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Desmontando a Piqué

Afirma que está con España, pero a la vez apoya a Omnium Cultural en su demanda de una selección catalana que compita plenamente

Desmontando a Piqué

hughes

La asistencia de Piqué a la Multitudinaria V de la última Diada ha levantado el natural resquemor en los aficionados más apasionados de la Selección. También en los más incomprensivos. No es, Piqué, el primer jugador no fervorosamente español. Tampoco ha declarado con claridad una voluntad independentista. Lo que Piqué apoyó expresamente fue la consulta, la votación. Lo que puede afirmarse con seguridad, por tanto, es que Gerard Piqué mantiene una posición delicada en lo constitucional. Incluso si estuviera en claro offside estatutario, ¿sería el único español en esa tesitura? Al valorar sus declaraciones se aprecian dos cosas: una sinuosa indefinición por parte del futbolista y una acusada sensibilidad en los aficionados. Veamos por qué.

Piqué, desde luego, es polémico. En un partido entre el Barcelona y el Madrid enseñó la manita a los blancos, un gesto de humillación al rival en el límite de lo tolerable, justo antes de la categoría claramente vejatoria y punible de la peineta de los Giovanni o Schuster. También demostró tener una visión maniquea de las finanzas de Barça y Madrid: «Nosotros no tenemos una Bankia detrás», dijo. Pero además de lo dicho, ha de responder por lo apócrifo. Se le atribuyeron por error unas palabras sobre el Barcelona y el Franquismo de clara ortodoxia culé («El club fue un bastión entonces») y carga con la leyenda de una escena frente a sus rivales del Madrid en el túnel de vestuarios: «Españolitos, ya os hemos ganado la Liga, ahora vamos a ganaros la Copa de vuestro Rey».

La Copa la ganó, desde luego, y quiso subir al palco a recogerla con una bandera estelada (independentista). Alguien de la organización federativa le advirtió y él, prudente (¡assenyat al fin!), la cambió por una senyera, la bandera catalana sin más. El ingenuo podría preguntarse si era intencionado el recurso a la estelada o fue lo primero que le lanzaron desde la grada en el instante de celebración.

En cualquier caso, es normal que el aficionado rival ande algo sensible con Piqué (sin llegar a la indignación pura que Kiko Rivera enunció en su tuit: «¡Y un mojón pa ti, Guardiola! ¡Viva España!» ). De hecho, es uno de los jugadores más propensos al desliz en nuestro fútbol. Celebrando el Mundial en el autobús de la selección le vimos lanzar a Pedro Cortés, empresario y delegado federativo, un escupitajo de una solidez, balística y trayectoria casi perfectas. Por eso también tiene una expectoración apócrifa, la que dicen proyectó en Cornellá a la hinchada españolista. Pero de ese lapo o gargajo no hubo nunca clara evidencia gráfica. El aficionado rival se indigna y le atribuye más de lo que hace, pero algo tiene Piqué de encantador en las distancias cortas. Preguntados por él, Florentino Pérez y Del Bosque coincidieron (y eso es raro) en su definición: «Es un buen chico» .

Pero la actitud ante el asunto nacional no está del todo clara en Piqué. El otro día se mojó claramente en favor de la consulta. Otras veces ha lanzado balones fuera con la desacomplejada contundencia de un central. Así, preguntado una vez por los pitidos del himno en la final de copa y la polémica consiguiente, respondió por el espacio que le quedaba entre Boskov y la tangente: «!Es fútbol, es fútbol! ¡Ya está, no hay más!». Pero en alguna ocasión fue hasta claramente «unionista». En RAC1 dijo lo siguiente: «La independencia ha ido a más en los últimos años. Yo sinceramente pienso que en principio hará más débiles a Cataluña y España. Todo lo que sea separar debilitará a las dos tierras». ¿En qué situación se coloca por tanto Piqué? Aún es posible encontrar unas declaraciones de mayor matización, de mayor finura, que sitúan la cuestión en una especie de bruma post-independentista. Esto dijo a La Vanguardia: «Lo que sí sé es que España y Cataluña son compatibles. Aunque Cataluña se independizase de España, seguiría necesitando a España, y Cataluña es importante para España. ¡Lo mejor es estar juntos!». Ruptura y concordia. Afirma que está con España , pero a la vez apoya a Omnium Cultural en su demanda de una selección catalana que compita plenamente. Ahí la contradicción es absoluta.

Piqué es de casa bien. Es nieto del empresario Amador Bernabéu (un directivo de seny, más del estilo de Casaus que de Laporta), hijo de un abogado que escribe novelas y de una licenciada en medicina especializada en rehabilitación de daños neuronales. Su padre contó en la prensa que Gerard es un superdotado (piquetón aparte) con un CI de 170. Estudia finanzas y empresariales (gestión de su patrimonio, «sus patrimonios», la mejor ocupación posible) y tiene negocios inmobiliarios, cárnicos y de videojuegos. Posee una sicav radicada en Madrid y la prensa especializada refiere que más de la mitad de sus inversiones las realiza en territorio español. No tiene el perfil esencialista de Oleguer Presas ni siquiera de Pep Guardiola, sino más bien el coqueteo entre el dentro-fuera propio de la familia convergente. A la ambigüedad natural de ese rama política une Piqué la del futbolista, poco dado, salvo excepciones (el mencionado Oleguer, el gallego Nacho, el supercomunista Javi Poves...), a declaraciones rupturistas. No se puede afirmar a estas alturas que Piqué esté en el #SÍSÍ de la consulta. De sus contradicciones puede colegirse que su ideal político quizás sea algo cercano a la independencia, pero con España cerca. El sueño convergente. Pero son suposiciones, los hechos sólo confirman que se trata de «un buen chico» que ha excedido los límites constitucionales del 78. Como media España, vamos.

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