El pacto «desleal» de los Zapata

«En Lubre, todo como en familia». Tal era el lema publicitario de la galería comercial que Juan Zapata Cubeiro fundó en la década de los setenta en la Plaza del Duque. Esta tienda —con más de 5.000 metros cuadrados— nació tras el éxito de Establecimientos Ortega, con el que este empresario de origen gallego aprovechó la expansión del consumo de los años sesenta para vender a crédito electrodomésticos, muebles y confección. Zapata Cubeiro había nacido en 1917 en el municipio coruñés de Bergondo pero con 27 años se afincó en Sevilla como representante de la aseguradora Ocaso (con un acuerdo similar al de una franquicia, se encargó de crear y dirigir la estructura de esta empresa en la ciudad). Una década después fundó Funeraria La Nueva, para prestar servicios relacionados con las pólizas que vendía Ocaso. Su espíritu emprendedor le llevó después a abrir Lubre, con la ventaja añadida de que los cobradores de Ocaso le servían como red comercial para vender planchas, transistores, perfumes o textiles.

En los setenta, Zapata Cubeiro incorporó a la gestión a sus dos hijos varones, Juan y José Antonio, y el grupo mudó de piel. El éxito de El Corte Inglés en Sevilla les llevó a clausurar Lubre, a alquilarle parte del edificio al grupo de Ramón Areces e iniciar una nueva línea de actividad con la apertura de hoteles en sus inmuebles de la Plaza del Duque (Derby y América). Este negocio creció posteriormente con el Puerto Bahía en la playa portuense de Valdelagrana y, recientemente, con el Puerto Antilla Grand Hotel. La otra rama empresarial ha sido la inmobiliaria, donde posee un edificio de viviendas en alquiler en la calle Felipe II, además de apartamentos, locales comerciales y oficinas. Atrás quedaron otras filiales (como la venta de joyería o las fincas agrarias). En total, el valor de los activos que posee actualmente supera los 100 millones de euros.

«Todo como en familia». El eslogan de Comercial Lubre era el mismo que rigió la filosofía empresarial del patriarca gallego Zapata Cubeiro, cuyo deseo fue que las distintas sociedades del grupo se gobernaran de forma pactada por sus herederos (donde también figuran sus hijas Antonia y Asunción). Para ello se firmó un documento en 1983 entre los cuatro hermanos que imponía una dirección consensuada mediante un sistema de cogestión. Y bajo esta premisa se repartieron los títulos de la compañía. Los dos hijos varones —que habían tenido una participación directa en la gestión del negocio— recibieron un porcentaje más alto. Juan, por ser el mayor, obtuvo el 28%; José Antonio, el 26%; y Asunción y Antonia se hicieron con un 23% cada una.

Así funcionó esta empresa en vida del fundador Zapata Cubeiro y hasta siete años después de su muerte (falleció en 2006). Sin embargo, el pasado verano, tras meses de negociaciones soterradas, Juan y su hermana Antonia firmaron un acuerdo para controlar entre ambos el 51%, expulsando de la gestión a José Antonio. «De forma clandestina e ilegítima y vulnerando los pactos existentes, alcanzaron un acuerdo a espaldas del resto para repartirse el poder con la evidente finalidad de perjudicar los intereses legítimos del resto de los socios», según el comunicado que publicó ABC de Sevilla el pasado 27 de julio. José Antonio denunciaba así el frente abierto con su hermano Juan tras cuatro décadas de convivencia empresarial. «Existe un documento firmado por el fundador del grupo, su esposa y sus cuatro hijos donde se plasma el reparto de los títulos y se encomienda la gestión a los dos hermanos», afirma Daniel Jiménez, abogado de José Antonio, quien añade: «Eso es un protocolo que ha funcionado hasta julio de 2013, un sistema de cogestión en una compañía que ha crecido y es rentable, y se ha alterado la situación para marginar al grupo que ha tenido más participación y responsabilidad en el crecimiento de la empresa».

Fin a la paz social

El letrado Daniel Jiménez (del bufete madrileño SLJ) advierte que «se ha terminado la paz social de una compañía que ha estado bien dirigida y comenzará una larga etapa de litigios». Esto se explica porque «cuando un grupo de accionistas toma el poder de forma puntual para marginar a otro, se crean tensiones lógicas porque reina la sensación de que el patrimonio está secuestrado». El desenlace lógico de la disputa debería ser «que alguien compre la totalidad de la participación del otro socio, porque se han roto las relaciones de confianza y con tal tensión y enfrentamiento es difícil convivir».

El deterioro en las relaciones había comenzado antes. Tras la venta de Funeraria La Nueva (que incluía el proyecto del tanatorio de la SE-30) a unos inversores estadounidenses, el grupo Zapata decidió destinar las plusvalías a promover el Puerto Antilla Grand Hotel, bajo la dirección de Juan (el resto de los hoteles los gestionaba José Antonio). El desfase presupuestario de esta obra, unido a algunas inversiones fallidas en Bolsa del mayor de los hermanos, causó fricciones que concluyeron con una limitación de los poderes de ambos, que se comprometieron a firmar de manera mancomunada aquellos gastos que superaran los 200.000 euros. Con un matiz, Juan lo hizo por obligación y José Antonio voluntariamente.

Jiménez apunta que a partir de entonces «se barajó escindir y separar los negocios entre las distintas ramas para que cada cual siguiera su camino, aunque la idea quedó en suspenso para concentrar todos los esfuerzos en que la compañía superara la crisis económica». Tras «la sorpresiva y desleal toma de control» por parte de Juan «este proyecto está descartado». ABC se ha puesto en contacto con la rama de la familia que gestiona actualmente la compañía para contrastar esta versión, pero ha rehusado hacer ningún tipo de comentario.