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faenas históricas

Ángel Peralta, el Centauro de La Puebla a lomos del triunfo

El rejoneador hacía historia el 24 de abril de 1971 al cortar los máximos trofeos en la Maestranza

Ángel Peralta, el Centauro de La Puebla a lomos del triunfo arjona

fernando carrasco

El toreo a caballo, denostado por muchos aficionados al de a pie y también, a lo largo de los años, por la prensa taurina, ha tenido en Ángel Peralta Pineda una de sus máximas expresiones.

El llamado «Centauro de La Puebla» ha sido uno de los grandes artífices de que el rejoneo haya alcanzado las cotas a las que ha llegado en la actualidad.

Excepcional jinete, magistral rejoneador y buscador incansable de la pureza en las suertes a lomos de sus caballos, Ángel Peralta también forma parte de la Historia de la plaza de toros de Sevilla. Muchas, muchísimas tardes de gloria. Y un de ellas, el 24 de abril de 1971, cuando el de La Puebla del Río cortó las dos orejas y el rabo al toro de Urquijo que le cupo en suerte. Luego, por colleras con su hermano Rafael, obtendría también otros dos trofeos.

Don Fabricio II era claro a la hora de comenzar su crónica en ABC de Sevilla. «El toreo ecuestre está en auge -decía-; al menos, como espectáculo. Buena prueba de ello es el creciente número de festejos en los que sólo actúan rejoneadores». En el programa de la Feria hispalense se ha incluido este año un cartel formado por cuatro caballeros en plaza, cuatro maestros del rejoneo».

E iba a más: «La pericia de los jinetes, las bellas estampas y las perfectas domas de los caballos y la alegre y dócil acometividad de los toros se aunaron y complementaron en cuadros de rico cromatismo, de deslumbrante luminosidad y de armoniosa composición».

En lo referente a la actuación de Ángel Peralta en el toro al que le cortó el rabo -aquella tarde también actuaron Álvaro Domecq y Díez y el lusitano José Samuel Lupi-, Don Fabricio II relataba que «se conjugaron la inteligencia, el arte y el valor. Fue una labor torerísima, perfecta, sin el menor fallo, con admirables alardes de facultades; una labor insuperable, promotora de cálidos entusiasmos, que alcanzaron su grado máximo cuando Ángel clavó tres rosas seguidas, sin solución de continuidad, y tumbó a la res de certero rejonazo. Las dos orejas y el rabo del bravo colaborador de Ángel Peralta premiaron la proeza. El caballero habría de dar dos vueltas al ruedo entre aclamaciones».

Finalizaba su crónica de ABC el excelente periodista Don Fabricio II reflejando que «el público se ha entusiasmado -motivos había para ello- en esta undécima corrida de la dilatada Feria. Con la colaboración de los bravísimos toros de Urquijo, cuatro maestros han expresado toda la belleza del noble arte del toreo a la jineta». Y quedaban por llegar tardes memorables de esta especialidad en el toreo...

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