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LOPE DE VEGA

Albert Boadella: «Puigdemont es un frescales y Quim Torra se cree superior a los españoles»

El dramaturgo presenta en el Lope de Vega hasta el domingo «El sermón del bufón», un monólogo satírico sobre el teatro, la sociedad y la política

Albert Boadella durante la representación JAIME VILLANUEVA

JESÚS MORILLO

Albert Boadella (Barcelona, 1943) pertenece a ese selecto y reducido grupo de gente del teatro al que el común de los mortales para por la calle para pedirle un autógrafo. Su independencia y su compromiso con el tiempo que le ha tocado vivir le han hecho pasar por un consejo de guerra , sufrir las iras de los antitaurinos y convertirse en «persona non grata» para el nacionalismo e independentismo catalán .

Tras 52 años al frente de Els Joglars , Boadella decidió hace algo más de un lustro que volaría solo, años en el que ha estado al frente de los madrileños Teatros del Canal , escrito el libreto de una ópera sobre Picasso , autoproclamado presidente de Tabarnia ...

Hace poco más de un año, el dramaturgo decidió hacer balance de su vida artística y personal «El sermón del bufón» , un monólogo satírico en el que se desdobla en Albert y Boadella y mostrar, las contradicciones de un artista provocador, heterodoxo y alérgico al sectarismo. La obra se representa hasta el dom ingo en el Teatro Lope de Vega .

¿«El sermón del bufón» es su forma de explicar quién es Albert Boadella?

Ciertamente, tiene partes autobiográficas, otras en relación a cuestiones del pasado y también a muchas cosas del presente artístico, social y político.Hay pinceladas de mi infancia, sobre mi vida con Els Joglars, con proyecciones con fragmentos de mis obras, y también pinceladas importantes sobre mi relación con Cataluña. Yo me desdoblo en dos personajes, Albert y Boadella, que muestran mis propias contradicciones.

Deme un ejemplo de alguna.

Albert y Boadella entran en polémica en relación con cosas que han sucedido en el pasado. El lado más exhibicionista, digamos, lo protagoniza Albert, que sería el más vinculado a mis inicios, a mi juventud, mientras que Boadella le echa en cara por haber tamizado por ese exhibicionismo el lado del artista, que es el más importante.

También interpreta en la obra algunos personajes que ha conocido.

Cuento mi primera entrevista con Jordi Pujol, que hago en los años setenta cuando era banquero en Banca Catalana.Cuento la anécdota de que llegó a pedir delante de mí y con desfachatez a su secretaria un dossier sobre Els Joglars. Aquello era como el inicio de lo que serían los Mossos o el servicio secreto de una nación importante. Estas cosas las cuento en el conjunto de una obra donde aflora la ironía y el sentido del humor, porque cuando se pierde el sentido del humor se pierde todo. El humor es mi forma de sobrevivir con cierta felicidad en la vida y un antídoto perfecto contra el fanatismo.

«El humor es mi forma de vivir con cierta felicidad en la vida y un antídoto perfecto contra el fanatismo»

¿Por qué es «El sermón del bufón» y no del comediante o el cómico?

En 2001 escribí «Memorias de un bufón» y ya entonces en Cataluña me llamaban bufón para insultarme. ¿Cómo se puede insultar con una palabra así? Es como si se insultara a alguien llamándole «médico». El bufón es una figura tan higiénica socialmente como aquel, por lo que hay que vigilar cuando se insulta con esas palabras, siendo profesiones con mucha dignidad.

Hace poco más de un lustro dejó la dirección de Els Joglars, ¿llegó el tiempo en que quería volar solo?

Había dirigido y creado las obras de Els Joglars durante 52 años. Era una etapa que había finalizado, porque tenía deseos en trabajar en cosas musicales y eso no me era posible con la estructura que tenía el grupo.Necesitaba dar ese paso artístico.Con todo, Els Joglars es el núcleo más importante de mi vida, 52 años radiantes y con momentos extraordinarios, polémicos y con consecuencias no muy divertidas, como la cárcel.

¿Teme que a estas alturas se le conozca más como presidente de Tabarnia que como autor teatral?

Mi vida es la de un artista, pero muy comprometido públicamente con mi tiempo. Eso me ha llevado a unas contrapartidas y una de ellas es que soy más presidente que artista. Ese es un poco el tributo que uno tiene que pagar cuando trata de participar en la sociedad. Eso me ha sucedido con Cataluña. Estos últimos treinta años en Cataluña han sido un camino de degradación en lo político, lo social, lo cultural... una cosa lamentable, y he tratado de hacer algo para que eso no sucediera en la medida de modesta de mi profesión. Soy de los que más he anticipado lo que iba a suceder.

Pero durante años le tomaron poco menos que como un loco.

Se me tomaba de comediante un poco valleinclanesco y de trazos gordos, y me llamaban exagerado.No me equivoqué en nada con los toros cuando dije que los iban a suspender en Cataluña. Lo vi claramente, pero jamás pensé que se llegara a los límites de lo ridículo y la xenofobia, y detrás de ella, casi un racismo en la actitud.

¿El nuevo presidente Quim Torra es el representante de toda esa actitud xenófoba en Cataluña?

El nuevo presidente es el que más representa a los casi dos millones de catalanes que han votado el separatismo. Lo que piensa y dice insensatamente es, en el fondo, lo que piensan los que votaron nacionalista el 21 de diciembre. Torra es su representante más genuino. Puigdemont es un frescales, un aprovechado, pero aquel se lo cree y forma parte de ese grupo de mucha gente que piensa que son superiores casi racialmente al resto de los españoles, una actitud que se acerca a la Alemania de los años treinta.

«Fue un error traspasar la Educación a las comunidades autónomas, no puede ser que desde parvulario los niños estén adoctrinados»

¿Qué se puede hacer ante esta situación?

La epidemia sigue con mucha virulencia y realmente la terapia a aplicar no la veo por parte del Estado, que ha puesto cataplasmas, pero no una terapia eficaz. En Cataluña hay que pensar que existe una educación que ya desde parvulario va contaminando a todas las generaciones. Además, hay unos medios que son realmente golpistas y que son públicos, como TV3 o Catalunya Radio, y alguno que otro privado. Hay que conseguir como sea que eso se pare.

Pero eso significaría ir en sentido contrario de las políticas del Estado en Cataluña en cuarenta años.

Mucha gente reconoce que fue un error el traspaso de competencias en Educación a las comunidades en la Transición, que fue ejemplar, salvo en errores como este. Recuperarlo es muy complicado, porque abriría una polémica no solo en Cataluña sino en toda España, pero no puede ser que desde parvulario los niños estén adoctrinados. No se puede educar contra España a niños catalanes y vascos, y hay que volver al español como lengua vehicular, junto al catalán, porque no puede haber una región dentro del territorio donde no se pueda estudiar esta lengua. El Estado tiene que intervenir muy seriamente y hay que conseguir un pacto de Estado entre los partidos constitucionalistas y atajar esta situación, con energía y astucia. Si no, lo que viene es muy grave.

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