Motivos (si es que los necesitas) para ir a la Feria Internacional de la Trufa Blanca de Alba en Italia

Si tienes curiosidad, no te pierdas los detalles sobre cómo organizar un viaje a la Feria Internacional de la Trufa Blanca de Alba en la provincia italiana de Cuneo

Si hay un lugar que se pueda identificar como el origen de la filosofía slow food, éste sería el Piamonte, la región del noroeste italiano que linda con Francia y Suiza. Dedicar el tiempo necesario a la elección de los alimentos, optando por los que hayan sido producidos en el entorno más cercano, volver a recetas tradicionales, haciendo de la preparación un disfrute; y, por supuesto, comerlos con tranquilidad, en un entorno agradable, regados de un buen vino y, a ser posible, en buena compañía.

Así, una cocina de origen humilde y campesino, gracias a la materia prima variada y la paciencia e imaginación de las mujeres piamontesas, se ha convertido en un destino por sí sola. Si a la amplia variedad de entrantes (antipasti), a las fondues (fondutas), a las pastas caseras y las carnes crudas o elaboradas de ternera se les añade la aromática y preciada trufa blanca, nos encontramos ante algunas de las manifestaciones más sublimes de la cocina mundial.

La provincia de Cuneo, en la zona suroeste del Piamonte, es el destino elegido para un viaje de cuatro días con mi familia. No es casualidad la época, noviembre, ni es fruto de la improvisación. Más bien es el resultado de la insistencia de mi hija, que se ha vuelto una exquisita desde que alterna con sus primas suizas, asiduas a esta cita año tras año: la Feria Internacional de la Trufa Blanca de Alba (este año celebra la 89 edición… ¡y nosotros sin saberlo!). Os cuento los motivos por los que este viaje es un «must».

  1. La trufa blanca
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El Tuber magnatum Picos es un hongo hipogeo, esto es, que cumple todo su ciclo vital bajo tierra, en simbiosis con las raíces de algunas variedades de encinas, robles, tilos, avellanos, sauces, álamos, pero solo en los bosques de esta pequeña comarca del Piamonte. Empieza a recogerse con las primeras nieblas otoñales, desde final del verano hasta el inicio del invierno.

A diferencia de la trufa negra, solo crece libremente, ninguna técnica de cultivo ha dado resultado. Los trifolai son los encargados de buscarlas con perros adiestrados para esta labor, que con su gran olfato avisan de la existencia de la trufa para que se extraiga con sumo cuidado, dejando la tierra lista para que pueda volver a formarse otro hongo. Está absolutamente regulado para mantener este delicado equilibrio ecológico, único en el mundo.

Todos los años por estas fechas se celebra en Alba la Feria Internacional de la Trufa Blanca, (en 2019 del 5 de octubre al 24 de noviembre). En el patio de la Maddalena, en pleno centro histórico de este bello pueblo medieval, se instala una gran área expositiva donde los productores artesanales de quesos, fiambres, dulces y demás exquisiteces de la zona ponen a la venta sus productos.

Y, por supuesto, la trufa blanca, la gran protagonista. Cada hongo tiene su certificado y ha sido revisado por expertos, que están a disposición de los visitantes para ayudarles en la adquisición sin riesgo. Dueños de restaurantes, aficionados y curiosos de todo el mundo acuden a disfrutar de este hongo aromático y único, que puede llegar a alcanzar precios astronómicos.

  1. La gastronomía más allá de la trufa blanca

Aunque por sí sola ya justifica la fama, no sólo de trufa come la zona. Es típico como entrante el vitello tonato y la carne cruda tipo tartar, además de la fonduta de queso (recordemos la cercanía de los Alpes). De las pastas frescas destaca el tajarin (especie de espagueti fresco que se suele servir con mantequilla y trufa) y los agnolotti. Y si hablamos de dulces, la panacotta de castaña o la torta di nocciole (un bizcocho de chocolate y avellana servido con crema sabayón) no os dejarán indiferentes. Por si no lo sabéis, aquí se inventó la nutella -nocilla para los niños españoles- y en Alba se encuentra la fábrica de Ferrero Roche.

La zona está repleta de restaurantes y seguro que en la mayoría de ellos se come maravillosamente. Nosotros probamos los siguientes:

  1. Los vinos

Multitud de viñas diseñan un paisaje geométrico que va cambiando de color según las estaciones y según la variedad de las vides. El nebbiolo es la más característica y es la utilizada para hacer el Barolo, el vino italiano por excelencia, aunque también el Barbaresco, el Nebbiolo d´Alba y el Roero. Pero no es la única uva que se cultiva en la zona: el dolcetto, de maduración más precoz, la barbera que se da en grandes racimos, el rossese bianco (autóctona desde el siglo XVII) y la nascetta (única de uva blanca autóctona del Langhe).

  1. El paisaje

El paisaje vitivinícolo de Langhe-Roero y Monferrato es patrimonio mundial de la Humanidad. Suaves colinas cubiertas de viñedos en espaldera, en perfecta alineación formando polígonos amarillos, ocres, marrones, verdes o anaranjados se alternan con plantaciones de avellanos, cuyo tronco se va rodeando de hojas ocres a medida que las ramas se desnudan en otoño. Y todo esto con los Alpes al fondo, desdibujados por la niebla que abunda en la zona (y que le ha dado nombre a la uva: nebbiolo).

  1. Los pueblos medievales

En mitad de este mar de vides y avellanos, encaramados a las colinas, aparecen pueblos -de pocas casas la mayoría-, castillos y torres, testimonios silenciosos de otros tiempos. En la esta web se proponen distintos tipos de recorridos, para los que quieran hacer trekking entre viñedos, degustar vinos en la multitud de bodegas, visitar castillos, iglesias o museos. Nosotros hicimos los siguientes itinerarios en dos días:

  1. Los castillos

Destacamos algunos:

¿Necesitas algún motivo más para ir reservando fecha?

Estas son algunas páginas que te ayudarán a organizar el viaje Fiera del Tartufo, Agriturismo, Strada del Barolo, Langa e del Barolo, Langue Roero,

Las fotos son de Lucila Vidal-Aragón