Cuarto de maravillas

¿Por qué comprar en una casa de subastas?

Asistimos a una sala de subastas, estas son las impresiones y sensaciones de esta forma de adquirir antigüedades

Siempre me han atraído las casas de subastas. Me parece que son las herederas de los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas de los siglos XVIII y XIX. Los museos, que surgen a partir de estos gabinetes, en los siglos posteriores se fueron especializando de tal modo que la mayoría no se puede considerar ya un compendio de cosas curiosas o bellas: o son de pintura y escultura, o de libros, o de instrumentos musicales, o de armas, etc., pero salvo excepciones, están tan focalizados, que terminan abarcando un ámbito de conocimiento muy profundo, pero limitado a alguna de las artes en concreto.

Casas de subastas. Cuarto de Maravillas

Sin embargo, en las salas de subastas podemos encontrar un sin fin de objetos de todo tipo: cuadros, esculturas, joyas, muebles… pero también menaje de cocina curioso o antiguo, botellas de vino, fósiles, pistolas, puñales, libros, vestidos, etc. Tienen cabida piezas de grandísimo valor y otras que cuestan unos pocos de euros.
Eso sí, son gabinetes de curiosidades efímeros, sin afán de coleccionismo ni de permanencia, que se desmontan después de cada subasta para sustituir las piezas por otras diferentes.

Casas de subastas. Cuarto de Maravillas

Yo he aprovechado un viaje a Madrid para asistir a una sesión en la sala de Subastas Segre y contaros lo que veo. Previamente he revisado el catálogo online y me he lanzado a pujar por un par de cosas (siempre el precio de salida): un carrito de metal dorado de los años 70, divertido para la casa que estoy decorando, un tántalo del siglo XIX con tres licoreras y un crucifijo de plata (tal vez para regalo de boda y primera comunión).

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Llego a la sala veinte minutos antes de que empiece la subasta. Está repleta de cosas, todas por en medio (cuadros y relojes colgados, cómodas pegadas a la pared, sillas alrededor de una mesa, expositores atiborrados de palilleros y figuritas de plata o porcelana, jarrones, relicarios, cuberterías, etc.) No sé muy bien dónde fijar la mirada (¡tendría que haber venido al menos una hora antes para echar un vistazo más a fondo!) y un poco desesperada, intento localizar el carrito de metal por el que he pujado. Sin éxito. A saber cómo será.

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Hay un espacio, en mitad de todo ese desbarajuste, con sillas para el público que asiste. Elijo una, no muy cerca de la mesa pero tampoco al final, porque no quiero perderme nada de lo que allí pase. He cogido un catálogo, y ahí sí que localizo el carrito como el lote 450 y el tántalo como el 747. Al menos me enteraré de si los he comprado, digo yo…

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Poco a poco se van llenando todas las sillas de gente muy variopinta: señores mayores con americanas (¿anticuarios o coleccionistas?), señoras elegantes que encajan perfectamente entre las cómodas inglesas, un par de chicos rubios y guapos con pantalones pitillo… Empieza a haber un movimiento nervioso entre el personal de Segre, varias chicas se sientan frente a teléfonos y una rubia de pelo a lo garçon se coloca tras una mesa con un mazo, dando la espalda a una pantalla de plasma donde, presumiblemente, saldrán las imágenes de los lotes.

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Y empieza la subasta, con piezas midcentury que no suscitan mucho interés entre el público y alguna art Nouveau que sube un poco de precio. Va rapidísimo, parece que todo el mundo sabe lo que quiere. ¡Uff! ¡Está a punto de salir «mi» carrito!, y el pulso se me acelera mientras intento convencerme de que si se lo lleva otra persona, tampoco pasa nada. -«Carrito de latón dorado imitando bambú, español, años 70, cubierto en 180 euros»- dice la chica que dirige la subasta-«¿alguien da más?»- y tres segundos más tarde: -«Adjudicado», mientras da un golpe con el mazo. (Me parece que es mío… ¡qué emoción!).

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Un lote de piezas de cocina de cobre (cazos, conservador de matanza, cántaro) parece animar al público presente, entre ellos un señor con chaqueta azul y pantalón beige que mantiene la mano alzada sin levantar casi la mirada mientras los demás pujan, como queriendo decirles que da igual lo que ofrezcan, que va a ser suyo. Y así es. Tiene muy claro a lo que ha venido, porque repite ese gesto con varios objetos más.

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Uno de los lotes que más expectación suscita es un precioso expositor de caramelos antiguo de metal, madera y cristal, procedente de la cafetería Viena-Capellanes (1940-50). Su precio de salida son 500 €, pero va subiendo, primero de 50 en 50 euros, después de 100 en 100 (entre veloces cruces de mirada de las chicas al teléfono, la directora de subasta y alguno de los presentes), hasta adjudicarse telefónicamente en 2.600€. (Y todo el rato molestándome un mechón de pelo en la frente, pero sin atreverme a levantar la mano, -que la chica rubia lo ve todo-, no vaya a pensar que estoy pujando).

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas

Pero la pieza estrella de esta subasta es un busto de la Reina Victoria Eugenia de Battenberg a caballo, de Mariano Benlliure (1922). Lo adquiere el estado (personificado en un señor muy anodino de camisa gris sentado en primera fila) en 40.000 €.

Casa de subastas. Cuarto de Maravillas
Los palilleros de plata tienen mucho éxito

En un par de horas acaba la subasta. Me he adjudicado dos de los tres lotes por los que pujé y me he divertido. Y os resumo mis conclusiones:

  • Todos podemos curiosear, presencial o virtualmente, entre piezas de coleccionista o vintage, aparadores, sillas, grabados, etc.. .Se puede participar desde cualquier parte del mundo (sólo hay que decir la cantidad máxima que se está dispuesta a pagar), y el personal de la sala de subastas puja en tu lugar.
  • Los catálogos tienen unas fotos estupendas que acompañan a la descripción, y reflejan perfectamente cómo es la pieza: si nos gusta en la foto, nos va a gustar mucho más al natural. (Mi carrito y mi tántalo son preciosos).
  • Podemos encontrar objetos de todos los precios, ya sean para regalos de boda, para decorar nuestra casa o empezar una colección.
  • La imagen que tenemos de las salas de subastas como santuarios repletos de antigüedades carísimas, donde apenas se atreve uno a entrar, ha cambiado. Ya no son espacios reservados para una élite intelectual y económica, en los que la galerista te mira por encima del hombro. Ahora son chicas sonrientes, dispuestas a explicarte cualquier duda que te surja.
  • Y si no nos divierte el proceso de puja, normalmente se puede comprar de forma directa las piezas que no se hayan adjudicado. (¡Aunque nada como la emoción de la apuesta!)

PD. Gracias a Leticia Permuy y Elena Muñoz-Cobo por su amabilidad y por prestarme sus fotos.

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