Tras las huellas de Jane Austen

Con motivo del bicentenario de su muerte, nuestra blogger viaja a Inglaterra junto a Espido Freire

Este año se cumple el bicentenario de la muerte de Jane Austen y, con este motivo, se han programado actos de todo tipo: exposiciones, conferencias, coloquios, ediciones especiales de sus obras, de sus cartas, incluso el Banco de Inglaterra ha emitido un billete de 10 libras con su imagen y una de las frases suyas en defensa del derecho de las mujeres a la lectura. Y, cómo no, viajes por los lugares en los que transcurrió su vida. A uno de ellos he tenido la suerte, gracias a mis amigas Laura e Inés, de sumarme. Organizado por B the travel brand y de la mano de Espido Freire -experta austenita y autora del libro «Querida Jane, querida Charlotte»- han sido cuatro días intensos en los que nos hemos sumergido en el imaginario de esta escritora: la increíblemente verde campiña inglesa, los pueblos de pequeñas casas de ladrillo rojo y de grandes mansiones, la ciudad de Bath – tan presente en algunas de sus obras-, Winchester -en cuya Catedral está enterrada-.

El primer lugar al que nos dirigimos, atravesando la campiña un día luminoso con nubes de contorno definido, es Bath, patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1987. Ciudad balneario famosa por los baños de época romana y por la arquitectura georgiana de piedra caliza dorada, fue el lugar de vacaciones elegido por la aristocracia inglesa a finales del siglo XVIII. Aunque Jane Austen ya la había visitado anteriormente, es en 1801 cuando se traslada a vivir allí con su familia, cambiando cuatro veces de domicilio -a medida que su situación económica empeoraba- hasta 1806. El aspecto de la ciudad apenas ha cambiado desde los tiempos en que la familia Austen se paseaba para tomar los baños curativos y dejarse ver en sociedad. Son visitas imprescindibles:

Lucila Rodríguez de Austria Lucila Rodríguez de Austria

Los Baños Romanos, con bellísimas arcadas del siglo XIX sobre los restos del siglo I, aunque siguiendo la tradición neoclásica de los arquitectos Jonh Wood (padre e hijo).

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La Abadía de Bath, junto a los baños, un maravilloso ejemplo de gótico inglés.

El Circus (1754) es un espacio circular formado por bloques de viviendas, es un ejemplo de arquitectura georgiana, diseñado por John Wood padre, que estaba fascinado por los círculos prehistóricos de Stonehenge.

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Royal Crescent son 30 edificios de viviendas en cuatro plantas. Diseñada por el arquitecto John Wood en forma de media luna, fue construida entre 1767 y 1774. Por ahí corre desesperadamente Anne Elliot, heroína de Persuasión en la película de 2007, para impedir que el capitán Wentworth se vaya definitivamente.

 

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El Puente Pulteney sobre el río Avon, fue construido en el año 1773, diseñado por Robert Adam.

El Museo Holburne y el nº 1 Royal Crescent. El primero muestra de forma museística una bonita colección de objetos suntuarios, un auténtico cuarto de maravillas. El segundo es una preciosa vivienda amueblada a la manera del siglo XVIII. Aunque la familia Austen nunca habitó en una casa tan lujosa como esta, algunas de las protagonistas de sus novelas sí.

Assembly Rooms, de los mismos arquitectos, construidos en 1769 entre Queen Square, The Circus y Royal Crescent, para la celebración de bailes (hasta tres a la semana en temporada) y lugar para ver y dejarse ver. La joven protagonista de La Abadía de Northangher, deslumbrada por la vida social de esta ciudad, nos hace imaginar lo que sintió Jane la primera vez que la visitó invitada por unos tíos, pues las similitudes entre ambas son muchas: jóvenes hijas de familia numerosa que siempre habían vivido en el campo y con una gran imaginación incrementada por su afición a la lectura.

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Tras un día y medio callejeando por Bath, abandonamos el condado de Somerset para visitar Shaftesbury, en Dorset, uno de los pueblos más antiguos de reino Unido, famoso por la Gold Hill,  y Stonehenge, impresionante monumento megalítico de finales del neolítico, situado en el condado de Wiltshire. La tarde la pasamos en Winchester, donde Jane Austen vivió los últimos meses de su vida, en una casa anodina y descuidada de fachada amarillenta, muy cerca de la Catedral, donde será enterrada tras su muerte el 18 de julio de 1817 con 41 años. La Catedral es impresionante, con unas altísimas bóvedas de abanico propias del gótico perpendicular inglés. Tenemos la fortuna de llegar en mitad del ensayo de los niños del coro, una deliciosa forma de recorrerla hasta el transepto norte en busca de la austera tumba de Jane Austen.

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Nuestro último día lo dedicamos a Chawton, donde se mudaron en 1809, a una pequeña casa dentro de una de las propiedades de su hermano Edward. En Hampshire, el mismo condado en que estaba la casa de su niñez, Jane Austen vuelve a ser feliz y allí escribe o revisa muchas de sus obras. Su casa es ahora un museo donde podemos ver la minúscula mesa donde escribía en cuartillas sueltas, la cama que compartía con su querida hermana Charlotte o los jardines por los que paseaba.

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Al margen de la innegable belleza de los lugares visitados, tengo que reconocer que las sorpresas en este viaje van mucho más allá. Porque ¿qué tenemos en común veinticinco mujeres (perdona Carlos, lo tuyo es un acto de amor a tu mujer) de diferentes edades y procedencias? Cinco catalanas, dos amigas granadinas, varias madrileñas, dos madres con sus hijas, unas hermanas, una gallega, una china en la setentena que viaja sola…y una escritora famosa de aspecto frágil y delicado, pero de discurso firme y preciosa voz de locutora de los años cincuenta, de cuando la radio era única forma de que las mujeres viajaran.

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El gusto por una escritora como Jane Austen significa mucho más que disfrutar con una novela de final feliz. Es apreciar la ironía, la sutileza, las conversaciones inteligentes -aunque tengan apariencia de frívolas-. Es ser capaz de empatizar con esposas aburridas de sus vidas y deseosas de agradar a todos los caballeros que no sean sus maridos, con hijas abnegadas que anteponen el deber a su felicidad, con madres frías y distantes, con padres ridículos que se ponen continuamente en evidencia, con caballeros orgullosos y despreciativos, con héroes y heroínas que son capaces de reconocer sus defectos. Es apreciar una colcha de patchwork, un petit point en el asiento de una catedral (¡nadie lo roba!), un broche minúsculo de piedras duras, un papel pintado en la pared. Es emocionarse con un árbol centenario y un jardín de flores que ocultan en su desorden siglos de dominio de la horticultura. Es soñar con sentarse durante horas en un banco cualquiera (¡hay tantos!)  que nos recuerdan que a veces hay que parar, seguir con la mirada el movimiento de las nubes y serenar el alma.

PD 1. Gracias a todas mis compañeras de lecturas, a Espido Freire y a Martín (no pienso hacer ningún viaje más por Inglaterra sin tí).

PD 2. La foto de Espido Freire en los baños es de Nika Jiménez. El resto de Cuarto de Maravillas.

PD 3. Hay un blog temático en español donde se puede estar al día de los actos del bicentenario, entre ellos un baile de Regencia el 27-28 de octubre, organizado por una empresa de trajes de época, en el Casino De La Exposición de Sevilla.

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