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Crítica de Danza

Bailar la tragedia en el Teatro Central de Sevilla

Montaje protagonizado por la compañía canadiense Kidd Pivot, con la autoría de la coreógrafa Crystal Pite y el dramaturgo y actor, Johathon Young

Un momento de «Betronffeheit» ABC

MARTA CARRASCO

«Betronffeheit» es una palabra que puede traducirse al castellano como conmoción, y desde esa premisa, algo doloroso por ser real, parte este espectáculo que ha pisado las tablas del teatro Central protagonizado por la compañía canadiense Kidd Pivot, con la autoría de la coreógrafa Crystal Pite y el dramaturgo y actor, Johathon Young , de la Electric Company Theater.

En el año 2009 una hija de 14 años y dos sobrinos de Young murieron en un incendio en unas vacaciones familiares. A los cinco años de esta tragedia, Young comienza a escribir un texto sobre lo que ha marcado su vida para siempre. Hace dos años tras su encuentro con la coreógrafa Crystal Pite ambos deciden poner en escena las palabras de Young y bailarlas a la manera de Pite. Surge «Betronffeheit».

La obra tiene dos partes bien diferenciadas . En la primera, un escenario con una habitación con dos puertas, un espacio que quieres habitar pero no lo consigues. Young es el actor-bailarín que intenta hacerse con ese espacio, pero mientras, pronuncia un monólogo en conversación con la voz en off en la que salen todos los monstruos de la tragedia vivida. La visión es estremecedora porque el protagonista entra y sale de sus propios demonios y parece estar en una pesadilla que no tiene fin. Por esas dos puertas aparecen los bailarines: un grupo bailando claqué, una pareja al más puro estilo baile de salón de las Vegas, un payaso perturbador, un hombre de color que canta..., pareciera como una experiencia al infierno de las drogas a través del dolor. Todo danza. Se bailan las palabras , la iluminación señala las escenas a veces maravillosas otras demasiado duras por lo que encierran.

La segunda parte es completamente diferente. La escena está desnuda salvo una columna en el centro. El vestuario y el maquillaje es muy simple, los bailarines son los protagonistas absolutos de una danza desgarrada, increíblemente dura, haciendo sin embargo concesiones a la ternura en el cuadro de la Piedad. Es danza pura.

Los intérpretes tienen una calidad extraordinaria y gran versatilidad. Desde movimientos de break, al contemporáneo, pasando por el claqué o la danza del baile de salón, es en la segunda parte cuando vemos el lenguaje coreográfico de Crystal Pite en todo su esplendor, que exige de esos cuerpos no sólo el máximo esfuerzo físico sino también una extenuante expresión.

Young al final queda sólo en la habitación. Los fantasmas han abandonado la estancia, aunque la fuerza de la tragedia quedará para siempre. Brutal y genial espectáculo de este dúo de creadores donde escenografía, luces, sonido, danza y palabra conforman todo un universo creativo al servicio de un drama. Para recordar.

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