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Precisiones históricas sobre la bandera falseada en Blanquerna

Hemos seguido con atención la polémica sobre el grabado expuesto en la exposición «1714, memoria gráfica de una guerra» y queremos precisar algunos detalles que suponemos ayudarán a comprender la cuestión

Precisiones históricas sobre la bandera falseada en Blanquerna abc

por josé maria blanco núñez, historiador naval

El grabado con las «imposibles» banderas rojo y gualdas , arranca del editado por Chereau en 1750, según el original de Aveline de 1692, como puede comprobarse en la relación de mapas de Cataluña (s. XVII-XX) de su Instituto Cartográfico . Eso explica la inclusión de la Ciudadela, comenzada en 1715 y finalizada en 1725.

Por Real Decreto de 28 de mayo de 1785, que el Secretario del Despacho de Marina, el bailío frey D. Antonio María de Valdés, puso a la firma de la Real mano «Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional que usa mi Armada naval y demás embarcaciones española, equivocándose…», se creó la bandera de uso exclusivamente marítimo que pasó después a ser la Nacional española. El proyecto original y los diseños presentados a S. M. los pueden contemplar en el Museo Naval madrileño.

Si el grabado no mostrase bandera alguna , la abundancia de galeras presentes en él hacen imposible su datación en la segunda mitad del XVIII, pues la Escuadra de Galeras de España fue dada definitivamente en 1749, al fallecer en Cartagena su último capitán general, el quinto conde de Fernán Núñez. Hubo una efímera resurrección en 1783-1784, cuando los bombardeos de Argel de la escuadra Barceló, pero en 1785 y en Barcelona era imposible ver ese tipo de buques porque también fue el año de la firma de la paz definitiva con Berbería.

Estamos de acuerdo con que los buques están saludando al cañón, máxima expresión del «son de paz» que viene de la costumbre de disparar la batería a la vista de otras velas para demostrar intenciones pacíficas, pues recargar los cañones llevaba largo tiempo. La actitud de paseantes y curiosos establecidos al pie del faro, lo certifica.

La imagen del gran navío que aparece en primer término, aún sin bandera, corresponde a un navío holandés de finales del XVII , según podemos contemplar en el libro «The Ship», del famoso arqueólogo naval Björn Landström (Allen&Unwin, Stockholm, 1961, Pág. 371). En su dibujo del navío Gouda (72 c.) vemos la misma decoración del espejo de popa que en el comentado grabado.

El contexto del primer grabado de Aveline no puede ser otro que el de la guerra de la Liga de Augsburgo. Recordemos que Ana de Neubourg vino a España, en 1689, para casarse con el viudo Carlos II, a bordo de una escuadra anglo-holandesa (más o menos la misma que tomaría Gibraltar en 1704) y desembarcó accidentadamente en Ferrol; escuadra que entró en La Coruña, se paseó por Cádiz y costas mediterráneas y ahuyentó a la francesa del conde d’Estréss que había bombardeado Barcelona y Alicante.

A propósito del bombardeo francés de Barcelona (10/11 julio 1691), en las instrucciones de Luis XIV a d’Estréss le decía: «(…) arrojar sobre la ciudad el número de bombas que creyeran bastante para hacer palpable el poderío de S.M. (…) y estimular a sus habitantes á alzarse contra el Rey de España (…)». Lo cual no consiguieron. El bombardeo de Alicante fue mucho más duro que el de Barcelona. En 12-08-1693, se presentó de nuevo la escuadra francesa ante la ciudad condal y, escribe D. Víctor Balaguer en su Historia de Cataluña, «Envió (d’Estréss) un trompeta diciendo que de todas las plazas de las costas españolas le habían regalado los Gobernadores, y esperaba de Barcelona el mismo agasajo. Los generales que había en la ciudad fueron del parecer que debía darse gusto al francés; pero no así los concelleres, quienes dijeron que Barcelona solo enviaba regalos de balas a sus enemigos. No obstante, se decidió regalar al Almirante según solicitaba y de ese modo se evitó un nuevo bombardeo».

En cuanto a expediciones borbónicas montadas en Barcelona, hubo tres en la primera mitad del XVIII, en 1715 la que recuperó Mallorca, último reducto austriaco, y en 1717 y 1718 las que fueron respectivamente a la «reconquista» de Cerdeña y Sicilia pero en las estampas de embarques de tropas que conocemos, se representa también al Ejército que embarca, o sus campamentos en tierra, en fin algo que haga al grabado «conjunto».

Estos botones de muestra ayudan a comprender que, curiosamente, los angloholandeses eran «populares» en la España de la última década del reinado de Carlos II y los franceses los odiados enemigos de todos. La escena del grabado no puede ser otra cosa que una visita de buques holandeses (y quizás alguno inglés) a Barcelona en ese periodo.

José María Blanco Núñez es académico de la Real Academia de la Historia.

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