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Final Copa del Rey

Un Messi imparable le regala el doblete al Barcelona

La Copa se queda en el Camp Nou gracias a dos goles del argentino y uno de Neymar (1-3)

Un Messi imparable le regala el doblete al Barcelona AFP

L. BUXERES

El Barcelona lleva cinco meses sin sacar el pie del acelerador. Embalado hacia la historia, el equipo de Luis Enrique destruye sin piedad todo lo que se le ponga por delante. Después de la Liga, la Copa rubricó este sábado el doblete azulgrana en una temporada de ensueño, liderada por un Messi más soberbio que nunca. No tuvo respuesta el Athletic, superado por todos los lados, en un Camp Nou disfrazado de San Mamés. La fiesta del fútbol fue la fiesta del Barça, al que le quedan siete días para hacer realidad un triplete imposible después de perder en Anoeta [ Narración y estadísticas ].

No hay laboratorio que haya encontrado la fórmula mágica para parar a Leo Messi. Muchos lo han intentado y todos han fracasado. Cuando el argentino está a su mejor nivel no hay sistema defensivo que pueda detenerle. Lo intentó Valverde con la máquina del tiempo, situando a Balenziaga a seguirle por todo el campo. Si el argentino se agachaba a atarse los cordones, el lateral hincaba la rodilla y no perdía ojo del argentino. Un marcaje que acabó logrando el efecto contrario. Tardó la «Pulga» en estudiar los movimientos de su par, incluso se le vio frustrado en alguna jugada después de no haber podido regatearle. Un tramo inicial dubitativo que dio paso a uno de esos momentos que subliman el fútbol.

Con este Messi no hay nada que hacer. Da la sensación que pueden perseguirle los once futbolistas del equipo contrario y seguiría encontrando un hueco por donde sacar el balón y encarar la portería contraria. Así lo descubrió el Athletic, si es que no estaba avisado ya. Pegado a la derecha, el argentino comenzó a cabalgar pero hasta tres defensas le enjaulaban. Un sutil toque de balón le bastó para burlar a todos ellos, meterse en el área, driblar a un cuarto defensa y batir a Herrerín por el palo corto. La minoría azulgrana del Camp Nou explotaba de júbilo. Arte y fútbol volvían encontrarse y en el mejor escenario posible, una final.

Había enseñado las garras el Athletic en diez primeros minutos iniciales casi perfectos. Las finales se deciden por detalles, suelen decir los deportistas. Y en eso, el conjunto rojiblanco empezó con ventaja. Jugó como local en el Camp Nou, ocupó el vestuario del Barcelona y sorprendió con su planteamiento inicial. Valverde pobló el centro del campo y no ordenó su habitual presión asfixiante. El Barça, descolocado, parecía un tanto acelerado y tardó en asentarse en el campo. Cuando lo hizo, la final no tuvo color y el Athletic desapareció.

Un tanto mal anulado por fuera de juego a Neymar a los diez minutos supuso el cambio de tendencia. Creció el Barcelona a partir de ahí y se encogió el conjunto vasco. Messi pintó su lienzo y el marcador empezó a teñirse de azulgrana. Herrerín luchaba contra lo inevitable. Se ganó el sueldo ante Neymar, ante Piqué y ante Suárez, pero el Barça era como una bola de nieve que se iba haciendo cada vez más grande. Messi continuaba desquiciando a todo el mundo, generando espacios para sus compañeros. Para Suárez, por ejemplo, que recibió de Rakitic y le cedió el segundo a Neymar. El tridente estaba haciendo trizas las ilusiones bilbaínas. La gabarra no podía salir del puerto.

El entendimiento que han logrado los tres delanteros del Barcelona, Luis Enrique mediante, merece un capítulo aparte. El enorme ego que se les supone contrasta con su generosidad sobre el césped. El bien común es lo más importante. Luego llegan las recompensas individuales.

Pundonor rojiblanco

El Barcelona decidió montar el motor diesel en el segundo acto para jugar con la superioridad del marcador. Era el equipo de Valverde el que estaba más obligado, pero su inferioridad técnica quedó en evidencia, a pesar de que sus futbolistas se dejaron el alma, nadie podrá reprochárselo. Avanzaba el cronometro y la nada conquistaba la final, un panorama perfecto para el Barça. Le gustan estos minutos a Messi, siempre atento al más mínimo error del rival. La «Pulga» agarró la Copa con las dos manos ganando la partida a los centrales y anotando el tercero. Ni siquiera el gol de Williams, un premio al ímpetu rojiblanco, le borró la sonrisa. La Copa del Rey se quedó en el Camp Nou, junto a la Liga. Berlín será el sábado la última parada para el tren azulgrana. Y conduce Messi.

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