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CON SU PERMISO

«Tornillero», un bravo Bohórquez

La corrida de Fermín Bohórquez propició el triunfo de los rejoneadores y el disfrute de los aficionados

Corrida de rejones RAÚL DOBLADO

Alfredo Casas

Pareja y entipada, la corrida de Fermín Bohórquez propició el triunfo de los rejoneadores y el disfrute de los aficionados que, desde mediada la lidia del cuarto toro en el orden de lidia, soportaron una fina y persistente lluvia.

De boyante y encelada salida, el primero de la tarde fue un toro de fina lámina, ligeramente despegado del ruedo y con las carnes sueltas. Fijo y pronto, «Opositor» acometió en los compases iniciales del tercio de banderillas con tanta entrega y templado tranco, que pronto se desfondó. Le faltó fuelle al enclasado astado.

Hondo, de generoso cuello y armoniosa hechura, el segundo de la tarde sacó pies de salida. De briosa movilidad inicial, a «Unido» le faltó la clase y la alegría del ejemplar que rompió plaza. Pelín remiso, el de Bohórquez siempre se apoyó sobre las manos y no rompió a galopar. Exprimido por Andrés Romero , lógicamente venido a menos, el astado terminó echando la cara arriba en el transcurso del último tercio.

Brindó Lea Vicens la lidia y muerte del tercero al recientemente fallecido Ángel Peralta , el Centauro de la Puebla , el Señor de la Marisma . Corto de manos, largo de viga y sobrecargado de kilos, «Tornillero» fue toro bravo. Además de fijo, alegre, noble y encastado, el toro tuvo poder, chispa y motor. Lo que hubiera dado por verlo lidiar a pie. O por el maestro Diego Ventura . Al lío que me pierdo.

Superado el ecuador del festejo, el séptimo de abono, saltó al ruedo un toro alto de cruz, recogido y agalgado, el más feo de la corrida. Desentendido de inicio, «Ocioso» no tardó en echar el freno de mano para agarrarse al ruedo maestrante. A partir de entonces negó su colaboración a Galán y fue desarrollando un bronco y deslucido estilo.

El quinto de la tarde fue un astado badanudo, con cuello y esqueleto para exportar y lomo recto. Pelín atrancado del cuarto trasero, «Jaquetón» se arrancó raudo a los cites para llegar a los embroques descolgado y alegre. Lástima que tras el embroque, el animal buscara en ocasiones disculpas –bien se dolió de los arpones o se distrajo con lo sucedido en el callejón- para no continuar la pelea. Con todo tuvo sus francas opciones. Por motor y transmisión, llegó mucho al tendido.

Remató el encierro un toro corto de manos, alto de agujas y de prominente morrillo, de recelosa salida y mansita condición. A los adentros se arrancó y, cuando lo provocaron, se desplazó metros y metros. Sucede que a hay toros que no te lo regalan, a los que hay que sacárselo.

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