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CRÓNICA

Sin fuerza ni casta, no hay emoción

Alejandro Talavante corta la única oreja en una larga corrida con dos sobreros

Alejandro Talavante ayer, de blanco y oro, en la plaza de toros de la Real Maestranza RAÚL DOBLADO

ANDRÉS AMORÓS

Aunque lo afirme la traducción española de «My fair lady» , la lluvia, en Sevilla, no es ninguna maravilla; sobre todo, en la Plaza. Por fin, parece haber pasado, aunque el viento sigue siendo frío. Llegan las figuras y la Plaza casi se llena pero, con ellos, llegan también los toros justos de fuerza y casta, que no plantean graves dificultades pero impiden el auténtico triunfo. Sólo Talavante arranca una oreja . Los toros de la familia Matilla suelen ser más nobles que fuertes; esta vez, también se han rajado, han transmitido demasiado poco.

El toreo mandón de Perera exige toros a los que haya que mandar. No es el caso de los de esta tarde. El primero sale cayéndose, como varios de sus hermanos. Y, como toda la tarde, apenas existe la suerte de varas. Saluda Ambel , en banderillas. Como el toro es tan flojo, en la muleta echa la cara arriba, se defiende, queda corto; alguna vez, además, se le queda debajo. Perera aguanta con firmeza: no cabe más. Mata a la tercera, sin ajustarse. El cuarto es soso y rajado. En banderillas, vivimos el momento más emocionante de la tarde: Curro Javier se la juega enormemente en dos pares de enorme mérito; al culminar el segundo, cae en la cara del toro, se libra de la cornada pero sufre un varetazo en la región lumbar; la gente se pone en pie y suena la música, en su honor. ¡Bravo por un gran torero! Perera brinda al público, lo intenta, con suavidad, pero surge un desarme: se vienen abajo el toro y la faena. Con el toro distraído, mata alargando el brazo. ¿Se convencerá Perera de que este tipo de toros no conviene nada a su estilo poderoso?

El segundo también flaquea desde la salida. Se luce Roca Rey en chicuelinas ajustadas y replica Talavante por verónicas: un amago de competencia que queda en poco. Muy bien Trujillo en banderillas , como siempre. El diestro dibuja fáciles muletazos pero surgen los enganchones y el trasteo no cuaja. Pincha mal, aunque algunos apunten un «¡bien!». (¿Dónde ha quedado la exigencia de esta Plaza?). Todo queda en nada. El quinto flojea y mansea pero derriba, al coger mal al caballo; el tercio de varas resulta premioso. En la muleta, el toro no dice nada, se va, pero acaba embistiendo con nobleza. Talavante dibuja suaves muletazos; con el toro huído a tablas, consigue imantarlo, con su personal estética. Ahora sí quiere entrar a matar: estocada y generosa oreja.

A Roca Rey, esta tarde, le devuelven por flojos sus dos toros. En el tercero, sobrero de la misma ganadería, saluda Domínguez . Brinda a su apoderado, José Antonio Campuzano , que hace ademán de salir al ruedo a recibir el brindis pero acaba haciéndolo desde el burladero. (No sé si él renuncia o se lo sugieren: como matador de toros, tiene perfecto derecho a pisar el albero). El comienzo, con el muletazo cambiado, suscita el habitual clamor. Además de venir a por todas, Roca Rey demuestra su capacidad y su claridad de ideas, delante del toro. Se presiente la faena grande pero el toro canta la gallina; en chiqueros, pincha mal y el toro tarda en caer: se ha esfumado el éxito. Devuelto el flojísimo sexto, el segundo sobrero, de Torrestrella , es un bonito sardo (con mezcla de tres colores: como la capa de un estudiante pobre, decía el «Diccionario cómico taurino»). El toro clava los pitones en la arena, da una lenta vuelta de campana y queda muy quebrantado. Roca Rey , muy fácil, lo cuida pero el toro se para, no dice nada: tampoco éste ha servido. Decepción general.

La conclusión es muy clara: buscando la suavidad, la nobleza, la malhadada «toreabilidad», caemos en esto. En un momento en el que estábamos viendo buenos muletazos sin que el público respondiera, ha comentado un vecino: «A la faena le falta algo». Y su compañero ha zanjado la cuestión: «¡El toro!» En efecto, eso es lo que ha faltado, esta tarde.

La conclusión es evidente: si el toro no tiene fuerza, poderío, ni casta brava, la emoción es imposible. ¿Se darán cuenta alguna vez los profesionales?

POSTDATA. Por la mañana, acierta la Fundación Europea del Toro y su Cultura al organizar una Misa en memoria de Vicente Zabala , al cumplirse el 25 aniversario de su Pregón Taurino. Tiene lugar en la sevillanísima capilla de El Baratillo; la celebra y da un sermón muy taurino el P. Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp (de la familia del diestro Manolo González ); asisten Curro Romero, Eduardo Miura, Victorino Martín y el teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza . Todo ha sido justo y oportuno. Vicente Zabala sucedió en la crítica de ABC a Antonio Díaz-Cañabate, en 1972. Compartió pupitre en los Maristas de Sevilla con Rafael Chicuelo. Su padre le llevaba de la mano a ver a Pepe Luis. Siempre fue fiel a cuatro casas: los Bienvenida, el Real Madrid, el ABC y la Casa Real. Compartía con el Papa Negro «la utopía de la perfección taurina». En su pasión por la Fiesta, unía Madrid y Sevilla: «Uno, que es madrileño hasta las entrañas, lleva a Sevilla en el alma. No concibo el arte de torear sin Sevilla». También en eso estamos de acuerdo.

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