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Historia

Feria de Abril de Sevilla 2018: Siete lustros como repostero en la misma caseta

El palaciego Francisco Valderrama lleva 35 años en la caseta de la Casa de Castilla-La Mancha dando sabor a la feria de los socios

Francisco Valderrama recuerda que cuando tenía 25 años se servía mucho picadillo M J López Olmedo

Fernando Rodríguez Murube

La historia de la Casa de Castilla-La Mancha en la Feria de Sevilla comienza en 1984. Sita en Pascual Márquez 159 , aunque en sus inicios estaba ubicada en Antonio Bienvenida 41, es la tercera en dimensión (4 módulos) como en número de socios (320 y con una larga lista de espera) de todo el real.

Este año cumplen 35 ediciones , todas ellas con Francisco Valderrama (Los Palacios y Villafranca, 1950) al frente del catering, aunque él insiste en que le gusta más el término clásico de «repostero de feria».

Este dilatado vínculo entre el palaciego y los manchegos es poco habitual. De hecho, hace una década recibió un reconocimiento por parte de la Cadena Cope por ser la persona con más antigüedad gestionando el catering de una misma caseta. Ahora, con 35 ferias a sus espaldas, es aún más complicado que esta cifra sea pulverizada.

Para conocer el germen de esta duradera relación hay que remontarse a principios de los ochenta , cuando Valderrama trabajaba como cosario en la finca utrerana de El Torbiscal y donde conoció al manchego Luciano Rubio, que alquiló unas tierras para sembrarlas y posteriormente venderlas en Mercasevilla. «Las "cuartelás" de Luciano eran muy famosas en aquella época», recuerda.

El palaciego, además de desempeñar distintas labores en la finca, también trabajaba como camarero en algunas casetas, y Luciano y su hermano le comentaron que un grupo de amigos manchegos querían probar a montar algo en la Feria de Sevilla , pero que no tenían ni idea de cómo iba la historia. Así que se ofreció. «A pesar de que nunca había llevado las riendas de ninguna caseta, tomé la responsabilidad no solo de la repostería, también me ocupé de encargar la estructura y posteriormente montarla», explica.

«Después de tantos años se crea un vínculo de amistad que va mucho más allá de lo meramente profesional. He conocido a tres generaciones, somos una gran familia, como lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que hace unos años me hicieran socio honorario de Casa de Castilla-La Mancha », confiesa Francisco con orgullo.

Al ser cuestionado acerca de las diferencias entre una caseta de la época de sus inicios y una de ahora, el veterano feriante es tajante: «H ay una diferencia abismal , hoy son verdaderos restaurantes andantes. Exigen lo mejor de lo mejor: la calidad de los productos, el servicio, la limpieza, la cubertería...Comer y beber ahora en una caseta que tenga un caché medio-alto se ha convertido en un artículo de lujo», señala desde su vasta experiencia.

Y es que Francisco recuerda que cuando él tenía 25 años, en el mostrador se servía « mucho picadillo, muchos huevos rellenos, sardinas, medias lechugas con vinagre y sal, tomate aliñado y poco más». Hasta el punto de que «un simple churrasco de pollo solo estaba al alcance de la gente de dinero». En este sentido, es obvio que el género también ha mejorado, ya que «con un jamón se echaba toda la Feria, la caseta que lo tenía era una auténtica privilegiada», agrega.

Matices a la recuperación

La Feria de este año ha sido bautizada por muchos como la de la recuperación, afirmación a la que Valderrama ofrece matices: «No hemos salido de la crisis, nos hemos acostumbrado a ella» . Lo explica de una manera muy gráfica: «Si yo llevo varios años con un sobrepeso de 200 kilos y ahora me quitan 100, me pondría muy contento; pero en realidad todavía llevo 100 kilos de más. Es exactamente lo que está pasando».

Además de gestionar el catering de la Casa de Castilla-La Mancha, desde 2004 el palaciego también lo hace en las casetas La Tabla y Los Morabitos . Del mismo modo, a nivel provincial cuenta con una llamativa antigüedad en diferentes casetas: treinta años en «Los amigos del baloncesto» (Dos Hermanas ), otros treinta en «La Carboná» de Utrera , veinticinco en «El nombre es lo de menos» ( Las Cabezas de San Jua n) o veintiuno en la «Cooperativa Las Nieves» ( Los Palacios y Villafranca ). Todo un maestro del gremio.

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