa te lleva a la otra y todo se hace con un sentido».

En definitiva, esta refundación desde lo más alto supone un ejercicio de introspección. Cambiar para seguir siendo los mismos. «Mismo sitio, distinto lugar» es, además del título del disco, el nombre de la última canción. El primer acorde que suena es idéntico al que lo cierra. Se cuadra el círculo. Vetusta Morla están en el mismo sitio, pero éste ahora es un lugar distinto.

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