Perder el tiempo como terapia

¿Qué soléis hacer cuando queréis no pensar en nada? Nuestra blogger se escapa al cine y nos recomienda una comedia francesa

Estoy sentada en la antesala de la consulta del alergólogo, en una de esas sillas que se unen formando algo parecido a un banco, tan juntas unas con otras que los pacientes nos podemos enseñar las urticarias sin necesidad de mover los brazos. Hace un frío que pela, porque la zona de espera es abierta, comunicada con la recepción que a su vez está unida a la entrada en la calle Conde de Bustillo. Vamos, que ni un solo tabique. Me he llevado el ipad para aprovechar el tiempo de espera, aunque tiene un 6 por ciento de batería y no encuentro ningún enchufe para cargarlo. La verdad es que si lo hubiera, lo que apetecería enchufar es un calefactor.

No me queda más remedio que oír las conversaciones de alrededor. Una señora con un abrigo largo y bolso sujeto con las dos manos se pone en pie, nerviosa, y se acerca a otra que está sentada a mi lado. «¿Cómo estás hoy, Mari?»- se ve que se conocen del barrio. «Yo sigo muy cansada, a ver si el doctor me da algo que me entone, que hoy viene mi nieto a comer». –«Lo que tienes es que pasarte la tarde sentada en el sofá, sin hacer nada»- le recomienda su amiga. «Ay, hija, es que a las mujeres de nuestra época nos enseñaron a estar todo el tiempo ocupadas y si me siento me parece que estoy haciendo algo malo». «Pues a eso se aprende practicando»- le contesta su amiga, más listilla.

Llegado ese punto, me llaman de la consulta para comprobar cuántos de los pinchazos del brazo me han producido reacción.

Para salir en pocos minutos intentando imaginar qué me recomendaría la señora trianera si le contara mi disgusto al tener que dejar el atún de Barbate durante una larga temporada. Llorar un ratito, me digo. O mejor, irse al cine a perder el tiempo, a no pensar en nada. Creo que tiene razón. Miro la cartelera antes de coger la moto, identifico una película y veo que llego al pase de las 14.20 en Nervión. Las sesiones que me gustan a mí, esas en las que no hay nadie. Allá que voy.

«C`est la vie!» es una comedia francesa que acaban de estrenar, de los mismos directores de «Intocable» (Eric Toledano y Olivier Nakache), que fue nominada al Goya a la Mejor Película Europea. Max, un pequeño empresario que organiza bodas desde hace años, no está en su mejor momento. Ha preparado concienzudamente una boda de lujo en un château del siglo XVIII y el día en cuestión parece que todo se alinea en su contra.

Este punto de partida simple y poco original sirve de base para describir una serie de personajes que van ganando entidad a medida que la película transcurre: la deslenguada e impetuosa ayudante de color que se pelea con todos, el cantante-animador hortera y cara dura (uno de mis personajes favoritos), el fotógrafo desfasado que odia su trabajo, el cuñado culto y melancólico que trabaja de camarero, el inmigrante hindú que resulta ser músico, etc. La banda sonora es agradable y reconocible: Nina Simone, Earth, Wind & Fire, Eros Ramazzoti.

cest-la-vie

No hay un argumento más allá de la serie de vicisitudes que tienen que ir solventando para lograr que la boda sea un éxito; tampoco parece que sea una exaltación de la multiculturalidad, aunque gran parte de los trabajadores sean de origen africano o hindúes; ni tiene entidad la reivindicación de los pequeños empresarios frente la presión que sufren por la administración, ni es una crítica a las clases sociales más favorecidas, aunque el novio sea un perfecto majadero. Es una comedia sencilla con final feliz.

Salgo del cine descansada. La clave está en dejar de pensar, me digo, no vale estar tirada en el sofá. Me puedo imaginar a la señora trianera sentada en la camilla repasando nerviosa la lista de cosas que le quedan por hacer, hoy, mañana, pasado. Ser capaz de vaciar la mente sí que es necesario de vez en cuando. Algunos lo hacen leyendo una novela policiaca de la recientemente fallecida Sue Grafton, –no siempre hay que leer cosas sesudas, ni escritores candidatos al Cervantes-. Otros se compran la revista «Hola» o ven «Operación Triunfo». Incluso algunos van a la consulta del médico a que les recete Diacepán. Yo hoy me he decantado por una de cine intrascendente, simpático. Terapia de sonrisas.

 

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