Road trip de cinco días por el corazón de Suiza

Suiza es uno de los páises más cómodos para viajar en coche, estos son los consejos de nuestra blogger

Suiza es un país ideal para conocerlo en coche: es relativamente pequeño y el estado de las carreteras es increíblemente bueno. No hay peajes, lo único imprescindible para utilizar las autopistas es comprar una pegatina: la vignette, que cuesta 40 francos y sirve para todo un año. Hay una ruta establecida (algo así como el Camino de Santiago en España) que se llama el Grand Tour o la Gran Ruta Helvética, que plantea un recorrido circular de unos 1600 km, para hacer en coche o en moto, por entre viñedos, campos de cultivos, lagos cristalinos, pueblos, ciudades y montañas increíbles. Es necesario un mínimo de 10 días para hacerla con una cierta tranquilidad, lo que no era nuestro caso, así que tuvimos que limitar las zonas. Os detallo los itinerarios elegidos para cada uno de los cinco días, en los que dimos prioridad a paisajes y pueblos frente a las grandes ciudades, a las que siempre puedes llegar en avión.

Lucila Rodriguez de Austria

1. De Ginebra a Montreux

Tomamos la carretera que discurre junto al lago Lemán, entre viñedos, frutales y pueblos con iglesias de torres puntiagudas: Nyon, Morges, etc. hasta llegar a Lausana, con una importante catedral gótica y un puerto, Ouchy, que enamoró a visitantes célebres y sigue siendo testimonio de la afición a la vela de los suizos (a pesar de carecer de mar). Seguimos a lo largo de 30 km. por la región vinícola de Lavaux, con vides que se arrastran hasta casi acariciar el agua. Se intuyen, detrás de verjas de hierro, unas casas enormes y señoriales, con sus propios embarcaderos.

Lucila Rodriguez de Austria

En Montreux, capital de la Riviera del Vaud y famosa por el festival de jazz de verano, damos un paseo delicioso por las orillas del lago, con una exhibición de árboles y plantas de todo tipo: sauces llorones, pitas, rododendros, adelfas y miles de plantas más cuyo nombre ignoro, salpicado de esculturas de autores jóvenes creando volúmenes que interactúan con las vistas del lago. Por supuesto, bancos cada pocos metros para poder sentarse a disfrutar apaciblemente de este alarde de la naturaleza. El Hotel Montreux Palace, joya de la Belle-Époque de 1906, invita a soñar el horizonte desde cualquiera de sus habitaciones de toldos amarillos, dejándote hipnotizar por los Alpes de Chablais, ya en la orilla francesa, que cambian de aspecto con la luz y con las nubes que los abrazan.

Agustín Vidal-Aragón de Olives

El paseo continúa hasta el Castillo de Chillon, levantado en el siglo XII sobre unas rocas que parecen nadar en el lago. Popularizado por Lord Byron en su novela El prisionero de Chillon, que narra el encarcelamiento en él del joven Bonivard por oponerse al poder del duque de Saboya, es uno de los monumentos más visitados de Suiza, tal vez por su poderosa estampa flotando en el agua y recortado contra los Alpes.

2. Gruyeres, Friburgo y Murten

La región de los pre Alpes es una zona poco montañosa que se caracteriza por sus praderas de un verde brillante y suaves colinas. La silueta de Gruyère sobresale entre montañas boscosas y alguna lejana cima nevada. Tiene un castillo de cuento con torreón incluido, rodeado de coníferas que se agarran a las rocas y calles empedradas. Mundialmente famoso por el queso que se elabora allí, está lleno de restaurantes de bonita fachada donde poder degustar una fondue o comprar el queso ya mezclado para hacerla en casa (o las dos cosas, como hicimos nosotros).

Agustín Vidal-Aragón de Olives

A unos 40 km. en dirección norte nos encontramos con una de las ciudades más grandes de la Edad Media: Friburgo. El río Sarine la atraviesa sinuosamente de sur a norte y la divide en dos mitades. Paseamos por el casco antiguo durante unas horas, entre montones de fachadas góticas, buscando la Catedral de San Nicolás, mientras notamos cómo el francés va dejando paso al alemán en la nomenclatura de las calles y la charla de las gentes. Empezada a edificarse al poco de fundarse la ciudad, en1157, se caracteriza por su torre altísima (74 m) que se puede subir (368 escalones) para disfrutar de las vistas de toda la ciudad y por unas vidrieras medievales que colorean caprichosamente  las paredes y las pinturas del interior.

Agustín Vidal-Aragón de Olives Agustín Vidal-Aragón de Olives

Murten es un pueblo medieval junto a un pequeño lago a 20 km de Friburgo. El camino por la autopista nos deja ver nuevamente paisajes de valles verdes recortados contra montañas, granjas con vacas felices (si creyera que me tengo que reencarnar en un animal elegiría ser vaca en Suiza), pueblos con casas de tejados empinados y lagos de aguas azules y heladas. Las casas de Murten son de dos o tres alturas, con contraventanas de colores y muchísimas flores en los alféizares. En la entrada de algunas casas y restaurantes nos encontramos unas puertas inclinadas que dan acceso a cavas para guardar los vinos o permiten acceder a un trastero. En una callejuela paralela a la calle principal vemos una subida a una pasarela de madera que recorre parte de la única muralla medieval de circunvalación intacta y desde el que se tienen unas vistas preciosas de los tejados del pueblo y del valle que lo rodea. Terminamos el recorrido en Berna, capital del país y cuyo casco histórico, rodeado por el río Aare, es patrimonio mundial de la Unesco.

3. Interlaken y el oberland bernés: Jungfrau-Aletsch

Interlaken (entre los lagos Thun y Spiez, que dan nombre a dos encantadoras ciudades medievales) es la base para explorar una de las zonas más bonitas de los Alpes. Desde allí puedes subir en coche hasta el valle de Grindewald o el de Lauterbrunnen para tomar un tren cremallera construido hace más de un siglo, que atraviesa los Alpes suizos en una ruta de leyenda; o, como hicimos nosotros, coger directamente un tren en Interlaken, hacer un trasbordo para subir al tren cremallera y olvidarnos del coche por unas horas (sólo tiene el inconveniente del precio, 200 €/pax). Nosotros subimos a través de Grindewald y bajamos por el valle de Lauterbrunnen.

La subida por Grindewald atraviesa un valle entre paredes de roca con cascadas glaciares, riachuelos de agua blanquecina entre cantos redondeados por la abrasión y casas de madera, hasta llegar a la estación de Kleine Scheidegg, donde hacemos nuevamente transbordo (allí confluye la vía que accede desde Lauterbrunnen) . Subimos cada vez más, y pronto aparece amenazante la pared norte del Eiger a 3.970 m, también llamada la pared asesina por el historial de alpinistas fallecidos intentando escalarla.

Agustín Vidal-Aragón de Olives Agustín Vidal-Aragón de Olives Agustín Vidal-Aragón de Olives

El Jungfrau Joch, un puerto a 3.454 m de altura, es la estación de ferrocarril más alta de Europa.. El edificio es todo un parque temático con restaurante, tienda, un palacio de hielo, una exposición sobre la construcción del tren cremallera y una zona de tirolina, de trineos y demás juegos de nieve. Pero lo verdaderamente impresionante es el paisaje en cuanto sales al exterior: rodeado de un cielo azul brillante (el día no podía ser más bonito), alguna nube  y rocas de brillante terciopelo blanco, te sientes pequeño, indefenso, casi no puedes respirar (esto último no es una hipérbole). En este entorno Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, los picos Eiger, Mönch y Jungfrau confluyen para volcarse en el glaciar Aletsch, el más grande de Europa, con casi 24 km. de longitud. Hay un ascensor hasta la cumbre de la Sphinx, una plataforma con observatorio científico,  desde donde se puede contemplar nuevamente el paisaje, no sin un respingo en el estómago cuando te das cuenta de que el suelo de tramex deja ver el vacío blanco sobre el que caminas.

Agustín Vidal-Aragón de Olives Lucila Rodriguez de Austria
Agustín Vidal-Aragón de Olives

La bajada la hacemos por el valle de Lauterbrunnen, pasando junto a pueblos con casas de madera de inclinados tejados (para que la nieve no se acumule) y chimeneas que pronto empezarán a echar humo. De regreso a Interlaken, recogemos el coche para bordear el lago Thun y disfrutar de las vistas de la ciudad con su castillo, como todo pueblo suizo que se precie.

4. Por el valle de Emmental hasta Lucerna

Es un valle de suaves y verdes colinas con granjas de madera, una zona agrícola de tierra fértil. Nos llama la atención que hasta en las granjas las ventanas están adornadas con flores. En el exterior de todas ellas, montones de madera cortada al mismo tamaño y perfectamente apilada aguardan que llegue el frío para alimentar las chimeneas. Algunos tractores están segando la caña de maíz, otros aparcados en el exterior esperando a ser necesitados. Da una increíble sensación de tranquilidad, de que la vida transcurre por los cauces adecuados: los animales son felices, los granjeros también, los geranios están siempre recién plantados, nada les altera en una rutina bella y armoniosa, como si posaran para un cuadro. Vamos pasando por pueblos similares unos a otros: Landau, Trubchauchen, Ebnet…

Las tiendas que predominan son de venta de tractores y aperos de labranza, pero con tantas flores que parece que fueran eso lo que estuvieran vendiendo. En Schüpfheim nos hace detenernos a ver una procesión de gente vestida con traje regional conduciendo vacas, como si fuera algún tipo de celebración o feria agrícola. Es sábado y hace una temperatura deliciosa.

Agustín Vidal-Aragón de Olives Agustín Vidal-Aragón de Olives

Lucerna, a orillas del Lago de los Cuatro Cantones, es el culmen de un día perfecto. Cruzamos el Kappellbrücke, uno de los puentes más bonitos del mundo, con pinturas antiguas -escenas de batallas y mitológicas- en unos frontones que decoran el techo. Es preciosa la vista de la ciudad hacia ambos lados del puente: a la izquierda la ciudad antigua con los edificios señoriales, a la derecha el edificio moderno de Jean Nouvel que ha hecho de Lucerna un centro importante de festivales. Mucha animación en la calle y en las terrazas. Tenemos la suerte de encontrarnos un mercadillo callejero, no hay cosa que me pueda gustar más: objetos de decoración vintage, estolas de piel, cacharros para hacer fondue o raclette, postales antiguas escritas con bellas caligrafías, cuadros desvencijados y jarrones de cristal sesenteros. Tengo que hacer un esfuerzo para seguir visitando la ciudad.

Agustín Vidal-Aragón de Olives Agustín Vidal-Aragón de Olives

5. Zurich

Como hay vuelo directo desde Sevilla y tengo motivos familiares para volver, lo dejo para otro post… ¡que no quiero aburriros!

Más en Estilo de vida