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El abrigo, la prenda que salió de las cuevas para entrar en los palacios

Ya se lo ponían en la Edad de Piedra. Ahora es imprescindible para los viajes de las reinas

El abrigo, la prenda que salió de las cuevas para entrar en los palacios

maría luisa funes

Decía Christian Dior que no le gustaba ver a las señoras por la calle sin abrigo . Y es que hemos heredado la tradición de nuestras antecesoras de la Edad de Piedra de no salir de la cueva sin él. Actualmente, los abrigos y chaquetas de entretiempo tienen una función de adorno, más que otra cosa.

El abrigo. Contaba Ghislaine de Polignac que en las visitas a los duques de Windsor en París la entrada era todo un ritual. Su criado negro abría la puerta vestido de librea. El mayordomo retiraba ceremoniosamente los abrigos a los recién llegados y los pasaba a un par de doncellas, que subían la majestuosa escalera para depositarlos en un saloncito.

Y es que el abrigo -y en su defecto la chaqueta- lleva mucho tiempo siendo parte del atuendo oficial al salir de casa. Jean Donneau de Visé, periodista e historiador, acuñó el término «manteau» -abrigo en francés- para describir una prenda que inicialmente se usaba como batín, pero que acabó imponiéndose en la calle de modo universal porque era sencillo y económico y dotaba de discreción al vestido.

El Protocolo. Cuando una reina visita otro país, suele hacer su llegada ataviada de abrigo o traje de chaqueta. La Reina Isabel II llegó este junio a París para el aniversario del desembarco de Normandía vistiendo traje de chaqueta y sombrero. En otras ocasiones lo ha hecho enfundada en vestido y abrigo. Acudir con un simple vestido a actos oficiales sería como asistir sin «acabar de arreglarse».

En cambio, cuando la Reina Isabel II recibe a reyes y jefes de Estado en alguno de sus palacios -como cuando recibió a los Obama a las puertas de Buckingham en 2011- se presenta con un simple vestido y sin sombrero, ya que está en «casa».

Duelo de Reinas. Esta lógica no ha tenido lugar en la visita de nuestros Reyes a Holanda. Doña Letizia acudió a La Haya con un favorecedor vestido rojo de Felipe Varela, a falta de un abrigo o chaqueta que le diese más empaque. Máxima de los Países Bajos, al contrario, la esperaba en la puerta del palacio de Noordeinde con un conjunto de chaqueta y falda excesivamente «regio» para lucirlo en su habitual lugar de trabajo. Tanto el color como el tejido brillante eran algo excesivos para la mañana. Además, debía haber retirado su sombrero en el interior del palacio. Su peinado, no obstante, era cuidado y majestuoso.

Cuando Doña Letizia ha realizado otros viajes oficiales, como el de Portugal o Marruecos en pleno verano , ha hecho su llegada con chaqueta, ya que no es aconsejable llegar a «cuerpo gentil» a actos públicos en el exterior. Para el desfile de la Fiesta Nacional eligió un favorecedor vestido-abrigo, curioso invento que le permitió zafarse de nuevo de llevar abrigo.

En los actos nocturnos invernales, lo adecuado también es llevar un chal, chaquetilla o abrigo del que prescindir tras la entrada. En cambio, cuando se recibe «en casa» es perfecto prescindir del abrigo, el sombrero o el bolso, tal y como hace Doña Letizia en La Zarzuela. Por eso el atuendo de la Reina Máxima ha resultado algo exagerado -en línea con su «maximalismo» arrollador- y el de Doña Letizia ha quedado falto del empaque que otorga una prenda exterior.

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