Cuarto de maravillas

Esos libros que no quieres que acaben nunca. Tetralogía de Nápoles

La misteriosa escritora Elena Ferrante ha conseguido que la blogger no quiera que acaben nunca sus libros

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Me encantan los libros gordos. Con montones de páginas. Ya sé que si es malo puede llegar a suponer una tortura, pero yo, con la edad, he aprendido a dejarlos. Antes tenía que seguir leyendo hasta la última página. Como si una mala elección se pudiera soslayar echándole fuerza de voluntad. Ahora no. Si no me interesa, a otra cosa, mariposa. Para qué equivocarme dos veces, porque ¡hay tantas cosas increíblemente buenas y tan poco tiempo!

Cuando cae en mis manos una novela de esas, me pongo nerviosa. De puro contento. ¡Sé que va a durar! -me digo. Y puedo devorar las páginas rápidamente sin temor de que el disfrute desaparezca en un suspiro. Pues bien, este mes de agosto una de esas maravillas ha caído en mis manos: la historia de una amistad con el telón de fondo del Nápoles de los años cincuenta. ¡Una tetralogía! ¡Cuántas horas de lectura por delante!

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En un barrio marginal, pobre, en el que los vecinos viven con miedo sometidos a las normas impuestas por usureros y camorristas, se fragua la amistad de Lina y Lenú, dos chicas inteligentes, curiosas, con inquietudes. Es un entorno en el que sólo se es libre cuando se es niño y la capacidad de soñar está intacta. Para el resto de habitantes, el destino está escrito, implacablemente, y no hay forma humana de rebelarse con éxito. Sólo la educación parece dejar un resquicio por donde escapar, y ambas intentarán –con distinto resultado- aferrarse a ella.

Aunque el auténtico protagonista es la ciudad de Nápoles. Como en un retablo barroco se nos presenta la vida del zapatero, el conserje, el carpintero, el ferroviario, la viuda loca, los maestros, el pastelero, los usureros, etc. Y las relaciones que se establecen entre ellos y con sus hijos. Es como un Nacimiento napolitano, de figuras de barro de facciones arrugadas, con ropajes pobres, que alguien coloca a su antojo junto al portal o al lado del río de papel de plata. Una de las primeras escenas impactantes es cuando la familia Sarratore se marcha del barrio. Está gráfica y maravillosamente descrita, tanto que, si me preguntan, aseguraré que lo vi todo con mis propios ojos. El marido y el hijo mayor van atando objetos a la carreta del verdulero -muebles, colchones y demás bártulos-, mientras el vecindario asiste en pleno asomado a las ventanas de sus casas. Cuando empieza el cortejo a moverse -el matrimonio con sus cinco hijos-, unos gritos estremecedores se adueñan del aire, surcado por una serie de objetos (ollas de cobre, vasos, botellas, planchas de hierro) que salen de una de las ventanas y se van estampando en el asfalto. Dejamos entonces de respirar (una de las muchas veces que nos pasará) y nos quedamos prendidos en los ojos de Lenú.

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En esa ciudad, Nápoles, de la que no se puede salir sin que te cause un destrozo, se desarrolla la vida de Lina, y a ella vuelve Lenú una y otra vez, como si no pudiera terminar de romper ese cordón umbilical con sus orígenes.

La escritora, Elena Ferrante, hasta hace unos días era un misterio. Nadie sabía cual es su aspecto, no da entrevistas en los medios (salvo a través de un ordenador) y sus editores mantienen a salvo su identidad. Podría ser hasta un hombre, se ha llegado a decir. Pero hace una semana, un periodista italiano, Claudio Gatti, escribe un artículo en el que apunta a una persona concreta, una traductora que ha trabajado durante años con la editorial romana, casada con un escritor. Llega a esa conclusión después de seguir el rastro al dinero generado tras el éxito del cuarteto napolitano y descubrir un gran incremento del patrimonio de esta señora (lo cual no deja de ser una intromisión increíble en su intimidad). Yo voy a dejarlo ahí. Si ella no quiere ser conocida más que por su trabajo, es su decisión. A veces, no firmar con tu nombre te da la libertad necesaria –aunque sea una simplemente una sensación- para que todo fluya mejor. Sólo espero que Elena Ferrante tenga tiempo y ganas de escribir muchos más libros. Con millones de páginas, por favor.

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Fotos: Cuarto de Maravillas

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