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Mazaroca

Sevilla Actualizado: Guardar
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Si un hombre vive una vida plena evoluciona con el tiempo. Si lleva un bar, su bar también lo hace. El crecimiento de La Mazaroca ha estado a vista de sus incondicionales por cada uno de los detalles que han ido llenando sus paredes. Recuerdos de clientes agradecidos que aportaban un utensilio antiguo –herramientas de labranza, radios, llaves de hierro…-, fotografías, cárteles, lo que fuera, y fueron creando por sí solos la decoración del local.

Para Manuel Blanco cada uno es un instante, una cara, un momento de Mazaroca. Desde que era una bodega de vinos con aceitunas, embutidos y conservas; hasta hoy, con una cocina poco vista, moderna y con clientela heterogénea. Sus hijos han sabido recoger el testigo con creces, y fueron ellos los que inyectaron el toque de vanguardia que necesitaban.

Demetrio y Silverio atentos, rápidos y con una sonrisa en la barra. Y Jorge aportando su punto especial en la cocina. El de en medio de los Blanco es autodidacta, como una esponja ha absorbido de todo lo que ha visto y leído, y sus platos fueron a mejor sin parar. No deja de crear nuevas recetas, porque no lo puede evitar, porque si no, confiesa, se aburriría. Y es que la vida de esta familia está volcada en este negocio.

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