Cuarto de maravillas

¿Qué ve un sevillano cuando se convierte en turista en Sevilla?

Un analítico paseo por el centro de la mano de nuestra blogger para descubrir las características de esta faceta hiperturística

Todos los fines de semana hay que hacer algo. Si es verano, hay que ir a la playa. En primavera tenemos La Feria de Abril, la de El Puerto, la de Jerez, el Rocío. En invierno, la Sierra Norte de Sevilla, montear en Córdoba o pasar una velada en la chimenea en Hornachos. Pero, ¿para cuándo ser turistas en Sevilla?

Un sábado de diciembre, con el sol a todo lo que da, generoso, tanto que sobran los abrigos y las parkas. Cruzar el puente de Los Remedios, desde República Argentina hasta la Puerta de Jerez. ¿Ves? ya está el árbol ese que no es un árbol, salvo de noche, cuando las luces encendidas deslumbran y no dejan ver que no tiene ramas, ni hojas, sino alambres y bombillas –sus vergüenzas- que componen un nombre de aseguradora, o de banco, o lo que sea… Junto a ese no-árbol, un quiosco de churros con no-churros: masas rellenas de chocolate, crema, nata… fritos desde no se sabe cuándo, debe ser un reclamo para turistas, llena el estómago y te quita el hambre por poco dinero, que es más caro quitarte el hambre en Casablanca.

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Cruzar el puente es deporte de riesgo. Hay hordas que van hacia el centro (y otras que vienen ¿a dónde?). Muchos extranjeros haciéndose fotos en los pequeños ensanches con bancos, si los viandantes no se cruzan en mitad de un disparo. Las bicicletas, dueñas de Sevilla. La luz es tan bonita, que no hay carretes suficientes para llevar a Oslo. Intentas caminar despacio, pero te empujan, o te adelantan, hablando en un dialecto napolitano casi de Lepe. Por fin llegas al Paseo de Colón, junto a una Torre del Oro engalanada de sol. Un grupo de chicos con gorra de capitán de la Marina Mercante te invitan a subir a la Luna de Sevilla, o a La Perla del Guadalquivir, casi estás tentada de seguirles, por ver si apareciese Jonny Deep antes de engordar veinticinco kilos y dejar de usar eye-liner.

Con un esfuerzo ímprobo –qué difícil es renunciar a los sueños-, aprovechas que se ha puesto en verde para los peatones el semáforo y, junto a un rebaño desconocido, te adentras en la Puerta de Jerez ¿Compro almendras en el quiosko?
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Junto a la fuente, aprovechando el pequeño espacio sombreado, ya es habitual el grupo de flamencas montando el numerito, hasta con tablao portátil. Hoy, incluso se han traído a un chico con una cámara de vídeo y un altavoz de esos que parecen súper profesionales, como haciendo una entrevista para una televisión local –o internacional, que se lleva lo mismo, si no, que se lo digan al mannequin challenge de la Antonia- ella con su flor en la cabeza y una falda de volantes nada costeada, las piernas abiertas. Cual Carlota de Mónaco en la Provenza, tan sencilla, tan natural, unos minutos antes de empezar a zapatear con virulencia las tablas portátiles al son de los quejíos de una jovencita disfrazada de cuarterona.

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Pasa el tranvía anunciando la Navidad, como si no nos hubiéramos dado cuenta. Todo empapelado de azul –la nieve, qué familiar para los sevillanos-tocando la campana para que la gente se aparte. Los coches de caballos salen de la esquina del Hotel Alfonso XIII, sorteando al tranvía, los bailaores, las bicicletas, los viandantes… otro deporte de riesgo. Incluso algún coche que intenta –qué osadía- entrar en un garaje de la calle San Fernando. De la puerta del hotel sale una pareja joven, ella con pañuelo en la cabeza y bolso de Hermés auténtico (¡por Dios, qué llevará debajo del vestido! ¿Será un ángel –de Alá- de Victoria Secret de incógnito en Sevilla por Navidad?)

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La terraza de Oriza está hasta arriba. Las mesas altas de la esquina de los jardines de Murillo están tomadas por extranjeras -todas mujeres- de mediana edad, rubias, estudiando la carta como si fuera el libro de instrucciones de una lavadora…si yo fuera danesa también vendría a Sevilla con mis amigas, o a África a una granja. Menos mal que hay una esquinita para poner una chistorra a los clientes de siempre… La cara de ese hombre que está en la barra me suena mucho. ¿Será sevillano?

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